Un artículo de Atenzia

La soledad no deseada es ya conocida como la gran epidemia del siglo XXI. Un fenómeno que afecta a la salud de quienes la padecen, especialmente en los mayores de 65 años, aumentando el riesgo de sufrir deterioro cognitivo, entre otras patologías.

En España hay un total de 4,7 millones de hogares unipersonales, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De ellos, casi la mitad están formados por personas mayores de 65 años; es decir, más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas en España.

Un dato ya de por sí revelador que gana peso si echamos la vista atrás: el número de personas mayores que viven solas en España ha aumentado un 25% en la última década. Una tendencia que no encuentra respuesta en un solo motivo: el aumento de la esperanza de vida, la revolución demográfica o los cambios sociales, son algunas de las razones que explican este fenómeno.

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La soledad no deseada aumenta el riesgo de sufrir deterioro cognitivo, entre otras patologías.

Y aunque partimos de la clara premisa de que no es lo mismo vivir solo a sentirse solo, pero teniendo a su vez en cuenta la dificultad de medir con exactitud la soledad no deseada, diferentes estudios sitúan en torno a los dos millones y medio las personas mayores que podrían tener este sentimiento en nuestro país.

Una cifra clave que pone de manifiesto un problema que lejos de disminuir no hace sino aumentar, auspiciado por factores de diversa índole, como la crisis sanitaria por la COVID19 que agravó los casos de aislamiento social y soledad no deseada.

Consecuencias para la salud de lo que muchos ya definen como la epidemia del siglo XXI

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la soledad no deseada es considerada una cuestión de salud pública y en los últimos años han proliferado los estudios que vinculan la soledad no deseada con un aumento en el riesgo de padecer diferentes patologías.

Así, tal y como apuntan desde la Agencia Nacional de Salud Pública de Estados Unidos (CDC), diferentes estudios indican que la soledad no deseada aumenta las tasas de depresión, ansiedad y suicidio, tiene un mayor riesgo de mortalidad e incrementa hasta un 29% el riesgo de padecer una enfermedad cardiaca y hasta un 32% el de accidente cerebrovascular.

Un porcentaje que llega a un aumento del 50% en el riesgo de padecer algún tipo de demencia. En este sentido, la propia OMS incide en la importancia de cuidar y promover las redes sociales como una de las recomendaciones para prevenir y reducir el riesgo de demencia.

Esta afectación es, en realidad, bidireccional. Y es que, si la soledad no deseada puede aumentar el riesgo de padecer demencia, esta a su vez puede ser un factor de riesgo para sufrir soledad no deseada.

En este sentido, algunas de las investigaciones realizadas sobre el tema, apuntan a que las respuestas neuronales desencadenadas por la soledad no deseada pueden influir en el posterior desarrollo de alteraciones neurodegenerativas. Por otro lado, este sentimiento se asocia habitualmente a estilos de vida poco saludables como menor actividad física o mala alimentación que, a su vez, se relacionan con un mayor riesgo de padecer diferentes afecciones tanto físicas como mentales.

Lucha contra la soledad no deseada y el aislamiento social, un eje estratégico

La soledad no deseada no es algo nuevo, lleva años incidiendo en la sociedad y afectando con especial virulencia a las personas mayores de 65 años. Y es que este sentimiento que, grosso modo, se produce cuando tenemos menos relaciones sociales (y de peor calidad) de las que nos gustaría, se ve acelerado por ciertos cambios y vivencias relacionados con la vejez (mayor dificultad para tejer nuevos lazos, pérdida de contactos profesionales, fallecimientos de seres queridos…) que, a su vez, complican su reversión.

Por este motivo, en Atenzia consideramos la lucha contra la soledad no deseada y el aislamiento social, un eje estratégico en nuestra actividad no solo por su gravedad sino también por su relación, como hemos visto, con otras patologías como el deterioro cognitivo. Sin ir más lejos, nuestro servicio de teleasistencia incluye acciones, como las llamadas de seguimiento, que van dirigidas a reducir este sentimiento entre las personas usuarias.

Pero, además, algunas de las iniciativas puestas en marcha en los últimos años en colaboración con algunas de las principales Administraciones públicas, tienen como objetivo principal luchar contra la soledad no deseada, como es el caso de la impulsada junto al Ayuntamiento de Madrid, el programa Salamanca Acompaña o el proyecto en Aragón de Nos Gusta Hablar También Online (NGHTO).

De hecho, precisamente este proyecto buscaba dos vías de actuación que, como hemos visto, están totalmente interrelacionadas. Así, el lanzamiento de NGHTO tenía como objetivo favorecer y tejer nuevas redes sociales para las personas que participaban en él y, a su vez, ofrecer mediante la gamificación y la digitalización, ejercicios y actividades para reforzar las capacidades cognitivas y luchar así contra su deterioro.

Los resultados fueron clarificadores: los participantes registraron un -6% en la escala de la soledad no deseada y un incremento cognitivo del 15%. Conclusiones que nos confirman que este es el camino a seguir, que debemos seguir trabajando en luchar contra la soledad no deseada y buscar fórmulas para evitar el deterioro cognitivo para no solo vivir más años, sino, sobre todo, vivirlos mejor.

Porque las personas somos seres sociales. Y aún en un mundo lleno de individualismos y con la certera idea de que una soledad sana es en ocasiones necesaria, debemos favorecer iniciativas como estas que apuesten por la creación y el fortalecimiento de las redes sociales. ¿El objetivo? Reducir los casos de soledad no deseada en el presente, pero, sobre todo, evitar que este mal endémico se enquiste en la sociedad y se convierta en algo irreversible. Sin duda, nos lo debemos.