Un artículo de Diego Moreno Zapata,
estudiante de prácticas del Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Rey Juan Carlos)
supervisado por Carlota Sáenz de Urturi Gómez-Centurión,
neuropsicóloga Cognitiva Unidad de Memoria Chamartín
El deterioro cognitivo se define como la pérdida o alteración del funcionamiento de los procesos mentales como la memoria, la atención, el lenguaje, la percepción, etc. Dicha alteración puede surgir a raíz de diversas causas, e interfiere con las actividades de la vida diaria (AVD).
El deterioro cognitivo se diferencia de la demencia en el grado de severidad de la alteración y en el nivel de dependencia funcional con respecto a las AVD, siendo la demencia más grave.
La incidencia del deterioro cognitivo, así como de la demencia, está estrechamente relacionada con la edad, ya que es mucho más prevalente en personas de tercera edad. No obstante, a pesar de suponer el principal factor de riesgo, la edad no es la única variable relacionada con el deterioro cognitivo. Existen factores como la alimentación, la actividad física, o la reserva cognitiva, que también han demostrado tener relación con la aparición de alteraciones en los procesos mentales.
Este artículo se centrará en la reserva cognitiva (RC). En la literatura, el término reserva cognitiva se suele diferenciar del concepto “reserva cerebral”. La reserva cerebral es definida como una característica pasiva, innata y relacionada con características específicas del individuo como el tamaño cerebral, la densidad sináptica, o el número de neuronas.
Por tanto, según esta definición, la reserva cerebral se establecería por mecanismos determinados genéticamente, que influirían en la capacidad para afrontar procesos degenerativos del sistema nervioso central (SNC) (Carnero-Pardo, 2000). La reserva cerebral también se ha relacionado con la capacidad de plasticidad neuronal, es decir, la capacidad del SNC para responder a cambios anatómicos cerebrales (Dennis et al., 2000).
La reserva cognitiva adopta un papel más activo, ya que se tiende a vincular con los recursos aprendidos durante una formación educativa, o una ocupación laboral cognitivamente exigente (Manly, Touradji, Tang y Stern, 2003).
A pesar de ser términos diferenciables, ambos conceptos están relacionados. La experiencia vital dotaría al individuo de eficiencia y flexibilidad en la resolución de problemas, lo cual tendría un efecto positivo a nivel cerebral. De esta relación surge la “hipótesis de la reserva”, que postula que un mayor nivel educativo desarrolla tolerancia a los procesos patológicos cerebrales y, por tanto, a la aparición del deterioro cognitivo (Pardo y Ser, 2007).
¿Cómo se aprecia esta ventaja a nivel clínico? Cuando una persona inicia un proceso de degeneración cerebral (como por ejemplo, Enfermedad de Alzheimer), los cambios en el SNC suelen manifestarse en forma de déficit cognitivo. Una persona con una mayor reserva cognitiva es capaz de retrasar la aparición sintomática del daño gracias a que poseen recursos neuronales que compensan el deterioro.
Por tanto, si bien es cierto que el curso de la enfermedad es irreversible, una persona con alta reserva cognitiva presentaría síntomas más leves que una persona con baja RC en el mismo punto del proceso degenerativo. Esto convierte a la RC en un factor de protección contra el deterioro cognitivo (Álvarez y Sánchez-Rodríguez, 2004).
¿Cómo se desarrolla la reserva cognitiva? La RC no es estable, sino que se ve afectada por numerosos factores que intervienen sobre ella. En primer lugar, la educación se ha relacionado con la RC, tomando variables como la adquisición de competencias tales como la alfabetización (lectura y escritura). No obstante, los años de educación, por sí solos, no terminan de ser un factor predictor de la RC ya que esta se desarrolla durante todo el ciclo vital, y se ve influenciada por muchas otras variables.
Las variables más destacadas son: la salud física (ejercicio y alimentación), las actividades de ocio cognitivamente estimulantes (Wilson et al., 2003), y el estatus socioeconómico.
En resumen, la reserva cognitiva es una característica del ser humano que lo protege contra el deterioro cognitivo. Su desarrollo es variable y depende de muchos factores, entre los que se encuentra la estimulación cognitiva. Por tanto, la participación en actividades de ocio y/o que impliquen el entrenamiento de los procesos mentales tendrían un impacto positivo en el estado cognitivo.
Referencias
Carnero-Pardo C. (2000). Educación, demencia y reserva cerebral. Revista de Neurología, 31(6), 584- 592.
Carnero-Pardo, C., y Ser, T. D. (2007). La educación proporciona reserva cognitiva en el deterioro cognitivo y la demencia. Neurología (Barc., Ed. impr.), 78-85.
Dennis, M., Spiegler, B.J. y Hetherington, R. (2000). News Survivors for the New Millennium: Cognitive Risk and Reserve in Adults with Childhood Brain Insults. Brain and Cognition, 42, 102-105.
Manly, J., Touradji, P., Tang, M-X. y Stern, Y. (2003). Literacy and Memory Decline Among Etnnically Diverse Elders. Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology, 25, 680-690
Álvarez, M. R., y Sánchez-Rodríguez, J. L. (2004). Reserva cognitiva y demencia. Anales de psicología.
Wilson, R.S., Barnes, L.L. y Bennett, D. (2003) Assessment of Lifetime Participation in Cognitively Stimulating Activities. Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology. 25, 634-643