Un artículo de Juan Carlos Santamaría, Director de Comunicación de Inithealth (Grupo Init)
y Begoña San José, Psicóloga, autora y fundadora del blog beandgo
A medida que nuestra edad avanza, retroceden muchas de las funciones de nuestro organismo, que se va deteriorando, a mayor o menor velocidad, tanto a nivel físico como a nivel mental. La piel se hace más fina, pierde elasticidad, aparecen arrugas, disminuye la velocidad de crecimiento del pelo, aparecen canas.
Asimismo, hay una reducción de la capacidad motora, que produce una lentitud de los reflejos y un descenso del tono muscular. Hay pérdidas de equilibrio, fragilidad, y el riesgo de sufrir caídas se eleva considerablemente.
Sin embargo, de todos los cambios que ocurren según nos vamos haciendo mayores, el que más consecuencias tiene en la vida diaria de las personas mayores, son los cambios cognitivos, en concreto, el deterioro cognitivo que afecta al lenguaje, la orientación, el aprendizaje, la atención, la conducta y la memoria. A veces se produce sólo una ralentización de los procesos, pero en ocasiones, se produce una alteración progresiva de la función cognitiva que incapacita a la persona la realización de las denominadas actividades de la vida diaria.
Se consideran actividades de la vida diaria, tanto las que afectan a los propios cuidados de la persona e incluyen actividades tales como el aseo personal, la propia manutención y la independencia a la hora de ir al servicio. También se consideran importantes aquellas actividades relacionadas con los cuidados o atenciones de terceros en la comunidad, tales como son la selección y supervisión de sus propios cuidadores, el cuidado de mascotas, el uso de los sistemas de comunicación, el manejo del dinero o la gestión de temas financieros, el cuidado de la salud, la preparación de sus comidas y la limpieza y mantenimiento de su vivienda, y ser capaces de gestionar procedimientos que garanticen su seguridad, sobre todo en caso de emergencia, por ejemplo, cuando se produce una caída por ejemplo.
Sin embargo, no hay que olvidar la importancia de la participación de los adultos mayores en lo que se denominan actividades avanzadas de la vida diaria. Estas actividades, aunque con frecuencia no seamos tan conscientes de su importancia, son las que fundamentan el desarrollo personal integral, y la realización de un proyecto y propósito vital en las personas, y por ello, es de especial interés destacarlas en este artículo.
Entre estas actividades se encuentran aquellas destinadas al aprendizaje de algo nuevo, alguna destreza, ya sea a través de la formación formal como informal en temas de interés para la persona. También está la realización de algún trabajo o actividades de voluntariado, la participación en actividades lúdicas o cuyo objetivo principal sea el disfrute, el entretenimiento o la diversión, entre las que se incluyen las actividades al aire libre.
Por último, aunque no por ello menos importante, están las actividades de participación social, en las que las personas interaccionan con otras dentro de la sociedad, ya sea la comunidad, la familia o el entorno residencial en el que viva, así como las de carácter espiritual.
Aunque la capacidad para realizar estas actividades suele utilizarse como indicador de las necesidades de atención de las personas mayores, también pueden actuar como impulsores de su bienestar integral, y, de hecho, son protectoras del deterioro cognitivo.
Intervenciones individuales, sociales y tecnológicas
El envejecimiento poblacional a gran escala ha traído consigo también el gran aumento de la investigación al respecto, y el interés por encontrar formas eficientes de paliar los efectos del envejecimiento y promover el envejecimiento activo, y en procurar que las personas mayores vivan independientemente el mayor tiempo posible. Esto es conocido comúnmente como la esperanza de vida saludable, es decir, el periodo de tiempo en el que las personas viven sin necesidad de asistencia.
Seguimos atentos al Reino Unido y a su Estrategia Nacional para la Vida Longeva elaborada por el Grupo parlamentario británico para la Longevidad (All Parties Parliamentary Group for Longevity -APPG for Longevity), en el que se marcan como objetivo incrementar en 5 años la denominada “vida independiente”.
La inversión de la pirámide poblacional con el aumento de la esperanza de vida, junto con la dramática disminución de la natalidad, -especialmente acusada en los países desarrollados-, hacen que los recursos para atender las necesidades de una población cada vez más envejecida sean también cada vez más limitados. Los sistemas de contribución social a través de las pensiones de jubilación, fueron diseñados para otras características poblacionales y el número absoluto y relativo de la población activa son ya en la actualidad insuficientes para atender las necesidades actuales.
Asimismo, las consecuencias económicas de la dependencia en la tercera edad son muy elevadas tanto a nivel personal como a nivel social, y por ello, los esfuerzos se vuelcan en conseguir que el envejecimiento no sea una etapa anterior a la muerte, sino una etapa de vida en plenitud, de adaptación a los cambios experimentados a nivel físico y mental pero no por ello menos plena. Y con todo esto, los esfuerzos destinados a que los propios mayores tomen cada vez mayor responsabilidad en su bienestar se convierte no sólo en algo necesario, sino además beneficioso para ellos mismos y para la sociedad.
Además, en algunas ocasiones los tratamientos farmacológicos para frenar el deterioro cognitivo no son tan eficaces como cabría esperar, de acuerdo siempre con las investigaciones científicas más recientes, y, por tanto, cada vez más estudios se centran en la evaluación de múltiples intervenciones no farmacológicas, tanto aisladas como combinadas entre sí.
Estas intervenciones incluyen la estimulación cognitiva, el entrenamiento mental, la rehabilitación mental a nivel individual. Entre estas actividades destacan leer el periódico, llevar la contabilidad de casa, hacer crucigramas, sopas de letras, jeroglíficos, y mantenerse informado de lo que acontece alrededor.
Asimismo, la participación en actividades físicas de diferente índole, -aeróbica, de equilibrio, de fortalecimiento muscular, de flexibilidad-, que, de acuerdo con dichos estudios, también contribuyen a prevenir y retrasar los efectos del deterioro cognitivo en las personas mayores.
La pandemia del Covid-19, sin embargo, también ha incitado la implementación y el estudio sistemático de otro tipo de intervenciones, tales como las de carácter social y las tecnológicas.
Las medidas de aislamiento social introducidas a nivel global para contener la expansión del coronavirus, han tenido un gran impacto negativo en la salud mental y social de las personas. Si bien este impacto ha sido especialmente visible en todos, ha sido mucho más agudo en colectivos especialmente vulnerables, tales como los afectados por patologías psiquiátricas, las personas con enfermedades crónicas y las personas que viven solas.
A raíz de esta epidemia, también se ha multiplicado el número de estudios que evalúan intervenciones sociales, tales como la participación en juegos de mesa, y los juegos de cartas, el bingo, y otras, la participación en actividades de voluntariado, de contribución a la comunidad y altruistas. Los resultados son muy esperanzadores.
Además de tratarse de actividades de bajo coste económico para las personas y para la sociedad, contribuyen significativamente a frenar el deterioro cognitivo y mejorar el bienestar y la calidad de vida de sus participantes. Si bien estas intervenciones sociales cognitivas resultan tener un valor añadido en los participantes, también los son las de carácter físico, que conllevan la práctica de ejercicio en un entorno social, ya sea a través de paseos en grupo, o gimnasia, o incluso baile, adaptado siempre a las posibilidades físicas y psíquicas de los participantes.
La pandemia también ha contribuido a la adopción de tecnologías que facilitan y apoyan estas iniciativas, sobre todo cuando la implementación de actividades sociales se ha visto limitada por las mencionadas medidas de aislamiento. La tecnología ha acelerado la adopción de las tele-consultas, del tele-diagnóstico, de la monitorización de enfermedades crónicas, y también el entrenamiento cognitivo y mental. Hay en el mercado soluciones tecnológicas que permiten a las personas mayores participar en actividades de distinta índole, tales como juegos de palabras, de cartas, de mesa, de memoria, puzles, de orientación, etc. a través de dispositivos electrónicos, consolas, televisores, o tabletas.
En artículos anteriores de Geriatricarea mencionábamos que durante la pandemia algunas residencias de mayores impulsaron iniciativas para que los residentes no perdieran el contacto con sus seres queridos, como videollamadas generalizadas, mensajes y fotografías enviadas a través de aplicaciones de mensajería y vídeos enviados por los familiares, que servían para conectar a los mayores con sus familias. La tecnología fue un gran aliado para mejorar parte de ese bienestar mental y también social durante la pandemia.
En su día hablábamos de “Derecho a conectarse”, impulsado por Patricia Ripoll e iniciativa de COVIDWarriors (Asociación sin ánimo de lucro formada por más de 400 voluntarios profesionales, altos directivos y mecenas de todos los ámbitos, unidos en la lucha contra la Covid-19), cuyo objetivo era poner en contacto a donantes de tecnología con personal sanitario y voluntarios para poder llegar al mayor número de pacientes y usuarios de hospitales y residencias para mayores, a través de una solución tecnológica que les permita estar en contacto con sus familiares. El proyecto nació durante la pandemia para mejorar el problema de la incomunicación.
También mencionábamos a la plataforma de contenidos virtuales para las residencias Oroi (recuerdo en euskera), que nació hace 4 años en San Sebastián, y que se definía como un Netflix de realidad virtual para personas mayores. Es una plataforma con contenidos de realidad virtual orientado a las personas mayores, tanto para aquellas que viven en residencias o en centros de día, como para las que reciben asistencia a domicilio, y que busca generar un bienestar emocional y estimularlas cognitivamente.
Los estudios científicos realizados hasta la fecha apuntan que la eficacia de estas intervenciones tecnológicas es mayor cuando están apoyadas por actividades sociales, o facilitadas por personas, y que impactan indicadores tales como la calidad de vida, la salud psicosocial, la interacción social, el humor, la ansiedad, el estrés, la soledad, e incluso la autoestima, además de su quizá más esperado impacto en la memoria, el lenguaje, la atención y las habilidades motores.
Si bien el deterioro cognitivo es una consecuencia natural del envejecimiento, se puede paliar a través de actividades de bajo coste y muy fácil implementación. Aunque los beneficios son tangibles cuando las actividades se realizan a nivel individual, sus efectos se multiplican al hacerlo socialmente.
Además, la participación en actividades físicas y sociales, la contribución a la sociedad a través de tareas de voluntariado, la participación en hobbies, la realización de tareas que contribuyan a dar sentido a la existencia y llevar una vida plena, contribuyen a la activación y estimulación cognitiva de las personas mayores. La tecnología, especialmente la facilitada en entornos sociales, puede también contribuir al mantenimiento y retrasar el deterioro cognitivo de los mayores.