Un artículo de la Dra. Sacramento Pinazo-Hernandis,
Profesora Titular de Psicología Social de la Universidad de Valencia
Miembro del Patronato de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal
Los estudios de neurociencia han demostrado que los neurotransmisores desempeñan un papel crucial en la regulación de nuestras emociones, y la motivación. Cuando estamos expuestos a estímulos gratificantes, se activa el sistema de recompensa en el cerebro, se libera dopamina y se genera una sensación de placer y satisfacción.
1. Los neurotransmisores
El cerebro humano tiene la capacidad de producir sustancias naturales relacionadas con la felicidad, el placer, la relajación y el alivio del dolor físico y emocional. Son los neurotransmisores, mensajeros químicos del cerebro que pueden enviar señales excitatorias o inhibitorias para que las neuronas generen impulsos eléctricos. Su liberación se produce como respuesta a estímulos (Manzano-Palomo et al, 2006).
Investigaciones recientes han examinado cómo las relaciones sociales pueden activar el sistema dopaminérgico y su influencia en nuestro comportamiento. Un estudio de Lin et al. (2020) encontró que la frecuencia de uso de las redes sociales se correlacionaba positivamente con los niveles de dopamina en el cerebro. Los participantes del estudio que informaron un mayor uso de las redes sociales mostraron una mayor activación de las regiones cerebrales asociadas con la recompensa y la motivación. Es decir, hay una regulación neuroquímica de la amistad, o lo que es lo mismo, hacer amigos genera muchas recompensas, no solo sociales sino tambien en producción de neurotransmisores. Tener amigos desarrolla mejores conexiones cerebrales.
El cerebro controla la producción de hormonas y neurotransmisores que modulan las interacciones afiliativas. Veamos qué neurotransmisores intervienen:
a-Dopamina. Interactuar con las personas que queremos nos hace sentir bien. La dopamina inunda la sinapsis entre neuronas cuando sucede algo gratificante; es responsable de la alegría que vivimos cuando se alcanza un objetivo o una tarea resulta exitosa. Aumenta con las relaciones de amistad y en acciones como colaborar con otros para realizar una tarea. Tiene un papel muy importante en la motivación y búsqueda de placer y en el aprendizaje.
b-Endorfinas. Son un potente estimulante natural sin efectos secundarios con la capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo y facilitar la memoria y la atención. Actúan como analgésicos y activan los centros de placer, creando situaciones satisfactorias que contribuyen a eliminar el malestar. Todas las actividades que nos resultan placenteras y nos ayudan a estar más relajados estimulan la descarga de endorfinas: por ejemplo, reír, cumplir con objetivos, hacer ejercicio, escuchar música, bailar, las caricias, los besos y los abrazos.
c-Oxitocina. Es la responsable de que tomemos decisiones prosociales, nos preocupemos por nuestras amistades, sintamos confianza en los demás y seamos generosos, porque se relaciona con la empatía. Además, regula la frecuencia cardíaca, disminuye la presión arterial, y el estrés. Es conocida como la hormona del amor, pues se libera ante momentos placenteros de la vida, como por ejemplo cuando disfrutamos de una reunión con amigos, y ante el contacto físico (abrazos, por ejemplo) que se producen en las relaciones y lazos de apego.
d-Serotonina. Es conocida como la hormona del bienestar, ya que genera sensaciones de relajación y satisfacción, y aumenta la concentración y la autoestima, controla las emociones y las funciones cognitivas. Proporciona esa sensación placentera que sentimos cuando conversamos con nuestras amistades y pasamos tiempo con ellas. Nos impulsa a buscar constantemente vínculos.
2. Somos seres relacionales y necesitamos relaciones (y amistades) intergeneracionales
Las buenas relaciones nos hacen más felices y saludables. La presencia de amigos reduce la respuesta de estrés del eje hipotálamo-hipofisario, que es el encargado de liberar cortisol. Y además de proteger el cuerpo, protegen el cerebro, porque somos seres sociales y necesitamos afecto, y sentido en nuestras vidas. Con buenos amigos el cerebro se mantiene en forma y activa circuitos de placer. Las buenas amistades generan salud, activan los neurotransmisores del cerebro a través, por ejemplo, de una carcajada, como máxima expresión de la alegría y ahí están funcionando los neurotransmisores. Los amigos también ayudan a prevenir problemas de salud mental como ansiedad, depresión…
Los seres humanos somos relacionales, es decir, nos hacemos, nos construimos mediante las relaciones que mantenemos con las demás personas de todas las edades. Por tanto, relacionarnos no es una opción sino una necesidad consustancial al ser humano. A menudo, los protagonistas de los encuentros intergeneracionales dicen que estos enganchan, que algo mágico sucede entre sus participantes (Sánchez-Martínez et al, 2015).
La relación intergeneracional produce muchos beneficios, pero un buen programa intergeneracional hay que prepararlo bien y hay que seguir unos procedimientos metodológicos y evaluar adecuadamente (Sánchez-Martínez, 2007; Pinazo-Hernandis, 2007; Dabbagh, 2023) para que realmente funcione.
Siguiendo a Pinazo-Hernandis y Kaplan (2007), algunos de los beneficios son:
- Beneficios para las personas mayores
Aumento de la autoestima y de la motivación al compartir experiencias y tener una audiencia que aprecia los logros. Renovado aprecio por las experiencias de la vida pasada. Respeto, honor y reconocimiento de su contribución a la comunidad. Aprender sobre los jóvenes y los niños y reducir los estereotipos. Tener nuevas oportunidades de aprender. Transmitir tradiciones, cultura y lenguaje. Pasarlo bien e implicarse en actividades físicas. Cambios en el humor, aumento de vitalidad. Aumento del sentimiento de valía personal. Desarrollo de la amistad con gente más joven y combatir los sentimientos de aislamiento.
- Beneficios para los niños/jóvenes
Aumento del sentimiento de valía y confianza en uno mismo y responsabilidad social. Menor soledad y aislamiento. Aumento del optimismo. Tener acceso al apoyo de adultos durante momentos de dificultad. Reducción de estereotipos y percepción más positiva de las personas mayores. Mayor conocimiento de la heterogeneidad de las personas mayores y ganar respeto por sus logros. Disfrute y alegría.
- Beneficios para la comunidad
Reconstrucción de redes sociales y vecinales, desarrollo del sentimiento de comunidad. Construcción de una sociedad más inclusiva. Romper las barreras y los estereotipos de unas personas hacia otras. Aumento de la cohesión social.
Diferentes estudios avalan que, en general, las personas mayores consideran que participar en un programa intergeneracional les ayuda a mejorar la salud y el bienestar, mejora su capacidad funcional, reduce la sintomatología depresiva, reduce el aislamiento, proporciona actitudes más positivas y optimistas frente a la vida, y es una plataforma para la asistencia mutua entre las generaciones (Pinazo-Hernandis, 2012, Pinazo-Hernandis et al, 2016; Pinazo-Hernandis y Pinazo-Clapés, 2018).
Sin embargo, para hablar de intergeneracionalidad no basta con que las generaciones estén físicamente juntas sino que lo que importa es qué hacer y qué hacer conjuntamente. Para que sea eficaz, para sacar su mayor rendimiento, para que se denomine “proyecto intergeneracional”, existen algunos elementos que deben estar presentes, además de aplicar las técnicas propias de la programación aludidas:
- Debe estar pensado con una cuidadosa planificación de actividades dirigidas a vincular generaciones en relaciones de intercambio y con beneficios para todas las personas implicadas (y, por ende, para su comunidad), incluyendo actividades con sentido (para ambas generaciones)
- La participación debe ser de personas de distintas generaciones y sin lazos familiares. El principio activo de los programas intergeneracionales es la relación entre distintas edades, la conexión entre generaciones con sus semejanzas y sus diferencias pues ahí radica la oportunidad de experiencia y fuente de aprendizajes, por la necesidad que tenemos los seres de establecer relaciones como seres sociales que somos.
- Las actividades deben estar bien enfocadas y tener sentido y significado para ambos grupos de edad, teniendo en cuenta sus intereses, capacidades y sentido.
- La planificación de actividades debe realizarse cuidadosamente y centrarse en el intercambio y con la idea de beneficiar a todos los que participan. El programa intergeneracional debe fortalecer los vínculos comunitarios y la promoción de una ciudadanía activa, apoyándose en recursos comunitarios ya existentes, generando redes comunitarias sólidas.
- Debe tener continuidad y consolidarse en el tiempo. Las relaciones no se construyen de una manera inmediata, sino que el tiempo de relación es algo determinante para una buena planificación. Las relaciones necesitan continuidad en los encuentros para que se puedan producir lazos.
- Las dos generaciones deben implicarse. Los participantes deben estar implicados en todos los procesos del programa, tanto desde su creación hasta la evaluación. Los actores principales de las dinámicas serán las personas que están en relación. Esto hace que los programas estén en evolución constante siendo un proceso dinámico y flexible, es decir, los programas son algo vivo al servicio de las personas y gira en torno a ellas.
El profesional intergeneracional tiene la responsabilidad de facilitar y gestionar que la experiencia de interrelación ocurra, brindando herramientas a las personas y teniendo en cuenta sus necesidades y sus saberes. - Debe producir beneficios mutuos y reciprocidad. Los encuentros intergeneracionales y las actividades buscan que todos los participantes sean protagonistas de las dinámicas de interacción con los otros. Los programas intergeneracionales bien planificados ayudan a eliminar el edadismo o estereotipos basados en la edad. El conocimiento mutuo y la conexión será eje principal para desmontar prejuicios y la desconexión entre generaciones.
- Debe ser adaptado a cada lugar. No hay un programa intergeneracional que sirva del mismo modo en todas partes. Por ello es necesario tener en cuenta la identidad social y cultural, los valores y el entorno social de los participantes y donde se desarrollan los programas intergeneracionales.
3. Las terapias no farmacológicas
Lo que nos dice la ciencia es que de momento aún no existe un tratamiento curativo de la enfermedad, pero sí se dispone de tratamientos farmacológicos y no farmacológicos que ralentizan la progresión de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias y enfermedades neurodegenerativas. Los tratamientos farmacológicos son específicos para el tratamiento sintomático de cada enfermedad y van dirigidos a paliar los síntomas cognitivos y a mejorar la neurotransmisión.
a) En el caso concreto de la enfermedad de Alzheimer, la acetilcolina es un neurotransmisor implicado en la memoria, el aprendizaje y la concentración. En personas con esta enfermedad , la concentración de acetilcolina puede ser baja. Los fármacos más utilizados son los anticolinesterásicos (donepezilo, rivastigmina y galantamina) útiles para fases de leve a moderada e inhibidores del NMDA (memantina) para fases de moderada a severa.
Actualmente se efectúan estudios con inhibidores de BACE 1 e inmunoterapias anti-mieloides. Los tratamientos farmacológicos son: precursores de acetilcolina; agonistas de receptores muscarínicos y nicotínicos; agonistas del sistema colinérgico; antagonistas del receptor N-metil-D-aspartato.
Fármacos como el donepezilo o memantina reducen de manera significativa los síntomas psicológicos y conductuales asociados a la demencia (SPCD) en personas con enfermedad de Alzheimer moderada.
b) Las personas con enfermedad de Parkinson tiene problemas de rigidez y lentitud de movimientos debido a una disminución en los niveles de dopamina. Esto se debe a que la zona del cerebro que regula la función motora depende de la dopamina. Por ello, uno de los medicamentos que se receta a las personas con enfermedad de Parkinson es la levodopa, un precursor de la dopamina para mejorar los síntomas motores.
Pero estos tratamientos tienen efectos secundarios que mayoritariamente se producen debidos al fármaco, es decir, al activar al sistema colinérgico, se producen efectos secundarios colinérgicos como calambres musculares, insomnio, fatiga, vómitos, náuseas, diarrea y anorexia…y muchos otros.
La mayor parte de las personas con demencia reciben psicofármacos como tratamiento prioritario y a veces único, pese a que los resultados obtenidos en los ensayos clínicos de mayor calidad han mostrado solo beneficios modestos, alto riesgo de iatrogenia y muchos efectos adversos graves. Las benzodiacepinas y los neurolépticos son los psicofármacos más frecuentemente prescritos en el medio residencial (aproximadamente 33% benzodiacepinas, 31% neurolépticos), según se desprende de diferentes estudios.
Existe un manejo excesivamente farmacológico de los SPCD, con un elevado riesgo de efectos adversos graves y una importante merma en la calidad de vida de las personas con demencia. A menudo se abusa de psicofármacos, sobre todo en las SPCD asociados a la demencia (Pinazo-Hernandis et al, 2020; Pinazo-Hernandis, 2021).
Las Terapias no Farmacológicas son intervenciones para mejorar la calidad de vida de las personas mayores con deterioro cognitivo. Son eficaces en el tratamiento de diferentes síntomas clínicos y tienen un papel relevante en la prevención primaria y secundaria.
Las terapias no farmacológicas tratan los síntomas cognitivos y psicosociales a través de programas multicompetentes que permitan introducir tanto terapias cognitivas, como musicoterapia, ejercicio físico, arteterapia, … y los programas intergeneacionales. El diagnóstico temprano de la enfermedad ayuda a mantener su calidad de vida, pero también ayuda la prevención y las intervenciones tempranas. Pero las terapias no farmacológicos, además de mejorar aspectos relacionados con la cognición, la capacidad funcional, el control de los síntomas conductuales y el estado de ánimo, también pueden aumentar los neurotransmisores.
Las Terapias no Farmacológicas no tienen efectos secundarios, y pueden ser muy útiles para reducir de manera significativa los síntomas psicológicos y conductuales asociados a la demencia (Pinazo-Hernandis, 2021; Pinazo-Hernandis et al, 2021).
4. Conclusiones
Las enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson producen un gran impacto sociosanitario, tanto por su frecuencia como por ser una de las causas más habituales de discapacidad en las personas mayores. Producen tambien un gran impacto personal, familiar y social.
Todas las causas que provocan estas enfermedades neurodegenerativas todavía son desconocidas, y por ello es difícil hacer prevención. Lo que sí se sabe es que existen factores de riesgo modificables, y factores protectores como la participación en actividades sociales y comunitarias que eviten el aislamiento social. Uno de los cambios que a menudo aparecen en los estados iniciales de la enfermedad de Alzheimer es la pérdida de interés, la pérdida de concentración; la incapaz de tomar decisiones. Es necesario crear espacios de relación que ayuden a las personas a encontrar significado en sus vidas.
El envejecimiento debe ser estudiado como fenómeno multi-generacional y no solo como un asunto de personas mayores. Las personas mayores tienen que buscar ese entorno social en el que interactuar con otras personas. En este contexto, están suscitando más atención las situaciones que implican más interacciones intergeneracionales (Sánchez-Martínez et al, 2015; Pinazo-Hernandis, 2023).
Los programas intergeneracionales pretenden que personas de distintas generaciones se encuentren unas con otras para llevar a cabo actividades intencionadas y mutuamente beneficiosas con las que promover un mayor entendimiento y respeto entre las generaciones, ayuda a forjar lazos de amistad que producen mejoras en nuestro cerebro, pero también contribuye a la creación de comunidades más cohesionadas.
¿A qué esperamos para construir verdaderas Sociedades para todas las Edades? Todos ganamos en calidad de vida.
Referencias bibliográficas
Dabbagh, V.O. (2023). Programas de intervención y diseño de investigación social. Guía de apoyo metodológico en el marco del modelo AICP. Núm.10 de la Colección Guías de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal.
Manzano-Palomo, S, De la Morena-Vicente, MA, Barquero, MS. (2006). Neurotransmisores en la enfermedad de Alzheimer. Revista de Neurología, 42 (6): 350-353. https://doi.org/10.33588/rn.4206.2005219
Pinazo-Hernandis, S. (2007). Introducción a algunos métodos y técnicas útiles para evaluar programas intergeneracionales (pp.49-65). En M. Sánchez-Martínez, M (2007) (dir). La evaluación de los programas intergeneracionales. IMSERSO.
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Pinazo-Hernandis, S., Agulló, C, Cantó, J, Moreno, S, Torró, Y, Torró, J. (2016). Compartiendo visiones sobre la educación. Un proyecto intergeneracional con séniors de la Universitat dels Majors y estudiantes de Magisterio. Educar, 57 (2), 337-357.
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