Un artículo de Pilar Jiménez Solís,
directora de Casa Marquès Salut Mental Fundació Vallparadís MútuaTerrassa
La población envejecida se incrementa rápidamente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo en la década del 2020 al 2030, la población de más de 60 años se incrementará en 1300 millones. Este crecimiento seguirá de manera exponencial.
Por otro lado, la incidencia de las personas afectadas de un Trastorno Mental Grave (TMG) sigue incrementando. La OMS sitúa el porcentaje de personas que sufren este tipo de trastornos entre el 2,5% y el 3% de la población. Por lo tanto, estaríamos hablando que en esta década tendríamos cerca de 40 millones de personas con TMG y más de 60 años.
Actualmente no existen recursos específicos para asistir a población envejecida con TMG. Es un colectivo con características diferentes a la población envejecida general que requiere de recurso específicos. Es un colectivo olvidado y como sociedad debemos dar respuesta a la unión de estas dos situaciones de dependencia que convergen.
Es necesario diseñar planes estratégicos de salud mental desde un enfoque biopsicosocial para dar respuesta a la atención de la población envejecida. Así, seguiremos velando por los derechos de las personas con TMG también cuando envejecen.
¿A qué nos referimos cuando hablamos Trastorno Mental Grave?
Nos referimos a alteraciones psiquiátricas crónicas que conllevan un grado variable de discapacidad y disfunción social. Según manuales diagnósticos como el CIE-11, estarían incluidos:
- Trastornos esquizofrénicos
- Trastornos esquizotípicos
- Trastorno bipolar
- Episodio depresivo grave con síntomas psicóticos
- Trastorno depresivo grave recurrente
Las personas que sufren un TMG presentan características comunes como mayor vulnerabilidad al estrés y/o déficit funcional en actividades de la vida diaria. La afectación funcional se debe a la sintomatología psiquiátrica y no a déficits cognitivos como puede pasar en las demencias. Cuando esta sintomatología es acusada requieren recursos como residencias de salud mental para fomentar la autonomía. Sin estos recursos específicos de TMG la sintomatología psiquiátrica se agrava impactando sobre la funcionalidad y la calidad de vida.
La atención a las personas mayores con Trastorno Mental Grave
Cuando las personas con TMG envejecen, requieren pasar de una residencia de salud mental a una residencia asistida y nos encontramos con personal sin formación en salud mental para acompañarlas. Suelen atenderse exclusivamente las características derivadas del envejecimiento centradas más en el cuidado asistencial, pasando a segundo plano el trastorno mental.
En muchos casos se incrementa la sedación quedando la clínica psiquiátrica camuflada. Tampoco se conoce la sintomatología negativa como la dificultad para iniciar y mantener conductas básicas o el retraimiento social atribuyendo el hecho de “no hacer” a elecciones personales y no a una expresión del trastorno. Es por esto que las personas con trastorno mental grave necesitan profesionales de atención directa con formación específica, así como una atención psiquiátrica continuada.
Si bien es cierto con la edad muchas características de la enfermedad resultan menos explosivas pese a que no desaparecen con la edad requiriendo siempre una atención especializada para detectar evolución de los síntomas como la detección de la sintomatología previa a un episodio agudo.
Por otro lado, la sintomatología crónica en TMG favorece el abandono de actividades básicas de la vida diaria. Este aspecto requiere un trabajo en fomentar la funcionalidad, el autocuidado, el sedentarismo y la inactividad general.
La ocupación del tiempo libre es un tema clave, en muchos casos la exacerbación de la sintomatología psiquiátrica va unida a un vacío de actividad donde el tiempo libre es ocupado en hacer crecer los pensamientos disruptivos propios de la enfermedad y creando un gran malestar que puede llevar un brote o fase aguda.
Tenemos un reto a corto plazo como sociedad y tenemos la responsabilidad de abordarlo. La esperanza de vida se ha incrementado para toda la población, incluyendo las personas con TMG. Históricamente las personas con enfermedad grave no llegaban en muchos casos a edades avanzadas, su esperanza de vida es mucho menor que la población general, se estima que viven 12 años de media menos, pero debido a los avances en todos los campos tanto de la salud física como mental este colectivo pasa a engrosar las cifras de personas mayores. Este éxito debe ir acompañado de recursos para atender a estas personas con esta doble excepcionalidad.
Necesitaríamos trabajar en torno a estos 4 pilares:
- RECURSOS: creación de residencias, centros de día donde se atienda a personas con enfermedad mental pero más dotadas de personal sanitario para atender también el envejecimiento.
- FORMACION: formación específica en salud mental para el personal de atención directa.
- INVESTIGACIÖN: creación de instrumentos específicos para la investigación de este colectivo
- POLÍTICA: implicación política para incluir este colectivo en los planes de salud mental.
El reto que tenemos frente a nosotros permitirá a las personas mayores con una enfermedad mental grave poder ser atendidos integralmente procurándoles una buena calidad de vida y garantizando sus derechos. Tenemos todo el trabajo por hacer.
Referencias:
Reimundez G. Las víctimas de una reforma inacabada. Rev Española Economía de la Salud. 2003;2:194.
Izal M, Montorio I. Gerontología Conductual. Bases para la intervención y ámbitos de aplicación. Madrid: Síntesis; 1999
Zavala G, M ; Vidal G, D ; Castro S, M ; Quiroga, P ; Klassen P, G . (2006). Funcionamiento social del adulto mayor. Ciencia y enfermería, 12(2), 53-62. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-95532006000200007