Un artículo de Yolanda Peregrín, departamento de Psicología;
Alicia Aranda y Laura Martínez, de Terapia Ocupacional,
Eva Mª Pordomingo, Animación Sociocultural de Los Nogales Puerta de Hierro,
en colaboración con Carmen Echave, Elena González y Olga Noblejas, alumnas en prácticas de 4ª de Psicología de la UAM
El creciente envejecimiento de la población española ha contribuido a la actualización cualitativa de los recursos asistenciales de atención a nuestros mayores. En este contexto, el modelo de Atención Centrada en la Persona (ACP) se postula como un método integrador frente al modelo tradicional. Uno de los objetivos principales de este modelo es minimizar el impacto emocional negativo que se puede producir en algunos mayores cuando tienen que ingresar en una residencia.
En ocasiones, este cambio puede afectar al bienestar emocional de las personas mayores, generando durante los primeros meses de estancia la aparición de distimia, un tipo de depresión leve que se caracteriza por un ánimo decaído y que puede afectar a la alimentación, al sueño y producir un sentimiento de desesperanza, entre otros síntomas.
La implementación del modelo ACP incluye la creación de unidades de convivencia basadas en una atención personalizada que permiten poner el foco en dos ejes principales:
- La atención a las personas basada en el conocimiento de su historia de vida, el respeto a la individualidad, la promoción de la autonomía y hábitos saludables y la protección de sus derechos.
- La atención al entorno físico y social crea espacios significativos, estimuladores de la actividad física, mental y social, en los que es imprescindible la colaboración de las familias, la apertura a la comunidad y la percepción de una organización empática y facilitadora.
De este modo, la presencia de distintas áreas de cuidados geriátricos como la psicología, la terapia ocupacional o la animación sociocultural, es fundamental para cubrir las facilitar la correcta adaptación del mayor al nuevo contexto y cubrir sus necesidades
Por ello, cuando ingresa un mayor en un centro, desde el departamento de psicología se debe realizar una evaluación inicial que permita conocer el estado cognitivo y emocional de la persona y se solicite la cumplimentación de la historia de vida para conocer en profundidad al nuevo residente. Asimismo, se le debe de asignar un profesional de referencia cuya función principal debería de ser el acompañamiento a lo largo del proceso de adaptación y al que puedan acudir en caso de necesitar asistencia.
Una vez recogida y analizada esta información, se debe determinar la unidad de convivencia más adecuada para la persona. Esta parte del proceso es fundamental para reducir la posibilidad de aparición de esa depresión reactiva al ingreso, logrando así una adaptación más progresiva.
Desde el departamento de Psicología de Los Nogales, por ejemplo, se facilita el acceso a terapias, tanto individuales como grupales, en función de sus gustos y preferencias. En estas sesiones se aportan herramientas y mecanismos de afrontamiento para la nueva situación, además de permitir un seguimiento del estado afectivo de la persona y de su ajuste a la nueva situación sin coste emocional.
Al mismo tiempo, el equipo de terapia ocupacional fomenta la independencia de la persona en las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria. Por este motivo, con el objetivo de conocer sus capacidades, deseos e intereses se realiza una valoración inicial exhaustiva.
Esta adaptación comienza en el espacio más íntimo del mayor que es su habitación, la cual se adapta a sus gustos y necesidades para fomentar la orientación espacio-temporal y personal. Dentro de la unidad de convivencia, se ofrecen diferentes actividades y talleres adaptados a las capacidades de cada persona. La realización de tareas significativas influirá en su motivación y, por tanto, en una buena adaptación al entorno. Por otro lado, la realización de actividades grupales favorece la socialización con personas con los mismos intereses.
Por su parte, desde la Animación Sociocultural las actividades que se llevan a cabo son las destinadas a cubrir las necesidades de ocio de las personas que viven en cada unidad de convivencia, ofreciéndoles tareas adaptadas a sus capacidades que les aporten sentimiento de satisfacción.
Del mismo modo, se facilita la apertura de los mayores a la comunidad, por lo que desde esta área se programan actividades intergeneracionales que faciliten el contacto de los mayores con otros sectores de la población, como niños o jóvenes, evitando el aislamiento social y favoreciendo el incremento de la autoestima y sentimientos de utilidad en los mayores que viven en residencias.
Así, con la información obtenida a través de la historia de vida, la entrevista con los familiares y con la persona residente, se adaptan las actividades a las nuevas necesidades, creando nuevos talleres que cumplan con las expectativas personales.
En resumen, todas estas adaptaciones estructurales y organizativas que implican la aplicación del modelo de ACP en los centros de mayores, permiten crear un ambiente facilitador de la adaptación de la persona mayor cuando ingresa en uno de ellos, minimizando así la posibilidad de aparición de un trastorno depresivo reactivo a la nueva situación.