Un artículo de Anna Rigat Puigmal,
fisioterapeuta del Centro residencial Torreblanca

Se define como “envejecimiento” el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que aparecen a consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos y que supone una disminución de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a los agentes lesivos que inciden en el individuo.

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El envejecimiento activo anima a las personas a conducir su vida cotidiana aprovechando al máximo las oportunidades que tienen al alcance de acuerdo con sus necesidades, capacidades y aspiraciones.

Por un lado, se trata de mantener la actividad personal, entendida tanto como la participación en los ámbitos familiares, comunitarios y sociales, como la realización de tareas físicas y mentales.

Por otro lado, incluye la prevención con la finalidad de retrasar la aparición y desarrollo de enfermedades y discapacidades que el envejecimiento provoca.

Como conseguir un envejecimiento activo

Hay ciertas recomendaciones clave para avanzar hacia un envejecimiento activo. A grandes rasgos, todos tienen en cuenta la mejora de la salud, el bienestar psicológico y emocional, las relaciones personales y la participación social.

Serían ejemplos más específicos cuidar la alimentación, controlar nuestro estado de salud, aprender a gestionar las emociones, dormir y descansar correctamente… Otro aspecto a trabajar para potenciar este envejecimiento activo es la realización de ejercicio físico.

Con el envejecimiento se modifica constantemente la estructura y el funcionamiento de nuestro ser como consecuencia del paso del tiempo. Físicamente, el aparato locomotor sufre un deterioro fisiológico en el cual se experimenta una pérdida progresiva de la fuerza muscular, llegando a ser de un 1% cada año de los 44 a los 55 años, de un 1,5% de los 56 a los 65 años, y a partir de aquí de un 2% en el año.

El ejercicio físico o la actividad física puede frenar este deterioro muscular en gran medida y constituye uno de los medios más importantes a utilizar en las personas de la tercera edad. Los beneficios y efectos de la actividad física no se acaban aquí, puesto que influye en todos los sistemas de nuestro cuerpo:

  • Mejora la capacidad pulmonar y la adaptación cardíaca al esfuerzo.

  • Influencia benéfica sobre el envejecimiento fisiológico. Influye en la regulación de grasas y azúcares a la sangre. Reduce la formación de cálculos urinarios y el nivel de ácido úrico. A la vez, mejora la actividad fibrinolítica, reduciendo el riesgo de enfermedad tromboembólica.

  • En el aparato locomotor mejora la fuerza y la flexibilidad, ayuda a frenar la anquilosis articular, aumenta la densidad ósea, prevenir la osteoporosis y reduciendo, por lo tanto, el riesgo de fracturas.

  • Estimula la actividad psicomotriz como los reflejas, el equilibrio, la coordinación, la orientación…

  • Incrementa la actividad cerebral, las funciones psicológicas y capacidades cognitivas en términos de memoria y de relaciones sociales, entre otras. Aparte, puede conseguir mejoras en el estado de ánimo en casos de depresión o de ansiedad e influye en el sueño.

La fisioterapia juega un papel clave al acompañar a nuestros usuarios en la hora de realizar ejercicio físico. La pauta de ejercicio físico para nuestros usuarios es totalmente personalizada, pues hay que tener en cuenta desde sus patologías de base a sus gustos y/o intereses. Serían algunos ejemplos de la realización de ejercicio físico en nuestro entorno:

  • Subir por las escalas en lugar de coger el ascensor.
  • Dar pequeños paseos por el exterior de la residencia.
  • Realizar sesiones de gimnasio grupal 2 veces/semana.
  • Realizar salidas más largas al exterior del pueblo.
  • Pedalear.
  • Trabajar en el huerto.
  • Bailar.

Todas estas actividades adecuadas en el estado de salud promueven un envejecimiento activo.