Un artículo de Beatriz Valles González,
profesora del Grado en Logopedia de la Universidad Internacional de Valencia (VIU)
En las últimas décadas se han producido diversos eventos que han permitido que los adultos mayores puedan vivir más y mejor. Por una parte, gracias a los avances en ciencias de la salud numerosas enfermedades pueden ser curadas o controladas.
Y, por otra, tenemos una gran cantidad de tecnología disponible que nos permite una mejor movilidad o poder oír y ver a pesar de los déficits que el envejecimiento acarrea, lo que hace posible mantenernos activos, viajar de manera autónoma y en algunos casos, hasta aplazar el retiro por varios años.
Los cambios tecnológicos han propiciado también una mejor atención logopédica en esta población. Generalmente cuando pensamos en un logopeda lo asociamos al tratamiento de algunos trastornos en los niños, nada más lejos de la realidad pues la actividad de este profesional se centra en favorecer una comunicación eficiente y en prevenir cualquier trastorno en la audición, en la voz o en el lenguaje de las personas en cualquier etapa de la vida.
En el caso de los mayores, las posibilidades diagnósticas actuales facilitan una evaluación objetiva de deficiencias auditivas como la presbiacusia, de limitaciones del procesamiento lingüístico por cambios a nivel cognitivo o de trastornos de la voz como la presbifonía.
Las limitaciones señaladas pueden alterar la capacidad de comprender los mensajes, especialmente en ambientes ruidosos, pero, además, pueden limitar la conversación al no poder expresar de manera clara o eficiente los contenidos lingüísticos, situación que se convierte en un riesgo para el aislamiento, retraimiento y en ocasiones para la apatía y la depresión.
Por todo esto, dentro de las acciones que favorecen el envejecimiento exitoso es necesario destacar los beneficios que los logopedas podemos traer a la vida de los adultos mayores, especialmente si se entiende la necesidad de considerar que una evaluación logopédica integral debe realizarse como parte las acciones rutinarias de un sistema de salud interesado en detectar cualquier limitación o cambio lo más pronto posible para ofrecer soluciones oportunas.
Muchos protocolos consideran necesario evaluar diferentes funciones tales como: la capacidad de oír, la comprensión del lenguaje, la producción de la voz, la comprensión de la lectura, entre otras, en cualquier persona a partir de los 60 años, sobre todo si se tienen antecedentes tales como hipertensión o haber desarrollado actividades profesionales con riesgo auditivo (como por ejemplo haber trabajado en fábricas sin control del ruido).
Otro beneficio de la atención logopédica es el que se obtiene en el área de la masticación y la deglución. Estas funciones pueden sufrir alteraciones en los mayores debido a numerosos factores, por lo que es conveniente que ante cualquier incomodidad al masticar y/o tragar se deba consultar con el médico y con el logopeda.
Definitivamente el envejecer no debe ser asumido como un proceso lleno de limitaciones o de pérdida de funciones, el momento actual nos permite ser optimistas y centrarnos como logopedas en ofrecer muchas soluciones prácticas que brindan oportunidades para la actividad plena y una mejor calidad de vida a las personas mayores.