Un artículo de Pilar Pérez Martínez, estudiante en prácticas del Máster de Psicología General Sanitaria en la Universidad de Villanueva
Supervisado por Carlota Sáenz de Urturi Gómez-Centurión (M-31299), Directora y neuropsicóloga de Cognitiva Chamberí
Las enfermedades neurodegenerativas son un conjunto de trastornos que afectan progresivamente las células del sistema nervioso, llevando a un deterioro funcional en diversas áreas del cuerpo y la mente. Enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) son algunas de las más comunes dentro de esta categoría.
Tras sufrir una afectación neurológica, ya sea a causa de una enfermedad degenerativa o a causa de un daño adquirido como el Ictus; es necesario trabajar para mantener el nivel de deterioro estable, evitando un empeoramiento en el primer caso y realizar una rehabilitación que permita recuperar al máximo posible las facultades de la persona afectada en el caso de un daño adquirido.
Debido a la etiología multifactorial de los trastornos, el tratamiento debe contar con un abordaje interdisciplinario, que permita la combinación de diferentes terapias con el objetivo de obtener resultados más favorables, ya que se trabajan todas las áreas afectadas, en contraposición a la realización de terapias únicas y aisladas.
La mano de una persona con una laptop
Para determinar el tratamiento más adecuado para cada persona es necesario hacer una evaluación exhaustiva en todas las áreas de intervención. Este enfoque involucra una colaboración entre diferentes profesionales de la salud, incluyendo neuropsicólogos, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas ocupacionales, con el fin de mejorar la calidad de vida de los pacientes y ralentizar, en la medida de lo posible, el avance de la enfermedad.
Este trabajo interdisciplinar permite que los objetivos terapéuticos sean coherentes y estén orientados a la recuperación del paciente, abordando no solo las necesidades médicas, sino también las necesidades sociales, emocionales y psicológicas.
Para ello, desde la neuropsicología se trabajará con el objetivo de estimular las diversas áreas afectadas para mantener y retrasar el avance de la enfermedad; a través de la terapia de estimulación cognitiva (EC).
La intervención neuropsicológica no solo se enfoca en la mejora cognitiva, sino también en la gestión de los estados emocionales, ya que el diagnóstico de una enfermedad neurodegenerativa puede generar un profundo impacto emocional en el paciente y en sus familiares. La ansiedad, la depresión y la desesperanza son sentimientos comunes.
Centrando la atención en el tratamiento fisioterapéutico, se observa que no solo resulta de gran utilidad para la rehabilitación motora, sino que también favorece la adquisición de destrezas relacionadas con actividades de la vida diaria que favorecen de manera directa tanto la esfera cognitiva como emocional de la persona debido a que proporciona mayor grado de autonomía y por consecuente de autoestima.
Debido al deterioro de las neuronas, la ejecución de movimientos que viene determinada por una conexión sistema nervioso y muscular, se afecta. Disminuye tanto la velocidad como el número de movimientos, así como su coordinación, llegando a dificultarse e imposibilitarse movimientos automatizados como son la marcha.
A pesar de que las necesidades terapéuticas varían en cada caso, algunas de las secuelas que pueden verse mejoradas son el dolor, las alteraciones del control postural y del equilibrio y las dificultades de la marcha. Desde este campo, se trabajará:
- El entrenamiento de actividades de la vida diaria como la capacidad para caminar, subir escaleras, levantarse y sentarse.
- La reducción del dolor y la rigidez a través de ejercicios de estiramiento, técnicas de masaje y terapia manual.
La logopedia es otro abordaje esencial, especialmente cuando la enfermedad afecta la capacidad de comunicación y deglución. Los pacientes con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson, pueden experimentar problemas en el habla, la comprensión verbal, la deglución (disfagia) y la respiración.
La pérdida de la capacidad para comunicarse de manera efectiva es una de las dificultades más frustrantes para los pacientes con enfermedades neurodegenerativas, que afecta de manera directa a su autoestima. Los logopedas trabajan para mejorar o mantener las habilidades de comunicación a través de ejercicios de habla o técnicas de respiración que proporcionan una sensación de control y autonomía.
La disfagia, o dificultad para tragar, es otro síntoma común en las enfermedades neurodegenerativas. Los logopedas ayudan a los pacientes a mejorar su capacidad para tragar mediante ejercicios específicos y adaptaciones dietéticas.
Por último, resulta fundamental la implicación del terapeuta ocupacional cuyo trabajo irá dirigido a capacitar a la persona para que pueda participar en las actividades de la vida diaria y lograr el mayor nivel de autonomía posible.
Se pone el foco de atención tanto en los aspectos más básicos, como el aseo, vestido, alimentación… hasta otros más complejos como la reinserción laboral y una adecuada participación social. Durante todo el proceso de trabajo se insta a la persona a tomar un papel activo que repercutirá en su grado de implicación con la terapia y de igual manera en los familiares; ya que las enfermedades neurodegenerativas no solo afectan al paciente, sino también a su entorno, que a menudo se enfrenta a retos emocionales, prácticos y financieros.
Por tanto, comprendemos que la neurorrehabilitación no busca solo frenar la progresión de la enfermedad, sino también apoyar a los pacientes y familias en su adaptación a los cambios que esta conlleva, proporcionando herramientas para vivir con dignidad, autonomía y bienestar durante el mayor tiempo posible.
En este sentido, el trabajo en equipo interdisciplinario es crucial para lograr los mejores resultados posibles en la atención y rehabilitación de personas con enfermedades neurodegenerativas.