Un artículo de Noelia Llera,
Directora de marketing, desarrollo de negocio y plataforma técnica de Albi

En la tercera edad, la alimentación no es solo una necesidad biológica, sino un acto cargado de emociones, recuerdos y vínculos sociales. Compartir una comida conecta a las personas mayores con su historia, tradiciones y seres queridos. Sin embargo, para quienes padecen disfagia (la dificultad para tragar alimentos o líquidos), este acto cotidiano puede convertirse en una fuente de ansiedad, frustración e incluso aislamiento.

Este trastorno, frecuente en la población mayor debido al envejecimiento natural o a enfermedades neurológicas como ictus, Parkinson o demencia, no solo afecta la capacidad física para alimentarse, sino que también tiene un impacto emocional profundo.

Geriatricarea- Geriatricarea- disfagia orofaríngea
La disfagia es un trastorno frecuente en la población mayor debido al envejecimiento natural o a enfermedades neurológicas

La disfagia transforma las comidas en una experiencia cargada de miedo y tensión. El temor a atragantarse, junto con la necesidad de depender de dietas modificadas como purés o líquidos espesos, puede generar una pérdida del disfrute y la autonomía que las personas mayores solían experimentar al comer. Además, muchas evitan comer en compañía por vergüenza, lo que refuerza sentimientos de soledad y desconexión social.

La dimensión emocional de la alimentación se ve especialmente afectada, ya que ciertos alimentos, como platos tradicionales o recetas familiares, son más que comida: son un vínculo con el pasado y un símbolo de identidad cultural que, al volverse inaccesible, puede provocar una sensación de pérdida profunda.

Desde Albi utilizamos técnicas de texturización que nos ayuda a crear “trampantojos” que faciliten la deglución a la vez que los alimentos no pierden sabor y siguen siendo atractivos a la vista.

En este contexto, la logopedia se convierte en una herramienta clave para mejorar no solo la seguridad al comer, sino también el bienestar emocional y social de las personas mayores. A través de ejercicios para fortalecer la deglución y técnicas que facilitan el manejo de texturas adaptadas, los logopedas ayudan a devolver la confianza y el placer en el acto de alimentarse.

Además, trabajan en la adaptación de las comidas, asegurando que sean seguras sin sacrificar su atractivo sensorial ni su significado cultural, permitiendo que los mayores sigan disfrutando de los sabores que forman parte de su historia.

El enfoque del logopeda va más allá de la rehabilitación física, ya que fomenta la participación de las personas mayores en los momentos de convivencia, adaptando el entorno y promoviendo la socialización durante las comidas. Esto permite que la alimentación vuelva a ser un momento de conexión y disfrute, en lugar de una experiencia limitada por el miedo o la frustración.

Abordar la disfagia de manera integral, atendiendo tanto las necesidades físicas como emocionales, es esencial para mejorar la calidad de vida en la tercera edad. La logopedia, junto con el apoyo de familiares y cuidadores, permite devolverle a la alimentación su significado original: un acto que nutre no solo el cuerpo, sino también el alma.