Un artículo de Susana Antolín Villegas, terapeuta ocupacional y coordinadora del servicio ocupacional,
y Juan José Almagro López, fisioterapeuta y coordinador del servicio de neurorrehabilitación ambulatoria,
ambos en el centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia.
La terapia ocupacional en personas mayores se enfoca en facilitar su participación en actividades cotidianas que les proporcionen sentido y propósito, utilizando actividades personalizadas y significativas. La fisioterapia, en cambio, ayuda no sólo a superar o mejorar diversas situaciones relacionadas con la edad, si no también, previene la fragilidad que sobreviene con la edad pudiendo evitar que derive en incapacidad.
Dado que cada persona tiene características únicas, el terapeuta debe diseñar intervenciones que se adapten a las habilidades e intereses individuales, desde la evaluación hasta la realización de las actividades. A través de diferentes técnicas y herramientas, se trabaja para superar desafíos y limitaciones, identificar actividades significativas que generen en ellos satisfacción personal y buscar oportunidades para participar en actividades que fomenten su bienestar emocional y social.
Además de los beneficios físicos y cognitivos, que son los más reconocidos en la terapia ocupacional, también es importante destacar el impacto positivo en la salud emocional de las personas mayores. Entre los ejemplos de este impacto se encuentran el aumento de la confianza al poder realizar actividades diarias de forma independiente, disminución del estrés asociado a las dificultades físicas o cognitivas, y participación social activa, lo que ayuda a disminuir el riesgo de aislamiento.
Mantener su capacidad de participar en actividades con las que disfrutan y ser autosuficientes contribuye a fortalecer su autoestima, al mismo tiempo que reduce el riesgo de sufrir depresión y ansiedad.
La fisioterapia en personas mayores tiene como propósito principal garantizar el mayor grado de autonomía el mayor tiempo posible. Más allá de los beneficios físicos que puede aportar, mejorando la marcha, recuperando y fortaleciendo la masa muscular, mejorando el control postural, mejorando la coordinación y el equilibrio a fin de evitar las caídas en la medida de lo posible, conlleva también beneficios psicológicos y a nivel cognitivo.
“El sedentarismo es el principal enemigo de un cerebro sano”. No podemos olvidar que el cerebro está irrigado por vasos sanguíneos que aportan oxígeno y nutrición, por lo que conservar y proteger la salud cardiovascular es fundamental para su salud.
Nunca es tarde para empezar a hacer ejercicio ni para cosechar sus muchos beneficios. Así lo recoge un estudio en el British Journal of Sports Medicine con 3.454 hombres y mujeres sanos con una edad media de 63 años que, tras cuatro años de actividad física regular sostenida, multiplicaban por 7 la probabilidad de tener un envejecimiento saludable. La actividad parece aumentar la capacidad del cerebro para regenerar neuronas, calmar la inflamación y mejorar la comunicación entre neuronas.
Los estudios epidemiológicos en adultos mayores muestran que el ejercicio regular reduce el riesgo de desarrollar Alzheimer. Y los estudios de imagen confirman que el volumen del hipocampo (una región del cerebro importante para el aprendizaje y la memoria) es mayor en los individuos que tienen una mejor condición física en comparación con sus compañeros sedentarios.
En definitiva, la fisioterapia y la terapia ocupacional pueden ayudar a prevenir el envejecimiento prematuro, así como hacer que los años de vida que están por venir sean de la mayor calidad posible.