Un artículo de Estefanía Martín Zarza
Psicóloga y máster en psicogerontología por la Universidad de Salamanca

Quién no ha vivido o conoce a alguien dentro de su entorno que ha vivido una relación especial con uno o varios de sus abuelos. ¿No merecen estos vínculos una atención también especial?
La demografía poblacional ha cambiado en las últimas décadas, marcada por un aumento de la esperanza de vida. Este hecho está permitiendo que en la actualidad:

  1. Abuelos y nietos puedan tener una relación más duradera en el tiempo
  2. Los abuelos puedan ejercer más tiempo su rol
  3. Los abuelos puedan ver a sus nietos llegar a la vida adulta y recibir de vuelta parte de la solidaridad que ellos les dieron cuando estos eran niños.

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La solidaridad entre personas de distintas generaciones es clave en el fomento de un envejecimiento activo

Esta tendencia desgraciadamente puede verse frenada en un futuro próximo debido a la postergación de la maternidad/paternidad y a la verticalización de las familias suponiendo esto un menor número de nietos disponibles para esta ayuda. Sin embargo, y sobre esto último, un estudio nos indica que si hay menos nietos, las relaciones que se establecen entre abuelos y nietos son más exclusivas y duraderas (Rico, Serra, Viguer, & Meléndez, 2000)
En los últimos años también nuestra sociedad ha experimentado una serie de cambios sociales como la aparición de nuevos modelos de familia, la incorporación de la mujer a la vida laboral, las largas jornadas laborales, el aumento de las familias monoparentales, entre otros.
Estos cambios sociales, en combinación con la presencia de unos limitados servicios formales que proporcionen cuidados a los niños, han dado lugar a que muchas personas abuelas se vean implicadas en la crianza y educación de los nietos, convirtiéndose así en una figura clave de sostén emocional y económico para las familias actuales (Megías & Ballesteros, 2011).

Tipos de abuelos

Nos encontramos en la actualidad con una gran heterogeneidad en el rol de abuelo, pues hay personas abuelas que trabajan mientras que otras están jubilados; las hay que conviven en la misma unidad familiar mientras que otras lo hacen en una distinta; las hay muy implicadas en el cuidado de los nietos mientras que otras no tienen apenas contacto con ellos; hay abuelos con 40 años mientras que otros superan los 100, etc.
Newgarten y Weinstein (1964) ya identificaron cinco estilos de ejercer “la abuelidad”: divertidos (caracterizados por emplear un estilo informal, relajado e indulgente con los nietos), formales (abuelos que asumen un rol tradicional, caracterizado por un estilo rígido y autoritario y con visitas frecuentes a los nietos), distantes (abuelos autoritarios que apenas tienen contacto con los nietos), de memoria histórica (abuelos guardianes de la memoria familiar) y padres subrogados (abuelos que asumen la responsabilidad del cuidado y educación de los nietos).
Los datos descriptivos de un estudio español (Pinazo & Montoro, 2004) indican que, en su mayoría, los nietos identifican como favorita la figura de la abuela, siendo la abuela materna la citada en primer lugar (55%), seguida de la paterna (20%). Cuando se le pregunta a personas abuelas con qué nietos mantienen más contacto, si con un hijo/a de un hijo varón o con un hijo/a de una hija mujer, los nietos por vía materna son elegidos el doble de veces (Triadó y Villar, 2000).

¿Qué beneficios aporta sentirse abuelo?

Para responder a esta pregunta partimos de que la solidaridad entre personas de distintas generaciones es clave en el fomento de un envejecimiento activo. Si el ser humano es social por naturaleza, el buen envejecer también lo es. Así, el contacto humano y la participación social dentro y fuera de las familias son dos elementos clave en un envejecimiento satisfactorio. Si a todo ello le sumamos que la relación intergeneracional está marcada por la genealogía, los lazos familiares y los sentimientos que todo ello conlleva, los beneficios pueden multiplicarse considerablemente.
Los datos publicados por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO, 2000), muestran que el 95% de las personas españolas que son abuelas muestran unos niveles elevados de satisfacción. La mayoría de ellas refieren que los nietos les ayudan a sentirse útiles, jóvenes, felices (Osuna, 2006) y además perciben mayores niveles de apoyo social (Muñoz-Pérez & Zapater-Torras, 2006).
Es más, Drew y Silverstein (2007) han encontrado una mayor presencia de síntomas depresivos en abuelos que han perdido el contacto con sus nietos, sobre todo cuando la pérdida tuvo lugar de una forma brusca. Además la tipología de “abuelos distantes” son los que mostraron un menor confort con su rol y una mayor distancia emocional con los nietos.
La calidad y satisfacción con esta relación abuelo-nieto viene mediada por la relación existente entre abuelos y padres. Es decir, si los abuelos tienen mala relación con sus propios hijos, será más complejo que mantenga una relación positiva y satisfactoria con sus nietos y viceversa.
Hace tiempo leí que cuando nace el primer nieto los abuelos nacen también, para amarlo, protegerlo sin la excesiva preocupación de una madre o un padre, y para enseñarle todo sobre el mundo. Muchos de ellos señalan querer a los nietos con la misma intensidad que han querido o quieren a sus hijos, convirtiéndose en unos hijos más.

¿Qué beneficios aporta sentirse nieto?

Los estudios sobre este vínculo nos señalan que la figura del abuelo es beneficiosa para el desarrollo global y el proceso de socialización de los nietos pequeños. Acercarnos a nuestros abuelos nos ayuda a desarrollar nuestra identidad, a sentirnos admirados e incluso diría yo, a sentirnos rodeados de un amor incondicional. Su papel es esencial en la trasmisión de valores morales y sociales, en la mediación o arbitraje entre padres y nietos, en el mantenimiento de los ideales familiares e incluso en la elección de las creencias religiosas/espirituales. Así mismo, los abuelos también se han propuesto (Hagestad, 1985) como un elemento de estabilidad en las crisis familiares.
La relación abuelo-nieto va cambiando a lo largo del ciclo vital, sobre todo por parte del nieto, destacando el distanciamiento durante la adolescencia de éste, ya que los jóvenes buscan en este momento mayor intimidad con sus iguales fuera de la familia. Aun así, la frecuencia del contacto es una de las variables que más influye en la satisfacción de los nietos con la relación, seguido de la posibilidad de realizar actividades de acompañamiento (conversar, pasear, visitar a familiares y amigos, discutir, tomar decisiones importantes, rezar) (Pinazo & Montoro, 2004). A pesar de pasar menos tiempo juntos, los nietos adolescentes siguen considerando a sus abuelos como figuras muy importantes en sus vidas (Attar-Schwartz et al., 2009).
Los nietos adultos cuando hacen un análisis en retrospectiva, consideran que sus abuelos les ofrecieron apoyo emocional, apoyo instrumental y financiero en su infancia. Cuando estos nietos llegan a adultos, son sus abuelos los que perciben que reciben mayor apoyo expresivo e instrumental que el que ellos pueden dar (Pinazo & Montoro, 2004). Es decir, se puede producir una inversión de cuidados, donde el nieto pasaría a ser quien brinda cuidados al abuelo.
En resumen, estamos ante una relación de solidaridad intergeneracional que se desarrolla y cambia a lo largo del tiempo para los dos implicados. Estamos ante una relación basada en el amor desinteresado y la transmisión de valores. Todos somos o llevamos con nosotros una parte de nuestros abuelos que ha influido en nuestro desarrollo pasado como personas, que marca sutilmente nuestro presente y que quizá determinará nuestro modelo de envejecer futuro.
Nota de la autora: La utilización de la palabra “abuelo” y “nieto” incluye tanto a las personas de género masculino como a las de género femenino, eligiendo este formato a pesar de ser menos inclusivo, para facilitar la lectura frente al uso repetitivo del símbolo ”@” o “/” , o de las palabras “personas abuelas” a lo largo de todo el texto.

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Sobre la autora: Estefanía Martín Zarza

Estefanía Martín Zarza es psicóloga y máster en psicogerontología por la Universidad de Salamanca. Fue cofundadora y es la actual secretaria de la Asociación Española de Psicogerontología. Ha desempeñado su labor como docente impartiendo cursos de formación destinados a trabajadores de centros gerontológicos, así como talleres de envejecimiento activo para personas mayores.
Actualmente es coordinadora del Experto Online “Buen Trato y Atención Centrada en la Persona Mayor” del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y trabaja como autónoma (https://psicologiza.com/) ofreciendo todo tipo de servicios al sector gerontológico: formación, psicoterapia, animación, consultoría, etc.