/p>>Publicamos un nuevo artículo sobre nutrición y personas mayores extraído de la Guía de Alimentación para Personas Mayores editada por el Instituto DanoneEn esta ocasión, los especialistas Beatriz Montero Errasquín y Alfonso José Cruz Jentoft, del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, analizan la alimentación de las personas mayores con enfermedad neurológica.
Aspectos prácticos: alimentación de mayores con enfermedad neurológica

Un artículo de Beatriz Montero Errasquín y Alfonso José Cruz Jentoft, del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
Los pacientes mayores con enfermedades neurológicas, especialmente las cerebrovasculares y neurodegenerativas, son un grupo de muy especial riesgo de presentar desnutrición o disfagia.
Por consiguiente, ante un paciente mayor que presente alguna enfermedad neurológica es imprescindible realizar una valoración nutricional adecuada y periódica para la detección precoz de las posibles alteraciones nutricionales, que permitirá a su vez una intervención rápida, antes de que la desnutrición produzca otros problemas graves de salud (infecciones, úlceras por presión).
A continuación, detallamos algunos consejos prácticos dirigidos a mejorar la alimentación de los enfermos con alteraciones deglutorias o trastornos de la conducta alimentaria para conseguir un estado de nutrición e hidratación adecuado, disminuir el riesgo de broncoaspiraciones y reducir la morbi-mortalidad asociada a la malnutrición.

Geriatricarea alimentación mayores con enfermedades neurológicas
Los mayores con enfermedades neurológicas, especialmente las cerebrovasculares y neurodegenerativas, son un grupo de especial riesgo para presentar desnutrición o disfagia

En general, a la hora de comer el paciente debe estar sentado y mantener una postura erguida con ligera flexión anterior del cuello. Es recomendable que no se tumbe en los 20-30 minutos posteriores a la ingesta.
Se deben evitar las distracciones durante las horas de las comidas, realizar una buena limpieza de la cavidad bucal antes y después de la alimentación, no insistir con cantidades grandes de comida cada vez (prefiriendo ingestas más frecuentes y de menos volumen) y enriquecer los alimentos (con huevos o lácteos si es posible, artificialmente si no lo es) para que las cantidades pequeñas aporten más densidad de energía y otros nutrientes.
Cuando existe algún grado de disfagia es preciso no mezclar consistencias líquidas con sólidas y proporcionar alimentos de fácil masticación, espesar y homogeneizar los alimentos (evitando alimentos secos que se desmigajen en la boca –como galletas o pan tostado–, alimentos de textura mixta –como la sopa de fideos–, y alimentos untuosos que puedan adherirse a la cavidad bucal –como patatas cocidas o bechamel–).
En presencia de trastornos de la conducta alimentaria pueden ser útiles algunas medidas sencillas, como permitir el consumo de alimentos con las manos cuando el paciente no recuerda cómo usar los cubiertos, masajear la mandíbula o las mejillas para estimular la apertura de la boca y situarse enfrente del paciente cuando se le alimenta para permitir la imitación. Es conveniente educar en estos aspectos al cuidador que alimenta al paciente habitualmente y al personal auxiliar de las residencias.
En pacientes con disfagia existen distintos ejercicios de rehabilitación bucolinguofaciales para mejorar la deglución. Estos se ejercen a varios niveles: labial (esconder los labios, apretarlos fuertemente, intentar juntar las dos comisuras labiales), lingual (mover la lengua en varias direcciones, empujar con ella las mejillas, tocarse el paladar), mandibular (intentar desplazar la mandíbula a ambos lados, hinchar y succionar las mejillas, abrir y cerrar la boca), dental (morder los labios con los dientes, simular la masticación) y respiratorio (soplar e inspirar, realizar apneas breves). En general, estos ejercicios serán realizados bajo el control de un logopeda.
Cuando la alimentación oral no sea posible, será necesario valorar cuidadosamente en cada caso la indicación de administrar una nutrición enteral, generalmente mediante una gastrostomía percutánea, ya que se trata de enfermedades crónicas en las que es previsible que, cuando se hace precisa, la alimentación enteral se prolongue durante meses o años.