/p>>geriatricarea Sara González Blázquez AmavirUn artículo de Sara González Blázquez
Jefe Médico de Grupo Amavir

 
Los ancianos son el sector de la población considerado como uno de los grupos más vulnerables y con mayor riesgo de sufrir carencias o problemas en su nutrición. Las alteraciones en su organismo de forma biológica, psíquica o social, influyen en gran manera en el desarrollo de su actividad diaria y en la necesidad de alimentarse e ingerir nutrientes.
Existen múltiples factores que inciden sobre la malnutrición de los mayores. Uno de los cambios más importantes que sufre el adulto mayor está relacionado con su propia composición corporal, que ve disminuida su masa muscular y las células de diferentes órganos o tejidos. Estos cambios físicos generan menor consumo metabólico y, por tanto, menor necesidad de energía, incidiendo esto directamente sobre la nutrición.
La reducción de masa muscular en mayores afecta a la movilidad, aumenta el riesgo de caídas y modifica negativamente la capacidad funcional. De la misma forma, afecta a las reservas de proteína, generando una pérdida importante de las mismas, y elevando el riesgo de malnutrición y disfunción del sistema inmune, condiciones muy prevalentes entre los ancianos.

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En el envejecimiento convergen una serie de factores que pueden favorecer la inapetencia

En el envejecimiento convergen una serie de factores que pueden favorecer la inapetencia de cada individuo por los alimentos. Paulatinamente se va produciendo una disminución sensorial que puede afectar a los principales órganos relacionados con la comida. La sensibilidad gustativa se reduce con la edad y lo mismo ocurre con la olfativa, en concreto, con la capacidad de identificar olores agradables.
La zona de la boca comienza a dañarse con la edad, tanto las piezas dentales como su inserción en el maxilar. El envejecimiento conlleva la disminución de la secreción de saliva y por tanto la sequedad de la boca, que dificulta tanto la masticación, la formación óptima del bolo alimentario y posteriormente, la deglución.
En los mayores existen con frecuencia enfermedades de larga duración que requieren de una dieta específica. Establecer este tipo de dietas puede contribuir a aumentar la monotonía y por tanto la inapetencia de comida, por lo que sus dietas no deben ser muy restrictivas en principio.
Las personas medicadas cuentan además con el riesgo de interacciones entre fármaco y alimento. Estas interacciones pueden afectar tanto al estado nutricional como al efecto terapéutico de muchos fármacos. Por ejemplo, los pacientes tratados con anticoagulantes orales pueden sufrir una disminución de la respuesta terapéutica si consumen de forma habitual alimentos ricos en vitamina K (verduras de hoja ancha)
Para garantizar en la medida de lo posible la buena nutrición en adultos mayores es necesario prestar atención a una serie de pautas, por ejemplo, varia el menú, comer despacio, tomar mayor cantidad de alimentos en el desayuno y menor en la cena, comenzar el día tomando fruta y fibra, y, no olvidar la ingesta de líquidos, comenzando al despertar y siendo lo recomendado 1,5-2 l al día.