La posibilidad de que una persona con diabetes desarrolle una herida o úlcera de pie diabético es de entre el 15% y el 25%, siendo la primera causa de hospitalización de personas con diabetes. La amputación de la extremidad (mayor o menor) es su principal complicación, no en vano el 85% del total de amputaciones que se realizan están directamente relacionadas con las heridas de pie diabético. No obstante, es posible una curación completa en aproximadamente el 90% de todas las úlceras mediante una atención adecuada, basada en un enfoque multidisciplinar.

geriatricarea úlcera de pie diabético
La guía Úlceras de Pie Diabético ofrece prácticos consejos y recomendaciones para la prevención, cuidado y tratamiento de estas heridas

Y para ello es imprescindible prestar una especial atención a factores de riesgo que pueden intervenir en el desarrollo de una herida o úlcera de pie diabético. En la guía Úlceras de Pie Diabético: prevención, cuidado y tratamiento, los especialistas de www.pacientesycuidadores.com destacan como principales factores de riesgo determinantes en el pronóstico y la evolución de lesiones en un pie diabético la falta de sensibilidad (neuropatía) y la insuficiente circulación sanguínea (enfermedad vascular periférica o EPV). También se debe prestar especial atención ante la infección de la herida, ya que puede pasar desapercibida y agravarse en caso de presentarse los factores de riesgo antes comentados.

Disminución o pérdida de sensibilidad

El término clínico para esta alteración es neuropatía, y es el factor de riesgo más frecuente en las personas con diabetes. Consiste en una afectación de los nervios, generalmente como consecuencia de un mal control de los niveles de azúcar, que puede derivar en una pérdida de la sensibilidad (neuropatía sensorial), y/o alteraciones funcionales en el pie (neuropatías autonómica y motora).
La falta de sensibilidad en los pies provoca que no sienta dolor, y por tanto, no reaccione ante estímulos normalmente dolorosos como un roce excesivo en el calzado, un punto de presión continuo causado por algún cambio en la morfología del pie, una exposición excesiva a fuentes de frío o calor (braseros, estufas, etc.), la piel agrietada o una ampolla. Estas agresiones pueden provocar fácilmente la aparición de una úlcera o herida que será difícil de cicatrizar, la cual podrá verse agravada con rapidez ante la dificultad en la percepción de las señales de alarma en respuesta a complicaciones como la infección.
Exploraciones habituales

  1. El médico comprobará si el paciente padece algún tipo de falta de sensibilidad en sus pies mediante sencillas exploraciones indoloras:
    – Prueba con el monofilamento Semmes-Weinstein: se realiza aplicando un pequeño filamento en distintas áreas de los pies para comprobar su sensibilidad.
    – Diapasón: es un dispositivo para comprobar la sensibilidad a la vibración.
    – Biotensiómetro: aparato para evaluar la sensibilidad vibratoria.
  2. También deberá evaluar deformidades en el pie causadas por la neuropatía motora (desde dedos contraídos hasta alteraciones más severas). Estas deformidades pueden modificar los apoyos del pie y los puntos de contacto con el calzado, lo cual también puede favorecer la aparición de heridas y dificultar su posterior cicatrización.Para un mejor diagnóstico, pueden requerirse pruebas complementarias como:

– Rayos X: para ver la estructura de los huesos y buscar deformidades (en especial, una alteración conocida como Pie de Charcot).

– Resonancia Magnética: si el médico sospecha que una alteración vista en los rayos X se puede deber a una infección del hueso (osteomielitis), utilizará la resonancia magnética para establecer un diagnóstico adecuado, y un tratamiento específico.

  1. La presencia de piel seca agrietada, durezas (hiperqueratosis) o callosidades es indicativo de neuropatía autonómica. Estas grietas o durezas favorecen la formación de heridas y dificultan su posterior cicatrización. Aspectos que, sumados a la disminución de defensas naturales como el sudor, pueden favorecer una mayor exposición a las infecciones.
Mala circulación sanguínea

A menudo, las personas con diabetes padecen constricción y falta de elasticidad en los capilares y vasos sanguíneos pequeños (micro-angiopatía), que en ocasiones va unida a una enfermedad vascular de los grandes vasos sanguíneos (arterias) por debajo de la rodilla (macro-angiopatía)
El término clínico para esta alteración es enfermedad vascular periférica (EVP) y produce, en consecuencia, un aporte deficiente de oxígeno (hipoxia), o que no llegue una cantidad suficiente de sangre (isquemia) a los pies.
Algunos de los síntomas que pueden indicar la presencia de esta enfermedad vascular son el dolor o los calambres en las piernas. También un aspecto pálido o un color azulado de la piel, la temperatura fría o la falta de vello pueden indicar mala circulación.
Exploraciones habituales
La prueba más habitual para determinar si el aporte de sangre es el correcto es palpar el pulso en el pie o medir el índice tobillo-brazo, es decir, comparar la presión arterial de sus tobillos con la de sus brazos con un doppler.
El médico también realizará otras pruebas para comprobar el nivel de oxígeno de la sangre que llega a sus pies. Hay que tener en cuenta que un aporte de sangre u oxígeno insuficiente complicaría la cicatrización de la herida y, por lo tanto, la probabilidad de una buena respuesta al tratamiento. Estas circunstancias también comprometen la correcta respuesta del organismo ante la infección.
Por ello, si en la exploración del médico detecta problemas en la circulación (isquemia) o en el nivel de aporte de oxígeno (hipoxia), se remitirá al paciente a un cirujano vascular para una evaluación adicional, y si fuera necesario, una intervención para recuperar el aporte sanguíneo normal a sus pies (revascularización).

La infección de la herida

Hay que tener en cuenta que las personas con diabetes a menudo tienen un sistema inmunitario debilitado y, por tanto, las infecciones son complicaciones comunes en úlceras de pie de diabético. A su vez, la infecciones están íntimamente relacionadas con un mal pronóstico y suponen un riesgo potencial para su seguridad.
El diagnóstico de una infección puede resultar complicado para los profesionales sanitarios, ya que en ocasiones no existen signos clínicos evidentes. Además, la falta de sensibilidad en el pie oculta la intensidad del dolor que usted pueda sentir, disminuyendo o retrasando su alarma ante esta complicación. Es por ello que se debe estar muy alerta ante cualquiera de los posibles síntomas de infección (dolor, fiebre, enrojecimiento, inflamación, pus, olor, etc.), o incluso si aparecen signos más sutiles como el deterioro de la herida y/o dolor en un pie normalmente indoloro.
Ante la sospecha de infección o cuando la herida haya permanecido abierta durante períodos de tiempo extendidos y/o no haya respondido a las terapias locales de forma adecuada, el médico puede tomar una muestra del tejido para realizar un cultivo (biopsia) y recetarle un antibiótico.
Si la infección no se detecta a tiempo es posible que pueda evolucionar rápidamente a una infección profunda y derivar en infecciones graves como la gangrena. En ocasiones la infección incluso puede afectar al hueso que hay detrás de la úlcera (osteomielitis), situaciones que pueden requerir un tratamiento quirúrgico o amputación (menor, si afecta sólo a dedos o pie; o mayor, cuando afecta a la extremidad). Para diagnosticar o descartar la infección del hueso se puede realizar la llamada prueba de sonda-a-hueso, en combinación con rayos X (radiografía de la zona afectada).
El correcto control de la infección resultará así un aspecto clave para evitar la necesidad de amputación. En los casos más extremos donde ésta fuera necesaria la decisión deberá ser tomada lo antes posible, puesto que la eliminación quirúrgica de la parte del hueso que se haya visto afectada (amputación menor), si se detecta a tiempo, puede ayudar a evitar que se vea implicado todo el pie o la extremidad, evitando así la necesidad de una amputación mayor.

Programa de prevención

Aproximadamente el 50% de los pacientes vuelven a sufrir una úlcera de nuevo en un período de 2 años, y un 70% en 5 años. Este porcentaje se puede reducir con un programa de prevención basado en:
· Un estilo de vida correcto (una alimentación sana, no fumar, controlar el sobrepeso, etc.).
· La utilización de un calzado apropiado.
· El alivio correcto de la presión en las zonas de riesgo, mediante el uso de plantillas ortopédicas a medida (prescritas por un especialista en pie diabético).
· Un seguimiento minucioso con visitas de control frecuentes al especialista de pie diabético.
Los interesados pueden descargar y consultar la guía Úlceras de pie diabético: prevención, cuidados y tratamiento aquí.