/p> class="site-title">Por Silvia Adame Fernández, Psicóloga. Máster en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores – Autora del blog  Envejecimiento Saludable

Este artículo va dirigido, especialmente, a los cuidadores, formales e informales, de personas mayores dependientes que viven en sus casas (también se puede aplicar a mayores que viven en centros).
Hay muchas personas mayores que pasan la mayor parte del día en casa, sin salir. Aquellos que viven en casa, muy probablemente, tienen muy poca actividad, física, social y mental. Estas personas pasan el día sentadas, viendo la televisión, sin estimulación. El día se hace aburrido, monótono. Ya sabemos que cuanto menos hacemos, menos ganas tenemos, por lo que la apatía (falta de motivación o entusiasmo) aumenta cada día. Esta falta de actividad, de motivación, de acción, puede llevar a una depresión establecida.
Los cuidadores debemos hacer lo que esté en nuestra mano por mejorar la vida cotidiana de esta persona, familiar o usuario, que nos está pidiendo a gritos que hagamos algo.
Pero, ¿qué puedo hacer yo si esta persona no tiene ganas de nada y ha perdido la ilusión por la vida?
En muchas ocasiones, no sabemos qué preguntarle, estamos cansados con tanto trabajo, no tenemos tiempo de pararnos a hablar un ratito, de realizar algún juego, un sinfín de «límites» que obstaculizan un cuidado con esencia.
En primer lugar, podemos comenzar por pequeños detalles, pequeñas actuaciones positivas en el cuidado, que no nos llevarán mucho tiempo. Por ejemplo:
– En el aseo:
Utilizar un perfume agradable y de adulto. Con esto quiero decir no usar la típica colonia fresca de bebés, que tanto he visto usar con mayores.
Seguro que nuestro mayor tiene bastante ropa elegante colgada en el armario. Si apenas sale de casa, ¿para qué la quiere ahí guardada? Pongámosle algo elegante (tampoco me refiero a ropa de boda). ¿Por qué no ha de ir bien vestido a diario? Esto hará que se sienta mejor consigo mismo, influyendo positivamente en su autoconcepto. Además, es un buen momento para hacerle cumplidos y, con estas acciones estamos promoviendo que las posibles visitas también le hagan algún comentario sobre su buen aspecto.
Si, además, les damos el peine para que se peinen por sí mismos, que se echen el perfume, los incitamos a que ellos mismos se aseen, en la medida de lo posible, y les apremiamos por ello, estaremos fomentando su autonomía y autoestima.
– Alimentación:
Ya que tenemos que cocinar algo para ellos, ¿por qué no algo que realmente les guste? Su comida favorita, algún postre que le saque una sonrisa (arroz con leche, por ejemplo). Y, si vamos más allá, ¿por qué no nos interesamos por cómo lo cocinaba ella (o su mujer) e intentamos cocinar de un modo más parecido y que le traiga recuerdos positivos? Pensándolo bien, además aprendemos otro modo de realizar el mismo plato. También podemos comprar de vez en cuando algún alimento que sabemos que le gusta mucho.
– Aspectos relacionales y actividades:
¿Le preguntamos a menudo como se siente? Si está triste o desganado, ¿porqué? ¿Qué le apetece hacer? Si quiere hablar de algo en particular, si quiere que ordenemos sus cosas… Podemos interesarnos por su persona, preguntarle por sus aficiones, que nos pueden dar ideas sobre qué actividades podemos realizar juntos. Por ejemplo, si le gustan mucho las plantas, salir al patio de la casa o balcón e intentar que él/ella colabore en las labores (plantar semillas, transplantar, regar, cortar, etc.).
Es importante llevarlos a dar paseos al aire libre porque, a la vez que le da el sol, tan beneficioso, también fomentamos que se relacione con otras personas. Si nos cruzamos con vecinos, tratar de iniciar y mantener una conversación, podemos acercarnos a un parque, e intentar conversar con niños, adultos, etc.
En casa, también podemos hacer juegos de palabras: decir palabras que empiecen o terminen por tal o cual sílaba, palabras relacionadas con algún significado, etc.
Cuanta mayor actividad física, social y mental tenga, más lento será el deterioro, se encontrará mejor de ánimo, la convivencia o el cuidado se hará más llevadero y de un modo más saludable para ambos, y seremos más felices. Si las actividades son agradables para él/ella, acabará proponiéndonos a nosotros las actividades, lo cual significará que su vida tiene sentido y tiene ganas de vivir y disfrutar.
Por otro lado, a estas edades tienen muchos dolores, si están entretenidos con actividades significativas para ellos, ni se acordarán del dolor.
Entiendo que muchas veces, el cuidar se hace pesado, nos cuesta entendernos con nuestro mayor, no entiende que nosotros también tenemos una familia y, al final, acabamos cansados y desmotivados. Debemos entender también a nuestro mayor. Ponernos en su lugar. ¿Cómo te sentirías si tuvieras que pedir ayuda cada vez que necesites ir al baño o beber agua, en lugar de ir tú solo/a cuando te apetezca, si tuvieras que permanecer sentado/a hasta que te ayuden? ¿Cómo te sentirías si no pudieses decidir dónde colocar tus objetos personales en tu propia casa? ¿Cómo te sentirías si manejasen tu dinero sin consultarte? Es una gran pérdida de control sobre tu propia vida y, ello crea sentimientos negativos, como falta de control sobre tu propia vida, sentimiento de inutilidad, sentimiento de ser una carga para las personas que quieres, etc. Es muy importante tener en cuenta todo esto antes de dar una mala contestación a nuestro mayor. Debemos comprender que no se siente precisamente bien.
Con lo cual, dar los buenos días con una sonrisa y decirlo con la boca bien abierta es muy importante. Minimizar las quejas a los achaques, comentarles todo aquello que nos gusta de ellos («me gusta hablar contigo sobre estos temas», «¡me encanta este perfume!», «¡qué bien te sienta esta camisa!).
Espero que estos consejos sirvan de algo, ya que no quitan demasiado tiempo.
Es importante hacer positiva nuestra labor en el cuidado.

Silvia-Adame-FernandezSobre la autora:

Silvia Adame Fernández

Silvia Adame Fernández es Licenciada en Psicología y Máster en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores por la Universidad de Granada. Trabaja desde la perspectiva de la psicología positiva, fomentando la afectividad positiva en las actividades diarias. Posee experiencia profesional como Psicogerontóloga en diversos centros como Residencial Costa Nevada, la residencia de mayores y unidad de estancia diurna Nuestra Señora de Fonseca y la Unidad de Estancia Diurna y Nocturna UED Los Tulipanes. Además ha sido Psicóloga docente en curso de «Manejo del estrés y la ansiedad ante la enfermedad de Alzheimer» de Enar Consultores y ha ejercido como Psicóloga voluntaria en Cruz Roja Española.
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