Por Silvia Cabrera, Psicóloga y autora del blog silviacabrerapsicologia

Los cambios en la actividad sexual en las personas mayores no pueden ser explicados únicamente por factores fisiológicos, hay múltiples factores psicosociales que influyen en la expresión de la misma.
Desde el punto de vista fisiológico, los procesos de envejecimiento sexual comienzan hacia los 30-35 años siguiendo un proceso lento y muy variable de unas personas a otras. En los hombres el declive sexual es lento y gradual, mientras que en las mujeres está biológicamente determinado por la menopausia.
En ambos sexos hay modificaciones en las etapas de la respuesta sexual, pero ningún cambio fisiológico impide el placer sexual pleno (López, F. et al, 2005). Por lo tanto, más que la edad, son los factores psicosociales los que determinan el descenso o la insatisfacción de la actividad sexual durante esta etapa del ciclo vital.

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La sociedad niega la sexualidad de las personas mayores y critica a los que manifiestan interés

El factor más importante es la actitud de la persona mayor hacia los cambios fisiológicos normales. Nuestra sociedad impone un modelo social joven, en el que la actividad sexual tiende a equipararse a la actividad coital, dejando en un segundo lugar la función comunicativa-afectiva y la sensual-placentera del sexo. Teniendo en cuenta éstas dos últimas dimensiones, la sexualidad no tiene porqué sufrir un menoscabo en esta edad. Su expresión varía a nivel cuantitativo y cualitativo (López, F. et al, 2005)
Es necesario un cambio en el modelo social dominante, en el que el coito no sea el elemento central de la relación sexual. Este modelo provoca que la disminución de la actividad coital sea percibida como el fin de la actividad sexual y que cualquier otra manifestación de la sexualidad parezca incompleta (García, J.L., 2005).
Por otro lado, el modelo corporal que se considera atractivo es el joven. Los cambios en la figura corporal se viven de forma negativa y se interpretan como una pérdida del atractivo sexual (López, F. et al, 2005). Además, a esto último habría que sumar la represión social que se hace de la sexualidad en la vejez. La sociedad niega la sexualidad de las personas mayores y critica a los que manifiestan interés (Muñoz, R., Alarcón, E., Berasain, G., Boid. J. Conejeros, O., 2002).
No podemos olvidar tampoco la educación sexual recibida. Tal y como proponen Sánchez y Olazábal (2005) la conceptualización del sexo está basada “funcionalmente en la procreación, topológicamente con la genitalidad, jurídicamente con el matrimonio, conductualmente con la heterosexualidad, sexualmente con el varón y cronológicamente con la edad joven y adulta.”
La organización de los centros geriátricos ignora, también, las necesidades sexuales de las personas mayores. Las normas de la mayoría de centros geriátricos impiden cualquier tipo de manifestación íntima al carecer de habitaciones individuales. Además, Elaine Steinke (1997), en su estudio sobre los conocimientos de los profesionales de la salud sobre la sexualidad en personas mayores, encontró un profundo desconocimiento sobre el tema y sobre las actuaciones que podían seguir con los adultos mayores. La convivencia con la familia extensa también puede dar lugar a una falta de privacidad (Lorenzo, C., 2004).

Gozar o no de pareja explica, en mayor medida, la abstinencia sexual, sobretodo en la mujer por la mayor esperanza de vida (Lorenzo, C. 2004). Además es una generación a la que se le impone la teoría de la media naranja (López, F. et al., 2005)
La jubilación es otro de los factores importantes, que en este caso afectaría más al varón. Puede conllevar una disminución de la actividad física y mental o una ruptura con la red de relaciones sociales (Lorenzo, C., 2004; López, F. et al, 2005) afectando a la salud física y psicológica y también a la sexualidad. En algunas parejas también se pueden generar nuevos conflictos al compartir más tiempo juntos.
Por todo ello es necesario confeccionar programas de educación sexual orientados a personas mayores, que permitan compensar, potenciar y reeducar la información recibida sobre los cambios que se producen en esta etapa, que incidan en los factores psicosociales, con el objetivo de conseguir una mayor adecuación a los mismos y, en definitiva, que permitan que las personas mayores puedan ver satisfechas sus necesidades de afecto e intimidad.
El contenido de este artículo forma parte de la investigación que realicé en mi proyecto de máster. Puedes acceder a la investigación completa aquí.
Fuentes:
  López, F.; Olazábal J.C. Sexualidad en la vejez. Madrid, Pirámide. 2005
  García J.L. (2005). La sexualidad y la afectividad en la vejez. Madrid. Portal Mayores, Informes Portal Mayores, 41.
  Muñoz, R., Alarcón, E., Berasain, G., Boid, J.; Conejeros, O. (2002). Tipo, frecuencia y calidad de las relaciones sexuales en la tercera edad. Ars Médica, 18, 8.
  Lorenzo, C. (2004). La sexualidad en la tercera edad. Centro Universitario José Martí Pérez. Sancti-Spiritus. Cuba

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Sobre la autora: Silvia Cabrera

Silvia Cabrera es Psicóloga (col. COPC nº 16477) y Máster en Psicogeriatría en la Universidad Autónoma de Barcelona. Formación de Posgrado en Terapia Sexual y de Pareja en el Instituto Superior de Estudios Psicológicos y en Trastornos de Aprendizaje y TDAH. Actualmente y desde hace más de siete años trabaja cediendo sus servicios profesionales a diferentes centros privados en Barcelona como psicogeriatra y psicóloga infanto-juvenil.