/p>La asistencia familiar es uno de los pilares fundamentales en la atención a las personas que sufren úlceras venosas. No en vano, “el ratio de curación de los pacientes está directamente relacionado con la implicación de la familia en el tratamiento de esta dolencia”, tal y como apunta el doctor Josep Marinel·lo Roura, miembro del Capítulo Español de Flebología y Linfología de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular – SEACV.
geriatricarea úlceras venosas
La implicación de la familia favorece el tratamiento de las úlceras venosas

Entre el 3 y el 5 por ciento de las personas mayores de 65 años padecen úlceras venosas, un porcentaje que va al alza en nuestra sociedad y es considerado un importante foco de preocupación por parte de los profesionales, porque no se ha terminado de establecer un tratamiento completo desde el punto de vista asistencial.
A ello hay que unir el alto nivel de cronicidad que tienen estas lesiones en las personas que las padecen, no en vano las úlceras que se tratan en España llevan abiertas de promedio unos 22 meses, y “un tercio de las que se curan reaparece durante el año”, alerta el doctor Josep Marinel·lo.
De todas las úlceras, entre un 40 y un 50% permanecen activas por un periodo no inferior a seis meses, y un porcentaje similar supera el año de evolución, mientras que alrededor del 10% alcanza los cinco años. Según el doctor Marinel·lo, esto podría deberse a que estas dolencias están muy disgregadas en lo que a su tratamiento se refiere. “Lo fundamental es crear equipos multidisciplinares de enfermería y angiólogos para trabajar conjuntamente en la cicatrización de estas lesiones”, afirma este experto que recuerda que “una úlcera venosa no es más que una herida que se cronifica”, y en muchas ocasiones viene derivada de una insuficiencia venosa no tratada a tiempo. La mejor estrategia para hacer frente a la lesión está en la terapéutica de la compresión, ya sea mediante vendajes o medias de compresión.
Las úlceras venosas suponen importantes alteraciones en la calidad de vida de las personas que la sufren. La primera es el olor, que afecta a las facetas personales y de relación de la persona a la que frena en su actividad diaria porque tiene miedo a hacer el ridículo por el mal olor de las úlceras. Por otra parte se encuentra el dolor, que es muy crispante y a medida que avanzan los años se tolera con una mayor dificultad. Además, otro foco de posibles problemas es el propio vendaje, puesto que las curas se deben renovar en un periodo no superior a las 48 horas. Y cada cura comporta un dolor intenso para el paciente que se trata de mitigar con elementos como caramelos con un compuesto de mórficos que, en la mayoría de las ocasiones, no funcionan.