Y es que, tal y como recuerdan los expertos, mientras que los ancianos suelen padecer diversas enfermedades crónicas los sistemas sanitarios están actualmente enfocados en detener y tratar las patologías agudas de forma individual.
En este sentido, el director del departamento de Envejecimiento y Vida de la OMS, John Beard, comenta que «los sistemas de salud de todo el mundo no están preparados para las poblaciones mayores. Todas las personas en todos los niveles de atención sanitaria y social, desde los profesionales sanitarios hasta los altos directivos, tienen un papel que desempeñar a la hora de ayudar a mejorar la salud de los mayores».
En su opinión, «los sistemas de salud deben satisfacer las necesidades de las poblaciones mayores y brindar atención continua sobre los asuntos que importan a las personas mayores: dolor crónico y dificultades para oír, ver, caminar o realizar actividades diarias». «La atención integrada puede ayudar a fomentar el crecimiento económico inclusivo, mejorar la salud y el bienestar, y garantizar que las personas mayores tengan la oportunidad de contribuir al desarrollo, en lugar de quedarse atrás», concluye Beard.
Y para afrontar este gran reto algunos países ya están realizando estrategias «inteligentes», guiadas por la Estrategia Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud de la OMS. Así, por ejemplo, Brasil ha implementado evaluaciones integrales y ha ampliado sus servicios para adultos mayores; Japón ha implementado un seguro de atención a largo plazo para proteger a las personas de los costes de la atención; y en Tailandia se está reforzando la integración de la atención sanitaria y social lo más cerca posible de donde viven las personas.
Otras iniciativas interesantes se están llevando a cabo en Vietnam, que está apostando por un sistema integral de atención de la salud y por un gran número de centros de atención de la salud de ancianos para satisfacer mejor las necesidades de las personas mayores en sus comunidades; en Mauricio, donde el Ministerio de Salud proporciona cobertura de salud universal para adultos mayores, incluyendo una red de centros de salud y clínicas de Atención Primaria con servicios más sofisticados en los hospitales; o en los Emiratos Árabes Unidos, país que apuesta por la creación de ciudades más amigas de la edad para satisfacer las necesidades de salud de las personas mayores.
Desde la ONU se advierte que cerca de 700 millones de personas en el planeta tienen ahora más de 60 años, y se prevé que este colectivo llegue a los 2.000 millones en 2050, lo que supone una de cada cinco, más de un 20% de la población mundial. Y es que la composición de la población mundial ha cambiado «de manera espectacular» en los últimos decenios, indica la ONU en un reciente estudio, debido fundamentalmente a que la esperanza de vida en todo el mundo ha aumentado de los 46 años de 1950 a los 68 años de 2010, y está previsto que aumente hasta los 81 años a finales de este siglo.
Naciones Unidas subraya que, por primera vez en la historia de la humanidad, el planeta tendrá más personas mayores de 60 años que niños en 2050. Hasta entonces, el mayor y más rápido aumento se producirá en los países en desarrollo, puesto que Asia es el continente con más personas de edad y África se enfrenta proporcionalmente al mayor crecimiento demográfico.
Ante este panorama desde la ONU se aboga por prestar mayor atención a las necesidades particulares de las personas de edad y los problemas a que se enfrentan muchas de ellas. También se hace hincapié en la discriminación por envejecimiento y el abandono y maltrato de las personas mayores, que es «una actitud frecuente y perjudicial que se basa en el supuesto de que es una norma social y, por tanto, aceptable». Esta marginación «es una realidad en la mayor parte de las sociedades, de una forma u otra, y se materializa en las actitudes de los individuos, las prácticas institucionales y normativas, y la representación mediática. Todas ellas devalúan y excluyen a las personas mayores», denuncia la ONU.
Y es que esas formas de discriminación, de cómo las personas de edad son tratadas y percibidas por sus sociedades, incluso en los ambientes médicos y centros de trabajo, crean entornos que limitan su potencial y afectan a su salud y bienestar, de modo que «el fracaso para hacer frente a esta discriminación socava los derechos de las personas mayores y dificulta su contribución a la vida social, económica, cultural y política».