Las personas mayores son un grupo de alto riesgo ante la ola de calor que sufrimos estos días, ya que el golpe de calor más difícil de reconocer en el adulto mayor, tal y como advierte la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), que recuerda que la prevención es fundamental.
La SEGG recuerda que los mayores de 65 años corren más riesgo de sufrir un golpe de calor, al tener una sensación reducida de calor y por lo tanto su capacidad de protegerse es menor.
Además, hay que añadir que también es menor la percepción de sed, causando un alto riesgo de deshidratación, especialmente en los mayores que sufren una enfermedad neurodegenerativa, sobrepeso, enfermedades crónicas o tienen medicación. Sin olvidar los casos en los que la dependencia física dificulta el cambio de vestimenta, y la adaptación del entorno.
Cabe recordar que golpe de calor se produce cuando la temperatura de nuestro cuerpo rebasa los 41 grados, dando lugar a una hipertermia, superando los mecanismos de regulación térmica de los que dispone nuestro organismo, situación en la que el organismo ya no puede responder a las altas temperaturas con repercusiones tan graves que podría llevar a un fracaso orgánico irreversible.
Por ello es fundamental saber detectar los síntomas de la hipertermia que son: dolor de cabeza, sensación de boca seca y pastosa, náuseas, vómitos, mareos, escalofríos, piel seca y enrojecida, calambres musculares en brazos, piernas o vientre, desorientación, pérdida de conciencia o confusión y no sudoración ante las altas temperaturas.
El principal mecanismo ante un incremento de la temperatura corporal es una dilatación de los pequeños vasos periféricos para favorecer el paso de la sangre por la piel. Esto, unido a un aumento de la sudoración, hace que se pierda calor por evaporación, lo que puede llevar a una perdida importantísima de líquidos que repercute a nivel de los distintos órganos (riñón, corazón, cerebro…).
Además, tal y como explica el Dr. López Trigo, presidente de la SEGG, “si la temperatura exterior es muy alta y las pérdidas de líquidos no se reemplazan de forma adecuada, entramos en una situación de deshidratación, la tensión arterial desciende, aparece sensación de debilidad e incluso calambres musculares. Si esta situación no se corrige a tiempo y progresa, se pierde la capacidad de sudoración y la piel presenta un aspecto seco y enrojecido, la temperatura corporal asciende progresivamente hasta cifras que superan los 40 grados, entrando en hipertermia y, si este proceso continúa, se llega a una situación de shock en la que sucede un fallo de los distintos órganos, convulsiones y coma”.
En el caso de la población anciana el reconocimiento del golpe de calor se ve dificultado por la comorbilidad que puede provocar confusión con otros procesos como la fiebre, la alteración del estado mental más frecuente en el anciano o taquicardias.
Además en los ancianos, estos cuadros no suelen estar precedidos de ejercicio físico intenso, por lo que siempre hay que pensar en ellos independientemente del grado de actividad. Estas circunstancias exigen que haya un alto índice de sospecha para reconocer precozmente estos cuadros en los ancianos, porque el pronóstico está directamente relacionado con la rapidez de actuación. Se debe pensar siempre en la posibilidad de un golpe de calor coincidiendo con los períodos de temperaturas más elevadas, independientemente de que los síntomas se puedan explicar por otros procesos.
Para evitar todos estos problemas a las personas mayores, es esencial la prevención de la hipertermia, y para ello la SEGG aconseja:
Tomar muchos líquidos. La falta de sed es engañosa, por lo que se debe consumir agua, infusiones, zumos de frutas aunque no se tenga la sensación de sed; y evitar el consumo de bebidas alcohólicas.
Realizar comidas ligeras, evitando así las digestiones pesadas.
Evitar la exposición al sol cuando las temperaturas son elevadas, sobre todo en las horas de mayor intensidad (12-16 horas) y con una humedad relativa alta (mayor del 60 por ciento).
No realizar ejercicio ni deportes que aumenten el esfuerzo y la sudoración en momentos de calor.
Mantener la casa fresca y ventilada.
No permanecer en vehículos estacionados o cerrados.
Evitar llevar ropa ajustada y elegir tejidos ligeros, como el algodón y de colores claros, preferentemente. Es recomendable, además, el uso de sombreros o gorras que protejan nuestra cabeza del sol.
Tampoco está demás recordar las recomendaciones que desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad sed ofrecen para prevenir y reducir los efectos negativos que las altas temperaturas puede tener sobre la salud de los ciudadanos, especialmente de los grupos de riesgo o más vulnerables, como personas mayores, sobre todo para las muy ancianas, las tienen dependencia de otros para los cuidados básicos de la vida diaria, presentan dificultades importantes de la movilidad, están encamadas no cuentan con el suficiente apoyo social o viven solas. Más información aquí.