/p>>Publicamos un nuevo artículo sobre nutrición y personas mayores extraído de la Guía de Alimentación para Personas Mayores editada por el Instituto Danone. En esta ocasión, Ana Sastre Gallego analiza algunas recomendaciones dietéticas para personas de edad avanzada.

Nutrición correcta y edad avanzada

Por Ana Sastre Gallego, ex-jefa de la Unidad de Nutrición Clínica del Hospital Ramón y Cajal y profesora-coordinadora de Cursos de Nutrición en la UNED.
Ya que la nutrición está ampliamente relacionada con la evolución física y mental del anciano, es muy importante conocer los criterios a tener en cuenta en la franja de población que ha alcanzado ya determinada edad.
Increíblemente, en las recomendaciones dietéticas que se establecieron internacionalmente hasta 1989 los parámetros se estudiaron hasta los 50 años de edad. A partir de este rango no se conocían ni se fijaban normas para los pacientes mayores. Tal y como establece el profesor Ribera Casado: “Las guías más recientes de alimentación de los Estados Unidos (2005 Dietary Guidelines for Americans) reconocen a la población mayor de 50 años como un subgrupo especial que ha de ser tomado en consideración de una manera específica a la hora de establecer recomendaciones nutricionales”.

Geriatricarea nutrición instituto danone
Las dos situaciones prevalentes en la relación nutrición-edad avanzada son la desnutrición y el exceso de peso

Esto es tanto más urgente en cuanto que las dos situaciones prevalentes en la relación nutrición-edad avanzada son la desnutrición y el exceso de peso.
El déficit energético-proteico es el trastorno más común: aproximadamente los dos tercios del país más avanzado del mundo, Estados Unidos, no come suficiente ni en cantidad ni en calidad.
Paradójicamente, el extremo que afecta a más del 40% de la población anciana es el sobrepeso, la obesidad y las comorbilidades asociadas: hipertensión arterial, diabetes mellitus, hiperlipidemias e hiperuricemia.
Solamente utilizando los parámetros que definen el índice de masa corporal (IMC), el estudio de Framingham fijó en valores superiores a 28, para hombres y mujeres, como la frontera en la que comienza el verdadero riesgo cardiovascular a partir de los 65 años.
El llamado síndrome plurimetabólico, descrito por Reaven en 1980, tiene un 40-70% de influencia y determinación genética, pero también alcanzan gran importancia desencadenante la nutrición y los estilos de vida: sedentarismo, alcohol, tabaco y situaciones de estrés.
La mujer está más a cubierto frente a la enfermedad coronaria que el hombre, hasta la edad menopáusica. A partir de los 50-55 años el riesgo es equiparable en ambos sexos.
Los niveles de colesterolemia son menos relevantes en la edad avanzada, aunque la relación LDL-HDL colesterol puede ser determinante de riesgo. Así también, la carencia de algunos micronutrientes, como las vitaminas A-E-C y minerales como el selenio, están hoy en el punto de mira de la investigación.
Concretamente, las carencias de vitaminas B6, B12 y folato, que mediatizan el metabolismo de la homocisteína, pueden elevar en sangre los niveles de este aminoácido, al que se ha relacionado con los procesos de enfermedad cardiovascular y envejecimiento.
En el ámbito experimental, las ratas mantenidas con baja ingesta energética sobreviven unos 350 días más que las alimentadas sin control. Sin embargo, los trabajos de J. Aranceta y R. Ortega enfatizan la desnutrición como el más peligroso factor en la edad avanzada.
En cuanto al mantenimiento y prevención de alteraciones en el sistema nervioso central, conocemos ya que el déficit en aportes suficientes de glucosa y la carencia de micronutrientes, concretamente del complejo B, pueden dar lugar a deterioros progresivos.
Meyer definió la demencia ocasionada por aporte deficiente de niacina; Wernicke y Korsakow los problemas inherentes a la ingesta de alcohol sin niveles adecuados de vitamina B1; en muchos síndromes depresivos se ocultan deficiencias de vitamina B12, folato y homocisteína.
Podemos citar, igualmente, el riesgo de alteraciones del cristalino y catarata consiguiente en las carencias de vitamina E. Todos los nutrientes de carácter antioxidante protegen al anciano frente a la catarata. Hay ya estudios retrospectivos que relacionan este problema con niveles deficitarios de vitamina C, carotenos, luteína y licopeno, además de la ya citada vitamina E.
Una dieta normal aporta suficientes micronutrientes, pero es necesario vigilar el consumo habitual de alimentos por si estuviera indicado un suplemento necesario.