Y es que, tal y como se muestra en esta publicación, los países más avanzados en políticas sociales llevan años realizando una transición, desde el modelo institucional clásico de residencia, que se considera agotado, hacia el modelo hogar. En este contexto, se construyen y ofrecen diferentes tipos de viviendas para esta fase de la vida (viviendas compartidas, viviendas comunitarias, viviendas colaborativas -cohousing-, apartamentos con servicios, etc.), en las que las personas pueden continuar viviendo, aunque se necesiten cuidados y atención profesional.
Con ello se trata de cumplir del deseo de la mayoría de las personas, que quieren mantenerse el mayor tiempo posible (toda la vida) en sus hogares. Y para lograrlo es importante invertir en realizar viviendas más accesibles y adecuadas, hacer mejoras en los hogares para evitar que las personas se tengan que mudar cuando se hagan mayores, y garantizar la provisión de cuidados y apoyos en casa cuando se tienen situaciones de dependencia.
Buen ejemplo de ello es el modelo de vivienda comunitaria alternativa a las residencias en el medio rural español que se está desarrollando en Castilla La Mancha como alternativa viable para combatir la soledad y vulnerabilidad de muchas personas mayores que quedan aisladas en sus pueblos, favoreciendo el apoyo mutuo y desarrollando la solidaridad vecinal. Además de cumplir estos objetivos, esta modalidad de vivienda también presenta una nada desdeñable potencialidad de creación de empleo al ofrecer puestos de trabajo a la población joven en unos territorios muy marcados por la despoblación.
Este libro también aborda un tipo de vivienda que está teniendo mucha aceptación entre las personas mayores en España, es el denominado cohousing. Sin embargo, tal y como se indica desde la Fundación Pilares, existen dudas en cuanto a su diseño, sobre todo, pensando en que este tipo de viviendas continúen resultando válidas cuando las personas desarrollen situaciones de dependencia.
Otra cuestión a tener en cuenta a la hora de planificar un nuevo modelo de viviendas para personas mayores es la necesidad de desarrollar una política de adaptación del parque de viviendas existente. Y es que más de un 95% de la población mayor española vive en su propia casa, y la mayoría son propietarias de la misma. Pero alrededor de un 40% de estas viviendas tienen problemas de accesibilidad importantes al carecer de ascensor, salvaescaleras o rampas, de manera que, en algunos casos, el hogar puede llegar a convertirse en una cárcel.
También existen muchas barreras en el interior de la casa, que obstaculizan llevar a cabo las actividades de la vida diaria cuando se tienen limitaciones funcionales. En el libro, el arquitecto Xavier García Milà describe cómo llevar a cabo programas coherentes y estructuradas de adaptación funcional personalizada de viviendas.
Tambien tienen cabida en la publicación las Tecnologías de la información y la Comunicación (TIC), con una cada día más amplia oferta para personas mayores (interfaces accesibles, asistentes de voz, mensajería instantánea), así como diversos desarrollos tecnológicos relacionado con la domótica y la teleasistencia avanzada (detectores de presencia, de humo, gas, apertura de puertas, videoatención, control de constantes vitales…). Y es que, en un futuro nada lejano, la robótica tendrá cada vez más presencia, entre otras cosas, para mejorar el cuidado de las personas que tienen una situación de dependencia.
Tal y como destaca la presidenta de la Fundación Pilares, Pilar Rodríguez, «la existencia de evidencia científica acerca de que el modelo vivienda produce mucho más bienestar a las personas que el modelo institución. Y tiene también más capacidad para ofrecer una atención centrada en la persona en un entorno que sintoniza y da sentido al mundo de valores inherentes a cada persona para que pueda seguir controlando su vida».
Pilar Rodríguez también resalta la importancia de «avanzar en la integración de las políticas de vivienda y las de cuidados de larga duración, como se hace en otros países. Solo así conseguiremos que el lugar en el que vivir y recibir cuidados no signifique un desarraigo traumático de lo más íntimo y propio, sino que más bien se plantee como una mudanza: La locución más adecuada a la que aspiramos sería poder decir ‘Me cambio de casa’, en lugar de decir: abandono mi casa y voy a ‘ingresar’ en una residencia”.