Precisamente la anosognosia en la enfermedad de Alzheimer ha sido una de las temáticas que se han tratado en las XIX Jornadas de Actualización en Psicogeriatría, organizadas por el Hospital Sagrat Cor de Martorell de Hermanas Hospitalarias y que han reunido en el Hospital Sant Rafael de Barcelona a más de 150 profesionales de ámbito nacional e internacional.
La presencia de este trastorno en las personas con Alzheimer está asociada a la gravedad de la demencia, de manera que cuánto mayor es el deterioro cognitivo menos consciente es el individuo de sus limitaciones. Así, si la prevalencia de la anosognosia en estados iniciales de la enfermedad se sitúa en torno al 20% de los casos, en fases más moderadas aumenta hasta llegar a más de la mitad y, cuando la demencia es grave, la pérdida neuronal y el deterioro cognitivo asociado conllevan que sea muy difícil distinguir la anosognosia del déficit en si.
Este trastorno tiene consecuencias negativas en el diagnóstico del Alzheimer y en su tratamiento. Para, el doctor Oriol Turró, técnico de la Unidad de Investigación del Instituto de Asistencia Sanitaria de Girona, la presencia de anosognosia en las fases iniciales de la enfermedad puede implicar un retraso en el acceso a los servicios médicos especializados debido a la negación por parte del paciente de la existencia de dificultades en su rutina diaria. “También puede conllevar la oposición del enfermo a seguir el tratamiento farmacológico y no farmacológico, llegando a esconder la medicación y negándose a asistir a las visitas médicas, en algunos casos”, afirma Oriol Turró.
Por otra parte, las personas con Alzheimer y anosognosia pueden llevar a cabo conductas de riesgo para el propio paciente y para terceros, como conducir o salir a pasear lejos de las zonas habituales, así como acciones de compra-venta impulsivas, entre otras. Las diferentes repercusiones de este trastorno provocan que los cuidadores tengan que dedicar más tiempo a la supervisión, control y asistencia del enfermo y que, a menudo, deban enfrentarse a él, por ejemplo, para que se tome la medicación.
Todo ello conlleva, a largo plazo, un incremento de los costes emocionales, físicos y económicos de los cuidadores. “Por esta razón es necesario capacitarles con estrategias y habilidades para el manejo conductual del paciente y prestarles el asesoramiento necesario para no incrementar la carga que ya de por sí implica la propia enfermedad”, señala el Dr. Turró.
Dado el impacto positivo que tiene la colaboración e implicación del paciente en la enfermedad, tanto en el proceso de diagnóstico como en el tratamiento, la detección de la presencia de anosognosia resulta esencial.
En este sentido, Francesca Amores, psicóloga del Hospital Sagrat Cor de Martorell, afirma que la evaluación neuropsicológica de la anosognosia se puede realizar valorando las discrepancias entre la estimación que hace el paciente de su rendimiento en una prueba y el resultado real obtenido.
De igual manera, son relevantes las diferencias entre la valoración del enfermo de las tareas que lleva a cabo en casa y la del cuidador. “En ambos casos, a mayor discrepancia de opiniones entre paciente-cuidador, menor conciencia del déficit por parte del paciente”, afirma esta especialista. También se puede utilizar un cuestionario diseñado específicamente para el diagnóstico de la anosognosia.
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