La piel en personas mayores
Aunque los cambios en la piel están relacionados con factores ambientales, constitución genética, nutrición… el factor aislado más importante es la exposición al sol. Basta comparar las áreas del cuerpo que tienen una exposición regular al sol con áreas que están protegidas de la luz solar.
A medida que se envejece, se incrementa el riesgo de que se produzcan lesiones en la piel, ya que la piel es más delgada, frágil y se pierde la capa protectora de grasa subcutánea. Además, se puede disminuir la capacidad de sentir el tacto, la presión, la vibración, el calor y el frío.
Por todo ello, la piel sufre mayor riesgo de lesionarse. Además, la piel envejecida se repara a sí misma más lentamente que la piel joven, siendo la curación de una herida puede ser hasta 4 veces más lenta.
Detección de los perfiles de riesgo
El cáncer de piel se origina en este órgano (algunos otros tipos de cáncer se originan en otras partes del cuerpo y pueden propagarse a la piel, aunque estos no son cánceres de piel). En este contexto, es necesario protegerse del sol especialmente si se ha padecido cáncer de piel o se tienen antecedentes, especialmente de melanoma, y si se presenta muchos lunares (lunares irregulares o lunares grandes) y pecas.
Además, hay que tener una especial atención si se es una persona de piel sensible, o muy blanca, tiene ojos azules o verdes, o es rubia, pelirroja o tiene cabello castaño claro.
Otro de los factores de riesgo es si se vive o se pasa las vacaciones en lugares de gran altitud, ya que la potencia de los rayos UV aumenta a medida que el nivel de altitud es mayor.
Del mismo modo, se debe prestar una especial atención si las personas presentan ciertas enfermedades autoinmunes, tal como lupus eritematoso sistémico (SLE o “lupus”); tienen una afección médica que debilita su sistema inmunológico; han recibido un trasplante de órgano; o toman medicinas que debiliten o supriman su sistema inmunológico o hacen que la piel sea más fotosensible.
Las posibles causas
La exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV), cuya principal fuente es la luz solar sin protegerse con ropas adecuadas y protección solar, aumenta el riesgo. También las lámparas y cabinas bronceadoras son otra fuente de radiación ultravioleta que aumentan riesgo de desarrollar un cáncer de la piel no melanoma.
Por otro lado, también son factores de riesgo la exposición a ciertos productos químicos como el arsénico, la brea industrial, la hulla, la parafina y ciertos tipos de aceites o la exposición a la radiación como la producida por la radioterapia.
También debe tenerse una especial precaución si se sufre lesiones o inflamaciones graves o prolongadas de la piel, como pueden ser las quemaduras graves, la piel que recubre el área donde se produjo una infección ósea grave, y la piel dañada por ciertas enfermedades inflamatorias.
Medidas de prevención
Sin duda alguna, la forma más importante de reducir el riesgo de desarrollar un cáncer de la piel es evitar exponerse sin protección a los rayos solares y a otras fuentes de luz ultravioleta. Debemos proteger a los mayores con ropa adecuada, incluyendo un sombrero de ala ancha. También hay que utilizar cremas de protección solar con un factor de protección adecuado, que se deben aplicar en las áreas de la piel expuestas al sol, particularmente cuando la luz solar es intensa. Las personas de piel clara y las que se queman con facilidad deben aplicarse la loción de protección solar.