/p>>Por Jesús Córdoba, Psicólogo y responsable del Proyecto Gerocognitiva

El deterioro cognitivo y la depresión son los dos tipos de trastornos que presentan una mayor incidencia en la población mayor. Según declaraciones realizadas por la Sociedad Española de Psiquiatría Geriátrica (SEPG) en 2012, el 90 por ciento de los 40.000 andaluces mayores de 65 años que viven en algún tipo de centro residencial sufren depresión o deterioro cognitivo. Un porcentaje bastante mayor al de mayores que viven fuera de estos centros. Por tanto parece ser que la institucionalización del mayor puede funcionar como un factor que precipite o acelere el desarrollo de estas patologías.
Depresión
Respecto a la depresión, según las conclusiones extraídas de varios estudios y recopiladas por Monforte y cols. (1998), la institucionalización en residencias se asocia a factores que pueden favorecer la aparición de síntomas depresivos como son:
– El sentimiento de abandono en la residencia.
– Limitación del uso del dinero.
– El desarraigo producido por el Aislamiento o alejamiento de la que hasta entonces había sido su red social habitual.
– Cambios significativos en su estilo de vida con incremento del grado de estrés.
– Adaptación obligada a un reglamento y normas que pueden incidir negativamente sobre su intimidad y autonomía y dar lugar a sentimientos de minusvalía.
– Pérdida de libertad o bajo nivel de satisfacción vital.
– Falta de objetivos y actividades.
– Y, finalmente, incremento de las autopercepciones de déficit de salud e incremento de ansiedad ante la muerte.

geriatricarea depresión
La institucionalización en residencias se asocia a factores que pueden favorecer la aparición de síntomas depresivos

Otro motivo que puede acuciar la aparición de estos estados, es el hecho de que en muchas ocasiones la institucionalización viene desencadenada por la existencia de una enfermedad crónica que determina una discapacidad importante con pérdida de autonomía, una edad elevada y una falta de apoyo socio-familiar (en algunos casos debido al fallecimiento del cónyuge), así como la carga valorativa de carácter negativo que implica el ingreso en centros residenciales.
Además, el que habitualmente los ancianos institucionalizados padezcan con más frecuencia problemas somáticos da lugar a un incremento en el uso de fármacos que tienen, en su mayoría, capacidad depresógena y que inciden en el incremento de las tasas de prevalencia de la depresión en este grupo poblacional. Algunos autores destacan que lo más influyente sobre la aparición de la depresión en el anciano es la disminución de salud y aparición de enfermedad, especialmente los trastornos relacionados con la deficiencia de algún sentido o la incontinencia urinaria.
Deterioro cognitivo
Con el envejecimiento suele producirse un declive de las funciones intelectuales, especialmente de los mecanismos de procesamiento de la memoria y de la capacidad de respuesta a tareas complejas, que se corresponde con un fenómeno natural y no constituye enfermedad.
La situación de deterioro cognitivo engloba, por el contrario, la afectación de varias funciones cognitivas en un grado superior al esperado para la edad, nivel de salud general y nivel cultural de la persona. El deterioro cognitivo, por tanto, es un estado clínico que se sitúa en un punto intermedio que va desde la normalidad cognitiva hasta la pérdida completa de las funciones intelectuales, tal y como ocurre en las fases avanzadas de las demencias. Aproximadamente entre el 1 y el 5% de la población general presenta secuelas de deterioro o déficit cognitivo. Entre las causas que pueden producir deterioro cognitivo adquirido destacan:
– El envejecimiento cerebral y los trastornos asociados al mismo (demencia, enfermedad de Alzheimer).
– Los accidentes y traumatismos cráneo-encefálicos.
– Los accidentes cerebro-vasculares.
– Las enfermedades degenerativas cerebrales.
– Los tumores cerebrales.
– La esquizofrenia.
El deterioro cognitivo se asocia a una importante pérdida de autonomía personal y social, así como a un elevado coste social, sanitario y familiar. Según las conclusiones extraídas por el estudio Resydem realizado por López Mogil y López Trigo (2007) acerca de la prevalencia de la demencia y el deterioro cognitivo en residencias españolas, en torno a dos terceras partes de las personas mayores que viven en residencias de ancianos en los países desarrollados presentan demencia o deterioro cognitivo.
La demencia es de especial relevancia en el ámbito institucional dado que la evolución de la enfermedad y los profundos cambios que ha registrado la sociedad no favorecen la permanencia en el hogar de estos enfermos.
geriatricarea deterioro cognitivo
Aproximadamente entre el 1 y el 5% de la población general presenta secuelas de deterioro o déficit cognitivo

El aumento de la prevalencia del deterioro cognitivo en la población mayor y su repercusión en el nivel de independencia y calidad de vida de los mayores institucionalizados, constatados por los estudios epidemiológicos en general, justifica la necesidad de identificar precozmente tal alteración para iniciar, lo antes posible, programas de intervención dirigidos a preservar las funciones cognitivas del anciano el máximo tiempo posible, implementando distintas medidas de reforzamiento y ejercicio de dichas funciones, para así retrasar la dependencia, potenciar las capacidades residuales y mejorar la calidad de vida de estos ancianos.
Conclusiones
Parece por tanto que algo no está funcionando correctamente en el modelo de centros residenciales más extendido actualmente. Si bien es cierto que, sobre todo en el caso del deterioro cognitivo, la institucionalización parece funcionar más como una consecuencia de la aparición del deterioro que como causa de éste, en el caso de la depresión si parece estar más claro que la serie de cambios producidos por el ingreso del mayor en un centro, puede desencadenar una alteración emocional más allá del normal periodo de adaptación habitual mayor ante la modificación del modo de vida del mayor hasta ese momento.
Llevo tiempo leyendo sobre las iniciativas de «cohousing» que empiezan a extenderse cada vez más y que no es otra cosa que una forma alternativa en la que los mayores viven en comunidad mediante un sistema que combina privacidad en casas particulares, con la vida social de los espacios comunes como lavandería, gimnasio, biblioteca o jardines.
Esta forma de convivencia tiene la ventaja de mantener la autonomía de la persona para sus actividades de la vida diaria, aspecto que ayuda a mantener el sentimiento de utilidad de la persona. Este sentimiento es perdido muchas veces al ingresar el mayor en una residencia y puede ser uno de los factores que provoquen la aparición de un trastorno emocional.
Quizás sería beneficioso estudiar la posibilidad de un acercamiento de los modelos residenciales actuales a los modelos de cohousing más innovadores, para aquellos mayores autonómos que residen en estos centros (a pesar de la dificultad que entrañaría esta transformación y de la que soy consciente).
Otra idea sobre la que he leído últimamente es acerca del problema a la hora de permitirse mascotas cuando el mayor ingresa en un centro. Existen algunas residencias en el territorio nacional que admiten los animales de compañía, pero en la gran mayoría no está permitido que la persona habite con su animal (el cual en muchos casos le ha acompañado durante un largo periodo de tiempo).
El permitir a la persona habitar en el centro con su mascota, incluso proporcionar una mascota a aquellos mayores interesados, podría ser muy beneficioso, tanto en la reducción del periodo de adaptación inicial, como en el estado anímico de la persona durante su estancia en la residencia, al reducir por un lado, el sentimiento de soledad o abandono, y por otro, al proporcionar una actividad diaria de distracción y utilidad en su día a día. Sería muy interesante, por tanto, desde mi punto de vista que esta práctica se generalizaran más entre la oferta de servicios que las residencias ofertan.
Son sólo algunas ideas que podrían ayudar a compensar parte de los efectos negativos que la institucionalización puede tener sobre el estado del mayor que ingresa en un centro, pero sobre todo la principal acción y la más directa está en manos del personal profesional asistencial que forma parte de la vida diaria del mayor, desde el momento en que la persona entra en la residencia.
Gracias a su profesionalidad, comprensión y buen hacer puede alegrar el día a día de estos mayores convirtiendo la estancia en un centro en una experiencia muy positiva para ellos y no en la idea negativa que suele estar instaurada en las personas ante el hecho de pasar a convivir en un centro residencial.

Sobre el autor: Jesús Córdoba geriatricarea Jesús Córdoba

Jesús Córdoba es Licenciado en Psicología y Máster en Psicología de la Vejez. En este último año se encuentra consolidando su formación a través del Máster de Neuropsicología Clínica de la Universidad Pablo de Olavide.
Durante su trayectoria profesional ha compaginado funciones en el área de Recursos Humanos, trabajando para la multinacional holandesa Randstad, con la atención a personas mayores, colaborando como psicólogo en centros residenciales para mayores y unidades de atención especializada en Granada.
Actualmente, a través del proyecto Gerocognitiva, se dedica a la intervención cognitiva y psicológica en la tercera edad, así como al apoyo psicológico y asesoramiento de cuidadores o familiares de personas dependientes. Al mismo tiempo trabaja para la compañía SARquavitae dedicada a la gestión de servicios sociales y sanitarios de atención a la dependencia y tercera edad.
.