Un artículo de Andrés Rueda, presidente de ASCADAssociació Catalana de Directors de Centres d’Atencio a la Dependencia Gerontològica

Es un tema recurrente y tremendamente importante para los centros que en muchas, demasiadas ocasiones, se trata con excesiva ligereza. No reconducir este asunto es mantener interesadamente un sistema desfasado… ¿tics de autoritarismo encubierto?
Más sobre inspecciones y a propósito de un artículo publicado este verano por el diario El País: “Los geriátricos expedientados por Bienestar aumentaron un 18% en 2013”.
Como suele suceder de vez en cuando, este verano, nos hemos encontrado con una nueva andanada de estigmatización al sector geroasistencial y como viene siendo normal nada mejor para dar caña al mono que disparar con cifras… para que se vea el supercontrol a que estamos sometidos por los superpoderes contra los teóricos supermalos que, evidentemente, somos nosotros.
Como en las películas de los héroes cibernéticos, se trata de un constructo autocomplaciente de parte en el que el bueno… es bueno, bueno, buenísimo (BSiF) y los poderes que tiene son mágicos, demoledores y totales (Inspección) para luchar contra el malo que además de vil es… malo, malísimo. Así fabricamos una manipulación de la que resulta que el papel de malo, aunque no tenga que ver nada en la fiesta, se lo adjudicamos… ¿a quién? ¡Pues a las residencias y por extensión a los profesionales de la geroasistencia en su conjunto! ¡Faltaría más!.

geriatricarea inspecciones bsif
La media en el sector es de 3,27 inspecciones BSiF al año por centro, es decir, algo más de una cada cuatro meses

Esta argumentación primitiva aunque haya sido sometida a un lavado de cara y actualizada con tecnologías digitales no es más, en origen, que la rancia moralina de Superman que con una determinada concepción  moral y estricta de la época, alcanzó curiosamente su mayor gloria en los años 50 coincidiendo en tiempos con el famoso senador McCarthy -el macartismo de la caza de brujas-.
Pues de esa fuente es en la que parece continúa bebiendo nuestra administración catalana que pretende ser moderna y avanzada pero que lo único que ha hecho ha sido aumentar los efectos digitales especiales al añejo argumentario moral de estas películas que siguen enquistadas en los arquetipos de “buenos, malos y superpoderes”.
Pero salgamos de la fábula y vamos a refrescar los datos:
Centros y Plazas:

1299 residencias y centros de día en Catalunya. (24 de julio de 2014, BSiF)

56.920 plazas de residencia (núm. aproximado) totales de las cuales aproximadamente:

9410 Públicas.

14000 Privadas.

33510 Concierto, Colaboración y PEVS. (+/-)

Inspecciones:

4248 visitas de inspección. (El País 08/08/2014)

2124 actas, el 50% de las inspecciones, por incumplimientos en los protocolos. (El País 08/08/2014)

Denuncias:

2013: 181 inspecciones por denuncias. (El País)

2012: 230 inspecciones por denuncias. (El País)

205  Media denuncias anuales bienio. (+/-)

Bajan un 21% (+/-)

Expedientes abiertos:

50 en 2012

59 en 2013

54,5 media bienio.

Suben un 18%.

Ya sabemos que algunos centros solo ha tenido una inspección anual de BSiF y otros varias. Situémonos sectorialmente y vamos a tirar del “modelo renta per cápita de las medias” para saber de qué hablamos y poder intentar explicar esta paranoia:
Primera conclusión: La media en el sector es de 3,27 inspecciones BSiF/año/centro, es decir, algo más de una cada cuatro meses… y de las cuales en el 50% se levantan actas por incumplimiento de protocolos! ¡Bestial una cosa y la otra!
Una curiosidad, que no deja en muy buen lugar al departamento, es que mientras que en el bienio bajan las denuncias, suben los expedientes sancionadores propios. Muy curioso el dato ¿no?…
Segunda conclusión: la media de inspecciones es desmedida y exagerada.. y exageradamente altísimo es el índice de incumplimientos con lo que, y dado que los protocolos son procedimientos repetitivos, aún le confiere mucha más gravedad, porque una de dos, o tenemos profesionales universitarios literalmente muy tontos y con amnesia crónica o la subjetividad del inspect@r de turno está instalada en la anomia y el capricho.
Tercera conclusión: No hay sector, ni las centrales nucleares, que resista la comparación en el número de inspecciones con el nuestro. Si añadimos las de Sanidad, municipales y ECAS o similares, concluiremos que esta saturación intervencionista es enfermiza y que somos víctimas de una proyección estigmatizante de sobreprotección populista mal entendida y peor gestionada por la administración, por no hablar de los conflictos entre normas e inspecciones que nos confieren total indefensión del que nadie es responsable y que ningún “responsable” se decide a estudiar y enmendar.
Los inspectores son técnicos y con ellos “no va el problema”, lo tienen que arreglar “otros” y esos “otros” están ocupados en inauguraciones varias, compadreos, declaraciones twiteras y políticas versallescas de salón, de espaldas a las necesidades sociales victimizando a un sector… Y cobrando, bastante bien por cierto, cada mes por ello.
Cuarta conclusión: Como apuntamos desde ASCAD en el artículo de El País, de las visitas de inspección, solo un 1,39% finalizan con expediente abierto y no sabemos qué porcentaje de estos acaba siendo finalmente sancionador. Esta cifra por si sola avala una buena praxis global de los profesionales del sector y certifica que muchas de las acciones que se realizan contra él obedecen más a caza de brujas, desconocimiento de la geroasistencia real, de las especiales singularidades de la vejez u otros asuntos personales o sociales que no a déficits asistenciales.
Recomiendo leer el apunte que de Martí hace en su blog al respecto según el cual la reducción de expedientes sancionadores estos últimos años no es ni más ni menos que ¡del 44%!  (leer aquí).
Quinta conclusión: Por sorprendente que parezca este sistema es malvado para todos, familias y residentes que les crean falsas expectativas, alucinaciones y fantasmas con desconfianza en los profesionales  geroasistenciales y los centros en general, y por otro lado también, tanto el cuerpo de inspección como los inspeccionados somos víctimas de la inactividad e inacción de la gestión política de turno.
TODOS somos víctimas del mismo francotirador. Con diferente puntería y trascendencia, eso sí, ya que afinan más y son más mortales los disparos hacia nosotros pero también entiendo injusto el rol adjudicado de inquisidor malvado y alguna fama inmerecida que arrastran inspector@s de turno… que de todo hay en la viña del señor.
Un check-list claro y objetivo, además de otras propuestas que hemos hecho hasta la saciedad (leer aquí), y una unificación de la organización representativa profesional a través de un colegio o de una asociación profesionalizada bajo la ley de colegios y hacer confluir en un mismo foro la diáspora de profesionales de la gestión residencial para que, al igual que cualquier colectivo, tenga su propia dinámica interna de autocontrol, obligaciones, deberes y responsabilidades, son dos de los pilares básicos sobre los que empezar a construir una parte de la estabilidad y racionalidad de esta paranoia que estamos viviendo.
En ambas cosas ASCAD estamos empeñados y no pararemos porque PODEMOS hacerlo, pero como casi siempre aquí hay muy poco político que se atreva a hacer nada o arreglar algo. Solo parece que están pendientes de seguir subidos en el barco, medrar y no soltar la teta mientras más años mejor. Parece que les importemos un bledo y están siempre por otras cosas más prioritarias… según ellos, claro.
Pero seguiremos buscando ese político o ese momento diferente, que suponemos que existe… a alguien que quiera hacer cosas.