La realización de esta estudio viene motivada por el hecho de que la desnutrición es una de las patologías más habituales en los cuidados geriátricos y de alta prevalencia en los residentes, tanto los dependientes como los que gozan de más autonomía.
Y es que el déficit de nutrientes durante el proceso de envejecimiento contribuye a que el organismo presente una serie de modificaciones como la pérdida de masa muscular, la disminución de la densidad ósea y la reducción de la movilidad de las articulaciones, que originan movimientos más lentos y torpes.
El proceso de envejecimiento también tiene consecuencias sobre la capacidad para alimentarse y obtener los nutrientes necesarios porque afecta al aparato digestivo, la dentadura, la producción de saliva… Así, las secreciones del estómago disminuyen, lo que retrasa la digestión y reduce la absorción de vitaminas. Las dificultades para masticar y tragar los alimentos, relacionadas con el deterioro de la dentadura y una menor producción de saliva, provocan gases y estreñimiento.
Todo ello implica un mayor riesgo de desnutrición en personas ancianas, lo que supone que los ancianos tengan que adaptar su dieta a la nueva condición de su aparato digestivo, modificando el tipo de alimentos para que estos resulten fáciles de tragar y digerir, y les aporten los nutrientes necesarios, de acuerdo a sus características fisiológicas, nivel de actividad, y afecciones que padezcan en su caso.
Desde Sanyres se recuerda que diversos estudios han cuantificado la prevalencia de la desnutrición en la población anciana no institucionalizada en torno al 15-20%, pudiendo llegar al 60% en los ancianos institucionalizados.
Para realizar este estudio se realizó un estudio de seguimiento, experimental y prospectivo de un colectivo de personas mayores de 65 años institucionalizadas Sanyres Córdoba Centro. A todos ellos se les realizó un screening nutricional y se les recogió datos antropométricos y bioquímicos. Además, se realizaron cuestionarios con información complementaria (sobre prótesis dentales, problemas de deglución). Los datos antropométricos registrados fueron: peso, talla e índice de masa corporal (IMC).
Los resultados obtenidos se compararon con las tablas de referencia según sexo y edad para determinar su percentil, ya que los valores de IMC en ancianos, debido a la pérdida paulatina de altura y a la disminución de la masa magra, varían respecto a la población adulta.
Los parámetros bioquímicos (albumina, colesterol y linfocitos) se obtuvieron de la última analítica realizada al residente no siendo superior esta última a 6 meses, y los valores se compararon con los de referencia para determinar el grado de desnutrición determinado el IMC y los parámetros bioquímicos como marcadores de desnutrición, se detectaron 12 residentes desnutridos, un 2% estaba severamente desnutrido y un 98% tenían un grado moderado de desnutrición.
Con el fin de regular su situación se les proporcionó una dieta rica en proteínas durante seis meses en el desayuno o en la merienda, una alimentación básica basada en leche sin lactosa y papillas de cereales enriquecidos en proteínas, vitaminas y minerales. En las comidas y cenas, como plato principal se ofreció purés elaborados a base de carnes, aves, pescados o huevos, combinados con verduras, hortalizas, legumbres o cereales, y para los postres purés de frutas ricos en fibra, vitaminas y minerales, a la que se le añadió batidos hiperprotéicos como suplementos o sustituyendo cuando no se realizaban las comidas completas.
Transcurridos los seis meses de estudio se les realizó de nuevo la valoración completa, calculando el IMC y realizando una analítica para determinar los parámetros bioquímicos, comprobándose que el IMC aumentó en el 95% de los residentes y se mantuvo en un 5%. También se detecto un aumento estadísticamente significativo de la concentración de albúmina sérica, linfocitos y colesterol, dando como resultado que un 99% de los casos presentaba valores de un estado nutricional adecuado y tan solo 1% siguió desnutrido.
A la vista de los resultado los especialistas de Sanyres concluyen que la administración de dietas hiperprotéicas es una medida clínica efectiva y justificada en la terapia nutricional, ya que ayuda a que los niveles nutricionales mejoren proporcionando una mayor absorción y asimilación de nutrientes en el organismo.