Aunque la incidencia de la patología aumenta con la edad y por tanto es más frecuente en pacientes de edad avanzada, “la edad media de comienzo oscila alrededor de los 60 años”, tal y como apunta el Dr. José Antonio López Trigo, presidente de la SEGG.
Hasta el momento no se ha encontrado ninguna manera de prevenir o curar la enfermedad de Parkinson. “La causa de la aparición de esta enfermedad es aún desconocida, aunque la predisposición genética y ciertos factores ambientales pueden tener un papel causal en los cambios celulares que originan la progresiva destrucción neuronal”, afirma el Dr. López Trigo.
Sin embargo, los síntomas se pueden controlar de forma eficaz con tratamiento farmacológico y, en ocasiones, con cirugía. Por ello, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología insiste en la importancia de consultar al médico de atención primaria ante la aparición de los primeros síntomas: temblor y lentitud de movimientos, para que valore la necesidad de evaluación de un especialista como un neurólogo o un geriatra.
En esta línea, el Dr. López Trigo advierte de que “existe un porcentaje de afectados, fundamentalmente ancianos, que estando en fases iniciales de la enfermedad no consultan ante los primeros síntomas atribuyéndolos al envejecimiento”.
La enfermedad de Parkinson afecta al 2% de las personas mayores de 65 años, por lo que en este momento se calcula que en España viven cerca de 150.000 pacientes. Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la enfermedad de Alzheimer y afecta a las zonas del cerebro encargadas del control y coordinación del movimiento y tono muscular y de la postura.
Dado que interfiere en el movimiento voluntario es una enfermedad que afecta de forma directa a la vida diaria del paciente y de sus familiares. Y en el caso del anciano que padece enfermedad de Parkinson puede llegar a ser más incapacitante, al coincidir con otras patologías que también afectan a la movilidad como la artrosis, enfermedades cardiorespiratorias que limitan la capacidad de realizar ejercicio físico.
Una vez ya diagnosticada la enfermedad es importante el abordaje integral del paciente por varios profesionales (médico, geriatra, enfermero, fisioterapeuta, logopeda, trabajador social, etcétera), para así valorar de forma global todas las necesidades tanto físicas, psicológicas y sociosanitarias del enfermo de Parkinson.
La SEGG recuerda también la importancia de consultar al especialista ante síntomas no motores (problemas de memoria, alteración en el contenido del pensamiento, trastorno del estado de ánimo, dolor, dificultad para conciliar el sueño…) que aparecen a lo largo de la enfermedad y que pueden llegar a ser tan invalidantes como la afectación motora.
Una vez aparecida la enfermad es importante mantener la autonomía en la realización de las actividades de la vida diaria para conservar la autoestima y la confianza en los afectados.
Así, aunque el ejercicio físico no ayuda a detener la progresión de la enfermedad si contribuye a conservar la capacidad funcional de las articulaciones, por lo que es muy recomendable para estos pacientes.
También es importante mantener un buen estado nutricional y tomar una dieta equilibrada, rica en fibra, y una adecuada hidratación, sin necesidad de restringir las proteínas salvo en casos excepcionales bajo supervisión médica.
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