Publicamos un nuevo artículo sobre nutrición y personas mayores extraído de la Guía de Alimentación para Personas Mayores editada por el Instituto Danone. En esta ocasión, las especialistas en nutrición Manuel Serrano Ríos y Leticia Serrano Sordo abordan el tratamiento de la obesidad en la persona anciana.
Tratamiento de la obesidad en la persona anciana
Un artículo de Manuel Serrano Ríos, Catedrático emérito de Medicina Interna de la Universidad Complutense, y Leticia Serrano Sordo, Licenciada en Ciencias Sociológicas y Máster en Medicina Farmacéutica.
El envejecimiento no es una enfermedad, pero conlleva, eso sí, un riesgo potencial de padecer enfermedades crónicas, que es mayor que el previsible para adultos con edad inferior a 60 años. El envejecimiento es una situación multifactorial (genéticoambiental), pero heterogénea en términos biológicos y de salud, con notorias diferencias individuales respecto al declinar funcional físico y psicológico que lo caracteriza en cada persona de edad avanzada.
Además, existe una sólida evidencia epidemiológica de la asociación independiente entre obesidad y mortalidad por cualquier causa en la población general en edad adulta, pero quizá menos clara en la ancianidad.
La obesidad, todavía, “no tiene cura como enfermedad crónica que es… pero sí es factible y obligado prevenirla y controlarla a través de la pérdida individualizada de peso (>10% del inicial), mantener indefinidamente esa pérdida ponderal, evitar las ‘recaídas’, eliminar o atenuar el impacto de las comorbilidades y asociaciones como diabetes tipo 2 (DM2) y síndrome metabólico (SM)… y reducir la morbimortalidad, generalmente de causa cardiovascular, que convierte a la obesidad en la segunda causa de muerte en la población general”. Las bases de la prevención incluyen la pronta identificación de sus determinantes ligados al estilo de vida sedentario y al balance energético positivo por errónea nutrición (cuali y cuantitativamente).
El Prof. M. Foz ha desarrollado una magnífica revisión de las recomendaciones nutricionales en la persona anciana:
· En una situación tan multifactorial como es la de la obesidad común, las estrategias terapéuticas al uso comparten un objetivo común y prioritario: corregir el balance energético positivo, reducir los depósitos grasos excesivos (y, por tanto, el peso corporal), pero con la simultánea preservación de la masa magra. Este objetivo primordial va acompañado por otros no menos importantes como son: atenuar o eliminar los factores de riesgo metabólicos y cardiovasculares así como otras comorbilidades; mejorar la calidad de vida de la persona con obesidad; disminuir el riesgo de mortalidad prematura, etc.
· El tratamiento de la obesidad se fundamenta en cinco modalidades terapéuticas, y será más eficaz si ésas son utilizadas adecuadamente:
a) Dieta
b) Actividad física
c) Terapia conductual
d) Fármacos
e) Cirugía bariátrica
· En el caso de la obesidad en la edad avanzada, dos preguntas previas son fundamentales: ¿Beneficia la pérdida de peso a la persona anciana (más de 65 años de edad)? y ¿Cómo se realiza la evaluación de la pérdida de peso en el sujeto anciano y sus consecuencias para la salud?
¿Beneficia la pérdida de peso a la persona anciana?
Los efectos beneficiosos de la pérdida de peso bien programada, individualizada y correctamente evaluada son indiscutibles en la obesidad de individuos jóvenes, adultos y ancianos. La pérdida de masa grasa corporal es la clave en el tratamiento del paciente obeso así como en la prevención y mejora de sus comorbilidades.
Las bases de la pérdida controlada de masa grasa residen en: cambios profundos en el estilo de vida con la adopción de una dieta equilibrada hipocalórica y adaptada al sujeto individual, así como la instauración de una actividad física apropiada, también programada e individualizada con abandono de hábitos nocivos como el tabaquismo, ingesta excesiva de alcohol y del consumo de bebidas edulcoradas, entre otras medidas fundamentales.
¿Cómo se realiza la evaluación de la pérdida de peso en el sujeto anciano y sus consecuencias para la salud?
En la persona anciana, el objetivo de pérdida de peso, aparte de ser individualizado y programado según el estado de salud o de fragilidad del sujeto, debe aproximarse con cautela y en modo alguno de modo agresivo. Aquí es preciso subrayar que los beneficios potenciales de la pérdida de peso han de juzgarse en función del riesgo de perder “más masa muscular que grasa”, exagerando la habitual sarcopenia (“obesidad sarcopénica del anciano”) presente en la edad avanzada.
El tratamiento de esta peculiar forma de obesidad en la persona anciana es, aún, difícil de sistematizar dada la dificultad de identificar y cuantificar la sarcopenia por criterios antropométricos. Las estrategias de actividad física con “entrenamiento frente a resistencia” de la musculatura esquelética son, quizás, las más efectivas para prevenir (y si es posible, atenuar o corregir) la sarcopenia del anciano, particularmente en ciertos territorios como la musculatura de la región glútea, esencial para la protección de las caderas, tan vulnerables (caídas-fracturas) en estas personas.
Numerosos estudios clínicos demuestran que “una persona anciana con sobrepeso u obesidad puede exponerse a una muerte anticipada respecto sus expectativas teóricas de vida” si perdiera peso de modo incontrolado; y mucho más que si la pérdida ponderal se mantuviera estable. Por tanto, conviene tener en cuenta que los efectos de la pérdida de peso intencional o no intencional son diferentes, ya que según datos epidemiológicos fiables la primera circunstancia (pérdida intencional de peso) no solo parece carecer de impacto alguno sobre la mortalidad de la persona anciana con sobrepeso, sino que, podría hasta ser beneficiosa.
Está justificado, por eso, recomendar como medida prioritaria una razonable pérdida de peso (~5% del inicial) si existe evidencia clínica de comorbilidades tales como DM2, hipertensión arterial o dislipidemia, bien aisladas o como integrantes de SM, la enfermedad obstructiva pulmonar crónica, la apnea del sueno y/o la dismotilidad osteorticular, entre otras patologías.
En general, puede esperarse que la reducción de peso así programada contribuirá a mejorar o “curar” la mayoría de esas comorbilidades con importante mejoría funcional y de calidad de vida del individuo. De modo complementario a las modificaciones en la dieta (hipocalórica) y en el estilo de vida, en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en la edad avanzada pueden considerarse otras opciones: fármacos, especialmente cirugía bariátrica.