Un artículo de Grupo Sanyres
El Alzheimer es un tipo de demencia provocado por un daño progresivo en las células del cerebro. Esta enfermedad se caracteriza por una pérdida de memoria y de las habilidades intelectuales que, finalmente, afecta a las actividades cotidianas de las personas que la padecen.
Estos síntomas iniciales, conocidos como deterioro cognitivo, son normales cuando se llega a cierta edad y, por supuesto, no tiene por qué desembocar en el desarrollo de la enfermedad.
Su causa aún no está clara, ya que se mezclan diversos factores que hacen que varíe según la persona.
Lo que sí han descubierto diversos estudios es que existen dos tipos de factores de riesgo:
– No modificables, es decir, que no dependen de nosotros. En este grupo se encuentran factores relacionados con la genética, el sexo o la edad.
– Modificables, que dependen del estilo de vida de cada persona.
Hay que tener en cuenta que estos factores modificables no pueden evitar que se desarrolle la enfermedad, pero sí nos pueden ayudar a mantener nuestro cerebro sano el mayor tiempo posible. En definitiva, seguir ciertas pautas, que explicaremos a continuación, nos pueden ayudar a minimizar el riesgo y ralentizar su desarrollo.
¿En qué se basa la idea de los factores de riesgo modificables?
Antes se pensaba que, en la edad adulta, el cerebro estaba completamente formado y no podía modificarse. Es decir, que no podíamos hacer nada para mejorar su funcionamiento. Sin embargo, hace algunos años un grupo de neurobiólogos descubrió que el cerebro continúa su desarrollo durante toda la vida, manteniendo su capacidad para reorganizarse y formar nuevas conexiones entre neuronas.
Esto se traduce en que, durante toda nuestra vida, tenemos la capacidad de estimular nuestro cerebro, mejorar su rendimiento, aprender cosas nuevas y, por tanto, mejorar nuestra calidad de vida.
¿Qué podemos hacer para mejorar el rendimiento de nuestro cerebro?
Lo que podemos hacer se puede resumir en tener un estilo de vida saludable, pero vamos a desgranarlo un poco más:
– Hacer ejercicio físico de forma continua. Según diversos estudios el ejercicio aeróbico, que hace que nuestro corazón lata más rápidamente, incrementa el número de neuronas y reduce el estrés.
– Mantener una dieta sana y equilibrada para evitar problemas de nutrición en personas mayores.
– Evitar actividades de ocio que disminuyen la función cognitiva, como puede ser ver la televisión. Es mucho mejor sustituir esta actividad por otras como, por ejemplo, la lectura, pintura, hacer crucigramas, etc.
– Estudiar y aprender cosas nuevas. Puede ser aprender otro idioma, a coser, dibujar, o incluso estudiar una carrera. Lo importante es plantearle nuevos desafíos a nuestro cerebro, que tenga que enfrentarse a cosas que antes no había hecho.
– Mantenerse socialmente activo.
– Descansar. La información nueva que adquirimos se asienta, precisamente, durante el sueño. Por eso, dormir 8 horas diarias y pequeñas siestas nos van a ayudar mucho a mejorar nuestro rendimiento y eficiencia.
No podemos evitar el desarrollo de esta enfermedad de forma definitiva, pero sí podemos intentar mejorar las habilidades cognitivas y así reducir su riesgo, manteniendo unas pautas saludables y mejorando nuestra calidad de vida.