Estudios previos que comparaban a pacientes con EA haciendo vida normal con otros sometidos a programas de estimulación cognitiva ya constataban en estos últimos una ligera mejora de las funciones cognitivas superiores, así como un mejor rendimiento de la vida diaria como vestirse o lavarse, además de un mejor estado de ánimo. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se llevaron a cabo durante períodos de tiempo muy cortos (semanas o meses), a pesar de que estos tratamientos suelen realizarse en centros de día, residencias o unidades de memoria durante años, y su efecto a largo plazo era desconocido.
Precisamente, para evaluar el impacto de estos tratamientos a largo plazo un equipo de investigadores de Madrid, Barcelona y Nueva York ha comparado dos grupos de unas 40 personas con Alzheimer cada uno. Uno de los grupos acudía a un tratamiento de estimulación cognitiva y motora integral tres horas y media dos veces en semana, ofrecido en los centros de Maria Wolff de Madrid, para poder medir la mejora añadida que suponía el programa Animus. El otro grupo recibía los tratamientos normales. Todos los participantes tomaban fármacos, llamados inhibidores de la acetilcolinesterasa, que se prescriben habitualmente a estas personas con la intención de mejorar un poco su nivel cognitivo.
Con la aplicación de la metodología de estimulación cognitivo-motora integral Animus se observaron múltiples resultados beneficiosos al cabo de un año: los participantes estaban cognitivamente algo mejor, tenían más independencia en las tareas cotidianas, disfrutaban de un mejor estado de ánimo, mostraban una conducta mejor adaptada y tomaban menos fármacos psicotrópicos que aquellos que hacían vida normal.
Lo novedoso que han descubierto los científicos es que, la mejora cognitiva (lenguaje, comprensión, dibujo, pensamiento y orientación) se mantuvo en el grupo de tratamiento de estimulación integral sólo durante un año. En cambio, la mejora de las actividades instrumentales, como manejar dinero o prepararse una comida equilibrada, se mantuvieron durante dos años y las actividades más básicas, como ducharse, vestirse, lavarse o comer, hasta tres años.
Tal y como afirma Ruben Muñiz, Director de Investigación de la Fundación Maria Wolf, “es como si los circuitos cerebrales madurados y programados en la infancia (como comer o asearse) respondiesen por más tiempo al tratamiento, que aquellos que fueron adquiridos en la adolescencia (hacer comida o la comprensión intelectual)”.
En opinión de este experto, esta jerarquía a la respuesta terapéutica en función al orden de adquisición de las funciones en el desarrollo normal del ser humano “marca un claro camino en cómo tratar mejor a las personas con Alzheimer. También nos da una dirección de cómo han de ser diseñadas nuevas terapias no farmacológicas más eficaces”.
En este sentido, el Dr. Barry Reisberg, del New York University Langone Medical Center y miembro del comité científico de la fundación, recalca que “las funciones cerebrales adquiridas al inicio de la vida resisten por más tiempo el proceso neurodegenerativo que aquellas funciones adquiridas más tarde, como en la adolescencia o adultez. Este proceso se denomina ‘Retrogénesis‘ y ha sido descrito como parte normal de la evolución de la Enfermedad de Alzheimer”. Es decir, estas habilidades adquiridas más tardíamente parecen ser las que menos responden a largo plazo a los programas de estimulación integral.
No obstante, los participantes del programa, sin embargo, parecían estar ligeramente peor en el ámbito cognitivo tras tres años de tratamiento que el grupo que no lo recibió. Para los doctores Jordi Peña-Casanova y Teodoro del Ser, miembros del equipo de investigación, “este dato ha de examinarse cuidadosamente en futuros estudios, dado que podría deberse a la pérdida selectiva de la muestra que suelen tener estudios a tan largo plazo”.
Según Ruben Muñiz y Javier Olazarán, co-directores de este estudio, las implicaciones de los resultados son muy prácticas, dado que permiten mejorar el diseño y la aplicación de las Terapias No Farmacológicas para estas personas. En este sentido se hace patente la necesidad de revisar cuidadosamente objetivos, métodos y la adecuación del estadiaje de la enfermedad en el caso de la estimulación de las funciones cognitivas avanzadas. El tratamiento de funciones de la vida diaria y el bienestar emocional es una asignatura pendiente en el mundo de las terapias no farmacológicas.
Por este motivo, desde la Fundación Maria Wolff se ha empezado a diseñar intervenciones no farmacológicas potencialmente más eficaces, como la estimulación selectiva de un amplio abanico de sentimientos y emociones positivas llamada Terapia de Estimulación Emocional T2E.
Las conclusiones del estudio han sido publicadas en la revista científica internacional Journal of Alzheimer’s Disease, bajo el título “Cognitive-Motor Intervention in Alzheimer’s Disease: Long-Term Results from the Maria Wolff Trial”.
Los interesados pueden consultar y descargar este estudio aquí.