Se estima que alrededor del 65% de la población adulta consume alcohol de manera sistemática a lo largo de su vida, porcentaje que incluye un grupo de población con un funcionamiento aparentemente normal pero que presenta problemas cognitivos relacionados con haber estado más de 20 años consumiendo alcohol con moderación.
Como afirma Celia Mareca, neuropsicóloga de la Unidad Polivalente Barcelona Nord del Hospital Mare de Déu de la Mercè, “la no visualización de signos externos claros de pérdida de las funciones cognitivas y el hecho de no tener un patrón de alto riesgo provocan que muchos de estos casos no se diagnostiquen”. Además, tal y como afirma esta especialista, “existe gran heterogeneidad de deterioro posible debido al consumo de alcohol, que puede ir desde leves dificultades a un síndrome demencial, por lo que la diagnosis es todavía más complicada”.
En cualquier caso, los síntomas del deterioro cognitivo que sufren estos pacientes repercuten en gran medida en su funcionamiento diario. “Presentan problemas tanto a nivel de memoria como fallos en la función ejecutiva, tales como la dificultad en la toma de decisiones, la disminución de la capacidad organizativa y de planificación, o la falta de control de la conducta”, indica Celia Mareca.
Por ello, los expertos reunidos en las XXI Jornadas de Actualización en Psicogeriatría alertan de que la invisibilidad y falta de conciencia de esta problemática provoca que este colectivo no sea atendido ni en la red de toxicomanías ni en los dispositivos asistenciales para las personas con deterioro cognitivo. Además, aunque existen instrumentos de exploración adecuados para su detección, como la evaluación cognitiva de Montreal (MoCA), su uso está poco extendido en los equipamientos asistenciales.
En este sentido, la Unidad Polivalente Barcelona Nord del Hospital Mare de Déu de la Mercè ha constatado la fiabilidad del MoCA para el diagnóstico del deterioro asociado al consumo de tóxicos, ya que permite analizar un elevado número de ítems de memoria y función ejecutiva. “Las herramientas de cribado que se emplean habitualmente hoy en día han sido diseñadas para localizar lesiones producidas por enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y no son tan sensibles como el MoCA para detectar el deterioro a nivel cognitivo que padecen otros pacientes”, comenta la Dra. Mareca.
Esta especialista apuesta por el uso de una terapia combinada para tratar, por un lado, el consumo de alcohol y, por el otro, el deterioro cognitivo de estos pacientes. “Trabajamos tanto con técnicas de rehabilitación cognitiva, tales como ejercicios de concentración y de memoria, como con la terapia psicoeducativa, basada en proporcionar una mayor información al paciente sobre la sustancia, que sepa qué es un consumo de riesgo, y en ayudarle a desarrollar estrategias para controlar correctamente el consumo”.
Esta terapia se han obtenido mejoras notables en la recuperación, sobre todo, de las funciones ejecutivas, ya que las secuelas que afectan a la memoria son más difíciles de reparar. “Se ha observado, también, que la rehabilitación cognitiva puede resultar útil en sí misma como tratamiento del trastorno por consumo, por lo que los resultados de la terapia combinada son cada vez más alentadores”, concluye esta experta.
Por su parte, el doctor Manel Sánchez, coordinador de la Unidad de Psicogeriatría del Hospital Sagrat Cor de Martorell y organizador de las Jornadas, advierte que la realidad del problema de las adicciones en gente mayor tiene una relevancia más importante de la que se le atribuye actualmente, y explica una realidad emergente con que se encuentran habitualmente en el centro. “Hemos observado que cada vez hay más gente mayor que empieza a consumir alcohol al llegar a una edad avanzada, como consecuencia de las dificultades que les ha conllevado la coyuntura de recesión económica y el hecho de tener que asumir roles para los que no estaban preparados”, afirma.