El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, por detrás del Alzheimer, y afecta aproximadamente al 1% de la población española por encima de 60 años. Y lo que es más preocupante, la tendencia es al alza, debido fundamentalmente al progresivo envejecimiento de la población, ya que la edad es el factor de riesgo más importante.
Aunque se desconocen los factores que desencadenan esta enfermedad, “lo que sí que sabemos es que existe una degeneración de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra pars compacta, a nivel del tronco cerebral, que resulta en un déficit de dopamina. Este déficit es el causante de las principales manifestaciones en la enfermedad de Parkinson”, comenta el Dr. José Obeso, director del HM CINAC.
El porqué de la vulnerabilidad específica de estas neuronas es, por el momento, otra incógnita, aunque existen hipótesis al respecto. El equipo del Dr. Obeso trabaja precisamente en la demostración de una de ellas, según la cual, estaríamos ante “un ‘exceso de uso’ de estas neuronas, que son las que se encargan de adquirir y ejecutar los actos motores que usamos en la vida cotidiana. Estas se pasarían toda nuestra vida realizando un esfuerzo de aprendizaje constante por lo que se volverían más vulnerables y acabarían degenerando”.
Según esta hipótesis, en las sociedades occidentales actuales, este esfuerzo podría ser incluso mayor ya que se realizan distintas tareas de manera simultánea y a menudo durante prácticamente todo el día. “Esta teoría, que es fascinante en el sentido fisiopatológico, implicaría que podemos condicionar un mayor o menor riesgo de sufrir la enfermedad con el tipo de vida que llevemos”, afirma este experto.
En este sentido, es preciso diferenciar entre la forma idiomática de la enfermedad (aquella en la que se desconoce la causa) y las variables genéticas, en las que se conoce el gen causal. Estas últimas, apunta el Dr. Raúl Martínez Fernández, miembro del equipo de investigación del HM CINAC, son mucho menos frecuentes y tienen características clínicas y patológicas específicas. “Eso no quiere decir que la enfermedad de Parkinson idiopática no tenga un cierto componente genético que predispondría a cierta parte de la población a sufrirla pero, en este caso, no existe un gen causal claramente determinado”.
Por otro lado, añade este experto, se han descrito distintos tipos de parkinsonismos atípicos que, aun compartiendo algunas manifestaciones con la enfermedad de Parkinson, son entidades distintas. Asimismo, advierte que el tratamiento crónico con algunos fármacos puede provocar lo que se conoce como “parkinsonismo farmacológico” que muchas veces es complejo diferenciarlo de la enfermedad en sí misma, pero es clave reconocerlo porque estos casos revierten tras la retirada del fármaco.
A día de hoy, el diagnóstico temprano de la enfermedad no permite detener o enlentecer su progresión y, por tanto, no afecta al pronóstico. Sin embargo, tal y como afirma el Dr. Obeso, tratar la enfermedad de manera óptima desde el principio se traduce en una mejor calidad de vida del paciente en términos globales y, aunque no existe evidencia científica al respecto, parece que podría retrasar la aparición de complicaciones.
El tratamiento de inicio es farmacológico y la levodopa, que tiene más de 50 años y se administra vía oral, es hasta la fecha el fármaco más eficaz de que se dispone. Por su parte, la cirugía por estimulación es también un tratamiento eficaz que se ha aplicado ya a cientos de miles de personas en el mundo. Consiste en la colocación de electrodos en unos núcleos del cerebro que se sabe que están alterados y de esta forma normalizar su actividad. Los pacientes candidatos serían aquellos que no se controlan bien con tratamiento farmacológico y no tienen ninguna contraindicación como, por ejemplo, edad avanzada o demencia. “En un paciente bien seleccionado los resultados son excelentes, tanto a corto plazo como a la larga, como demuestran muchos trabajos de seguimiento durante más de 5 años”, comenta el Dr. Martínez.
La mayor novedad en este campo, apunta el Dr. Obeso, es “la aparición del HIFU o ultrasonido focal de alta intensidad, que pensamos va a revolucionar el tratamiento de los pacientes mal controlados ya que, al no tratarse de un tratamiento quirúrgico, es mucho menos invasivo e igual de eficaz que la cirugía”. Además, la recuperación con esta técnica es tan rápida que el paciente puede irse a casa al día siguiente del tratamiento.
El desarrollo de fármacos y técnicas terapéuticas, unido a una mayor comprensión de la enfermedad, ha conseguido mejorar la calidad de vida de estos pacientes que hoy, afirma el Dr. Obeso, “ya no mueren de enfermedad Parkinson sino que aprenden a envejecer con ella”. La curación, lamentablemente, “se vislumbra todavía como algo lejano” y hoy todos los esfuerzos se dirigen a detener su progresión, un objetivo, en su opinión, cada día más cerca.