“Vivimos en un mundo envejecido, donde la expectativa de vida ha aumentado significativamente en los últimos 50 años y con un crecimiento acelerado de la población mundial como fenómeno reciente”, afirma esta experta. Y en este contexto, “la feminización de la población de personas mayores es un hecho a nivel mundial: en todos los países, las mujeres viven más que los hombres, y en alguno de ellos con mucha diferencia de tiempo”. Esto significa que la brecha femenina se ensancha a medida que la población envejece y presenta un proceso de envejecimiento interno, donde es mucho más acelerado el crecimiento de las mujeres mayores de 75 años que las de 60 a 75.
A juicio de Mónica Roqué este envejecimiento femenino merece especial análisis por sus profundas repercusiones, especialmente por el hecho de que la edad multiplica y grava la discriminación en la mujer. “La desigualdad por condiciones de género debe ser un tema de reflexión para los que trabajan con políticas públicas”, reclama Mónica Roqué, quien reivindica nuevos servicios sociosanitarios para las personas mayores, que velen especialmente por las mujeres de edad avanzada, y que se instauren, además, como derechos.
Teniendo en cuenta que las mujeres “se encuentran en desventaja frente a los varones” es de esperar que en la vejez estas desventajas aumenten, como afirma esta experta basándose, entre otros criterios, en la naturaleza y situación de los cuidados, la salud femenina, la propia situación civil que vivan, el trabajo y la jubilación que tengan y la autonomía de que puedan disponer o no en la vejez.
Por eso reclama que los servicios sanitarios para las personas mayores se conviertan en un derecho real y reconocido que evite la discriminación. Y es, según datos de la OMS, hasta un 80 por ciento de todos los cuidados de salud son prestados en el hogar, casi siempre por mujeres. “La mayor parte de ese trabajo no recibe apoyo, no se reconoce y no está remunerado. Por ello se deben generar servicios sociales que tengan en cuenta esta desigualdad y que incluyan los servicios de ayuda a domicilio, de centros de día, de programas de adaptación a la vivienda, alternativa de alojamiento y servicios sociosanitarios”, afirma Roqué, que también reclama la protección de los derechos económicos, del derecho a la seguridad social y del derecho a la salud de las mujeres que prestan los cuidados familiares o informales.
En la actualidad, la mala salud, los estereotipos negativos y los obstáculos a la participación son elementos que contribuyen a marginar a las personas mayores, socavan su contribución a la sociedad e incrementan el costo del envejecimiento demográfico. “Invertir en cuidados y servicios sociosanitarios disminuye la carga de morbilidad, ayuda a prevenir el aislamiento y aporta grandes beneficios a la sociedad, pues permite mantener la independencia y la productividad de las personas mayores. Las sociedades crean relaciones de desigualdad y las políticas pueden combatirlas o sustentarlas. Y nuestro objetivo debe ser generar las políticas de inclusión, igualdad y equidad de género para las mujeres mayores”.
En cuanto a la salud, Mónica Roqué alega que “aunque las mujeres viven más años que los varones lo hacen con más discapacidad y mayor cantidad de patologías crónicas”. También el estado civil también influye en la calidad de envejecimiento de las mujeres, ya que “tienen más probabilidades de quedarse viudas en la vejez que los varones dada su mayor su esperanza de vida. Es más, muchas esperan la viudez como una parte normal de su vida adulta”.
De hecho, “pueden esperar pasar entre 5 y 15 años como viudas, lo que supone que pasan muchos años de vida solas. Al estar solas en la vejez ya sea por estar divorciada, soltera o viuda, entran en situación de vulnerabilidad. Los varones cuando enviudan o se divorcian rápidamente vuelven a formar pareja, las mujeres difícilmente. Las políticas para las mujeres mayores deben apoyarse en programas de apoyo y cuidado domiciliarios para contribuir a que las mujeres mayores puedan envejecer en sus casas”.