Esta revisión, titulada “La relación entre nutrición y fragilidad: efectos de la ingesta de proteínas, de la suplementación nutricional, de la vitamina D y del ejercicio físico. Una revisión sistemática”, ha abarcado 32 artículos científicos con más 54.000 sujetos incluidos, estudia los efectos de la ingesta de proteínas, de vitamina D, la suplementación nutricional y el ejercicio físico en relación con este síndrome geriátrico.
El doctor Iñaki Artaza, director asistencial de Igurco Servicios Sociosanitarios de Grupo IMQ y autor principal de este estudio, afirma que “el estado nutricional representa un aspecto fundamental que se asocia con el desarrollo de fragilidad. El cribado y el diagnóstico precoz de la desnutrición y de la fragilidad ayudan a prevenir el desarrollo de discapacidad y permiten instaurar un tratamiento eficaz basado en la corrección del déficit de macro y micronutrientes y en el ejercicio físico”. Y es que, tal y como apunta este especialista, la fragilidad “es un síndrome geriátrico que predice el desarrollo de discapacidad, morbilidad y mortalidad en los ancianos. Supone un estado de pre-discapacidad y es reversible”.
En este sentido, la desnutrición, muy prevalente en geriatría, es uno de los principales factores de riesgo para la fragilidad. “Muchos estudios han demostrado que un buen estado nutricional, en donde es necesario un aporte de macronutrientes (como proteínas) y micronutrientes (como vitamina D), reduce el riesgo de desarrollar fragilidad. Asimismo, el ejercicio físico ha demostrado que es capaz de mejorar el estado funcional, ayuda a prevenir la fragilidad y es un tratamiento eficaz para revertirla”, apunta el doctor Artaza.
Según se expone en esta revisión, la prevalencia de desnutrición en los ancianos hospitalizados es mayor que en los institucionalizados, siendo alrededor del 30%, de los que más de la mitad son frágiles. Además, “casi la mitad de los ancianos frágiles de la comunidad presentan riesgo de malnutrición, siendo frágiles o pre-frágiles el 90% de los ancianos en riesgo de malnutrición”, destaca este experto, que afirma que la desnutrición influye “de forma significativa” sobre el desarrollo de fragilidad, ya que la pérdida de peso “facilita la aparición de cansancio, de disminución de fuerza, de lentitud de la marcha y de reducción de la actividad física”.
Respecto a la obesidad e inflamación, el artículo pone de relieve que en los ancianos se observa un estado de inflamación crónica leve, cuyas consecuencias se asocian con la pérdida de masa y fuerza muscular, por un efecto de destrucción de las proteínas. “La masa magra generalmente contribuye al 50% del peso corporal en los jóvenes pero disminuye hasta un 25% cuando se alcanzan los 80 años. Además, la pérdida de masa muscular es más acusada en las extremidades inferiores”, fundamentales para la marcha.
Por otro lado, la pérdida de masa muscular en los ancianos se suele asociar con un aumento de la masa grasa. “Entre los 30 y los 60 años de edad se asiste anualmente a una pérdida de 0,23 kg de músculo y una ganancia de 0,45 kg de grasa. Esta modificación de la composición corporal configura un fenotipo conocido como obesidad sarcopénica”, advierte el director asistencial de Igurco Servicios Sociosanitarios. Así, “los sujetos con obesidad sarcopénica son entre dos y tres veces más propensos a sufrir dependencia en las actividades básicas de la vida diaria que los sujetos que sólo presentan sarcopenia (pérdida degenerativa de masa muscular y fuerza al envejecer) u obesidad”.
Para el tratamiento nutricional de la fragilidad el doctor Artaza indica que la suplementación nutricional en ancianos desnutridos o que han perdido peso se asocia a una mejora tanto del estado nutricional, como de la capacidad funcional. “La masa y la fuerza muscular mejoran con la suplementación nutricional y aún más si se asocia la actividad física”. De igual modo, la Sociedad Europea de Nutrición Enteral y Parenteral (ESPEN) recomienda, “con un grado A de evidencia”, el uso de suplementos nutricionales para mejorar o mantener un adecuado estado de salud en ancianos frágiles.
No obstante, la principal limitación del tratamiento nutricional “es la relativamente escasa adhesión al tratamiento a largo plazo de los mayores. Una dieta saludable asociada a un estilo de vida físicamente activo y posiblemente con ejercicio aeróbico y de resistencia son la base de un envejecimiento saludable”.
Este experto advierte que las recomendaciones actuales de ingesta proteica diaria de 0,8 g por cada kilogramo que pese la persona y día son “insuficientes para mantener la masa muscular en personas mayores”. En ancianos frágiles “la administración de dietas moderadamente hiperprotéicas (1,5 g/kg/día), con un reparto proteico equilibrado entre las tres comidas principales (25-30 g/comida) con dosis elevadas de calcio (1.000-1.200 mg/día) y vitamina D (más de 800 UI/día) mejoran la salud de huesos y músculos, y reducen el riesgo de caídas y fracturas”. Y es que una distribución más equilibrada de las proteínas entre las distintas comidas del día se asocia de forma significativa con una menor prevalencia de fragilidad.
A destacar la importancia de la vitamina D, que desempeña un papel relevante en el equilibrio interno del calcio y su relación con la fortaleza ósea. Niveles bajos de vitamina D se asocian con alteración del equilibrio, caídas, fracturas y dolor, lo que puede contribuir al sedentarismo y a la inmovilidad y, por lo tanto, a la fragilidad.
Los autores de este estudio recalcan que el déficit de vitamina D es “muy frecuente” en las personas mayores y especialmente en los ancianos institucionalizados, siendo además la misma insuficiencia de vitamina D “un factor de riesgo para institucionalización”. En este sentido, “varios estudios han demostrado que los suplementos de vitamina D a una dosis entre 700 y 1.000 UI al día en ancianos mejora la masa y la fuerza muscular, el equilibrio y determinando una reducción de las caídas”.
Sin embargo, “es difícil demostrar con los datos actualmente disponibles el significado de la asociación entre bajos niveles de vitamina D y fragilidad. Bajos niveles de vitamina D pueden representar un marcador de riesgo de salud. Pero por otra parte, la fragilidad puede contribuir al desarrollo de bajos niveles de vitamina D a causa de la reducción la actividad fuera de casa, aumento del sedentarismo y reducción por lo tanto de la exposición solar”, indica el doctor Iñaki Artaza.
Destacar finalmente que la actividad física en los ancianos se asocia a una reducción de la mortalidad, y en concreto, la realización de ejercicio determina “un aumento de la síntesis de proteínas miofibrilares en los varones ancianos”, y este incremento “es mayor tras ejercicio de resistencia respecto al ejercicio de alta intensidad pausado”. Todo ello, favorece un mejor estado físico y una mayor capacidad funcional.
Además, esta revisión ha puesto de manifiesto los beneficios de la asociación de ejercicio de resistencia con la ingesta de un suplemento de proteínas después de dicho ejercicio, lo que representa una estrategia eficaz para aumentar la masa, la fuerza muscular y la capacidad física de los ancianos.
Junto al doctor Artaza, son coautores de esta artículo los también doctores Pilar Sáez, del servicio de Geriatría del Complejo Asistencial de Ávila; Vincenzo Malafarina y Natalia Sánchez, de la clínica Los Manzanos-Viamed (La Rioja); y Naiara Fernández, de Igurco Servicios Sociosanitarios de Grupo IMQ.
2 Comments
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Hola, a mi me pareció un articulo interesante y lo busqué.
Los datos del articulo son: The relationship between nutrition and frailty: Effects of protein intake, nutritional supplementation, vitamin D and exercise on muscle metabolism in the elderly. A systematic review.DOI: 10.1016/j.maturitas.2016.04.009
Un saludo.
Hola me interesa mucho el tema de la gerontologia, seria posible que mostraran las bibliografia de los articulos que muestran?? para seguir investigando y saber las fuentes si son fiables, muchas gracias.