A ello hay que añadir que un 9,3% de los pacientes anticoagulados reconoce que no siempre cumple estrictamente con el tratamiento anticoagulante, olvidando a veces la medicación prescrita, tal y como se advierte desde la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN). Además, cerca de un 40% de los pacientes no consigue un correcto control de su INR, y por lo tanto el tratamiento no ejerce el efecto deseado de prevenir el ictus, la primera causa de muerte en las mujeres en España y la segunda del conjunto de la población.
De hecho, cada 15 minutos muere una persona en España a causa de un accidente cerebrovascular. Estos datos ponen en evidencia la necesidad de fomentar iniciativas para explicar y actualizar a la población sobre la importancia de seguir un buen tratamiento anticoagulante, además de una vida saludable.
Tal y como comenta el doctor Bartolomé Beltrán, miembro del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad, “para una persona con fibrilación auricular no valvular que esté tomando un antagonista de la vitamina K, el INR debe estar entre 2 y 3. En caso de no ser así, el paciente estaría en riesgo de padecer complicaciones como el ictus o sangrado”.
Este especialistas hace hincapié en la importancia del “correcto tratamiento preventivo” del paciente con anticoagulantes que ayuden a “prevenir o tratar enfermedades graves y situaciones que amenazan potencialmente la vida”, como la formación de trombos que puedan causar accidentes cerebrovasculares.
El tratamiento anticoagulante está indicado para pacientes que padecen una fibrilación auricular, que provoca que el ritmo cardíaco sufra un evidente descontrol con bruscas oscilaciones del pulso y favorece la formación de coágulos que pueden desprenderse y producir embolias a distancia (en cerebro, riñón o miembros inferiores).
En este sentido, es el médico es quien mejor puede informar sobre el tratamiento adecuado, pero conviene saber que existen básicamente dos tipos de anticoagulantes que pueden ser prescritos por un especialista: “los tratamientos tradicionales que ejercen su acción anticoagulante de forma indirecta y cuyo efecto se debe monitorizar de forma periódica a través del control del INR, y aquellos otros anticoagulantes orales de acción directa que ejercen un efecto inhibidor sobre un factor clave de la coagulación y, que además, se toman a dosis fijas sin necesidad de controles periódicos”, tal y como comenta el doctor José Luis Palma, cardiólogo y vicepresidente de la Fundación Española del Corazón.
El doctor Palma destaca que el papel del tratamiento anticoagulante es hacer la sangre más fluida, evitando por tanto la formación de coágulos o impidiendo su crecimiento, para ello es importante mantener un buen control. También explica que, además de la obesidad y de la hipertensión arterial, la diabetes, el abuso de alcohol y estimulantes o el estrés emocional y físico “son otros factores de riesgo, adicionales a la fibrilación auricular”.
En España, más de 800.000 personas reciben tratamiento anticoagulante. Pero esto no significa que estos pacientes conozcan los riesgos de no alcanzar los niveles adecuados o las alternativas que existen para asegurar un buen control. En este sentido, los especialistas de Bayer recuerdan la importancia de preguntar al médico o enfermera cuando no consiga el buen control para informarse de alternativas terapéuticas, puesto que las alteraciones en el control del INR pueden aumentar el riesgo de padecer un ictus.
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