La enfermedad de Parkinson es una de las patologías sobre la que pesan más tópicos e ideas preconcebidas y, que en la mayoría de los casos, no se ajustan a la realidad, haciendo de esta enfermedad neurodegenerativa una de las más desconocidas a nivel popular.
En España hay en la actualidad más de 150.000 personas afectadas por esta enfermedad, cifras que no harán sino aumentar en la próxima década. Uno de los tópicos que pesan sobre esta patología es el ligar su aparición de manera exclusiva a la edad, hecho incierto y que se demuestra con las siguientes cifras: más de un 30% de los diagnosticados de Parkinson no supera los 65 años; si bien es cierto, que uno de los múltiples factores de riesgo para su aparición es el tener una edad avanzada.
Otra idea preconcebida es el que la enfermedad de Parkinson provoca la muerte, algo incierto y que, se demuestra con la esperanza de vida de sus afectados que, en muchas ocasiones es igual a la de personas que no la sufren. En la mayoría de los casos, suelen ser las complicaciones secundarias al Parkinson las que pueden provocar desenlaces fatales.
Si el objetivo de este artículo es desenmascarar las falsas creencias sobre la enfermedad de Parkinson, no puedo olvidarme de remarcar que, sufrir esta patología no está ligado en su totalidad a sufrir deterioro cognitivo o pérdida de memoria, siendo una minoría de sus pacientes quienes la sufren.
Si un mito sobresale por encima del resto sobre la enfermedad de Parkinson es el asociar el temblor a la misma, sin conocer que este síntoma no aparece en la totalidad de los casos y no es obligatoria su aparición para realizar un diagnóstico exacto.
Una vez establecidos unos principios claros sobre esta enfermedad es igual de importante definir la misma como la muerte de neuronas de la sustancia negra cuya principal misión es la producción de dopamina. La dopamina es una sustancia fundamental para el correcto control y coordinación de los movimientos corporales que llevamos a cabo en nuestro día a día y para funciones tan básicas como el andar o comer.
Hay dos aspectos muy importantes a tener en cuenta, el primero es que cada persona que sufre la enfermedad va a tener un discurrir diferente de los síntomas y, a pesar de estar en la misma fase de desarrollo que otro paciente, probablemente presente otras necesidades y situaciones. El segundo principio es que, a día de hoy, es imposible prevenir la aparición del Parkinson, así como establecer un tratamiento curativo.
A nivel de herramientas terapéuticas, ahora contamos con cuatro diferentes que, han demostrado su eficacia en el desarrollo de su aplicación: cirugía (por ahora solo un 10 % de los pacientes pueden obtener claros beneficios de la misma); fisioterapia y terapia ocupacional (a través de tablas de ejercicios personalizadas y reentrenamiento de ABVD); farmacología (fármacos que aportan dopamina y suplen la falta de su liberación en el organismo), y tratamiento sintomático (tratamiento farmacológico de secuelas secundarias que aparecen derivadas de la enfermedad).
Como conclusión, hay que destacar los avances tecnológicos, científicos y sanitarios que están aportando calidad de vida al enfermo de Parkinson y proporcionan un perfecto caldo de cultivo para conocer con exactitud la etiología de la enfermedad y, una vez se sepa en detalle, poder buscar una solución definitiva a la misma.
Sobre el autor: David Roa Arbeteta
David Roa es un profesional con experiencia superior a los cinco años y experto en el área de la geriatría que lidera en estos momentos las áreas de formación e innovación a través del Método Hoffmann.
Diplomado en fisioterapia por la URJC de Madrid, termina su formación sanitaria con el Máster en osteopatía por la EOM y con el Máster en Dirección de Servicios Sociales por ESADE.
Es director del pionero centro de rehabilitación Vitalia Ferraz y formador internacional de equipos sociosanitarios en Brasil y México.
Tutor de fisioterapia en la URJC ha creado protocolos y programas de rehabilitación física en el área del senior y mayor.
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Son unos mitos más que extendidos, no sólo por familiares de los afectados, sino por cuidadores y profesionales del sector. Desconocer algunos de estos datos puede ofrecer un mal diagnóstico e interferir en la salud del paciente.