Y es que según la última Encuesta de Presupuestos Familiares de 2016 del Instituto Nacional de Estadística (INE) y estudios de la Agencia Tributaria, la Fundación Educo y la Fundación Sigma Dos coinciden en que, entre el 56 y el 62% de las personas mayores de 65 años en España ayuda a sus familias a nivel económico y social. Así 700.000 hogares, el 27,1% -uno de cada cuatro- está sustentado por una persona jubilada.
Además, el pago de impuestos relacionados con jubilación, discapacidad o viudedad ha cobrado un gran peso específico en la recaudación de IRPF en los últimos años, lo que ha contribuido a mantener una parte importante de los ingresos públicos. A nivel social y por poner otro ejemplo, 1 de cada 10 de los abuelos y abuelas en todo el país cuida asiduamente a nietos y otros parientes.
En este sentido el presidente de la SGXX, Miguel Ángel Vázquez Vázquez asegura que las personas mayores son “un auténtico pilar y sostén de toda la sociedad, en la que actúan además de forma desinteresada, solidaria, sin esperar nada a cambio y, sin embargo y por lo general, con apenas reconocimiento ni valoración pública”.
Y esto a pesar de que las personas mayores son cada vez más numerosas a nivel poblacional: los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que en España residen 8.701.380 personas mayores de 65 años, el 18,7 por ciento de la población. “Envejecer es algo positivo. Todo el mundo quiere vivir más y llegar a muy mayor lo mejor posible”, afirma Miguel Ángel Vázquez Vázquez. Pero este envejecimiento está produciendo una amplia transformación económica y social que requiere respuestas a los nuevos retos y necesidades que conlleva. Entre ellas, disponer de una sociedad para todas las edades y en la que las personas mayores sean respuesta, recurso y solución a muchos de estos nuevos retos y no un problema o una carga como prevalece en algunos ámbitos.
Si bien en los últimos años se percibe un incremento en el interés por el envejecimiento activo, positivo, digno y saludable, la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría recalca que aún persisten en muchos ámbitos sociales imágenes, estereotipos, tabúes y prejuicios que distorsionan la imagen de los mayores: personas de salud muy deteriorada, inactivas, pobres, pasivas, aferradas a los bancos de los parques o viviendo caóticamente en soledad abrumadora o en residencias tipo cárcel… o en ocasiones haciendo gimnasia, formándose en universidades de mayores o en acciones solidarias, de forma pintoresca, como si se tratara de un caso muy excepcional.
Tal y como se afirma desde la SGXX son contadas las ocasiones en las que se retrata a este colectivo en su quehacer diario, responsable de su vida, individualmente o al lado de personas de otras generaciones, más bien se les retrata “de forma homogénea y como si todos los mayores fueran iguales, como si la juventud fuera la única referencia válida y respetada y el conocimiento, la experiencia o la sabiduría propias de la edad no sirvieran para nada”.
Y ahondar en esa imagen negativa contribuye a su estigmatización e incrementa los estereotipos y, lo más grave, lleva a las propias personas mayores, o a las que van camino de serlo, a creérselo, a interiorizarlo como verdadero.
Esta situación tiene mucho que ver con la imagen de la vejez que cierta parte de la sociedad proyecta y en cuya erradicación puede desempeñar un gran papel los medios de comunicación. Por eso la SGXX insta para a los profesionales del periodismo a que reconozcan y no recurran en su labor a este tipo de estereotipos que no dejan de ser un tipo de discriminación: el edadismo.
Entre los elementos del edadismo, matiza el presidente de la SGXX, destaca la microagresion en el trato con las personas mayores “un concepto derivado del término anglosajón elderspeak o utilizacion ageista o edadista (discriminación por la edad) del lenguaje, que afecta a la autoestima y al concepto que de si mismas tienen las personas mayores”.
Esta microagresión explicaría, por ejemplo, la manera verbal cotidiana de comportamiento y de trato, intencionado o no, con el que se utilizan insultos leves, palabras despectivas o comentarios negativos contra la persona o grupo de edad avanzada. Como afirma Vázquez, y debido a una mayor investigación y atención a este fenómeno, “el concepto se ha ampliado para incluir otras disparidades sociales, como el sexismo y el heterosexismo”.
De hecho, para el Presidente de la SGXX “la discriminación por edad o ageísmo es uno de los estereotipos más difícil de identificar debido a su aceptación social, a la falta de definiciones operacionales en relación con la estereotipia del lenguaje y la falta de herramientas de medición apropiadas”. Una circunstancia “muy grave, pues los estereotipos hacia las personas mayores confieren una imagen social y cultural muy distorsionada de este colectivo”, lo que conlleva la eliminación de sus más básicos derechos y la justificación y uso de malas prácticas e incluso maltrato en su atención.
Las actitudes discriminatorias y estereotipos se reflejan también en los comportamientos en el habla hacia los adultos mayores, actitud constatada en múltiples estudios, que utiliza la simplificación, la superficialidad en la conversación, el tono emocional degradante, el uso de estrategias de aclaración (por ejemplo, cuidando la articulación silábica en exceso) y en algunos casos, controlando o desaprobando los mensajes que emite la persona mayor mediante comunicación verbal o gestual, como si la persona estuviese aprendiendo a hablar o fuera un niño.
“Muchos adultos utilizan estructuras más sencillas y un tono condescendiente al dar instrucciones a personas mayores que si lo hicieran con personas de su misma edad. Estas personas suelen usar también adaptaciones en su comunicación con los mayores que se identifican con los estereotipos de las competencias del colectivo senior”, afirma Miguel Ángel Vázquez Vázquez.
Llevado al extremo, esta manera de comunicarse adopta la forma de habla a los bebés en los cuidadores de centros geriátricos, lo que se ha asociado con estereotipadas creencias con respecto a la dependencia en los mayores adultos que en la actualidad está comenzando a ser considerado una forma de mala praxis y de maltrato. Y es que la infantilización, afirma Vázquez, “pretende la desposesión de los derechos inherentes a una persona adulta y un fácil manejo o manipulación de las personas mayores”.