En el último siglo, la esperanza de vida ha aumentado notoriamente en España, superando los 80 años. En los países occidentales, este aumento de la esperanza de vida se ha conseguido con avances médicos y tecnológicos que han disminuido el índice de mortalidad. Este incremento en la esperanza de vida, junto con la baja tasa de natalidad de algunos países, está originando un crecimiento acelerado del porcentaje de personas mayores, que tiene como consecuencia un envejecimiento de la población.
En España, el fenómeno del envejecimiento se observa especialmente acelerado. Los datos actuales muestran que la población mayor de 65 años se sitúa alrededor del 17% de la población total, de las que aproximadamente un 25% son octogenarias. En este sentido y según las proyecciones realizadas por el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2050 las personas mayores de 65 años estarán por encima del 30% de la población y los octogenarios llegarán a ser más del 30% del total de la población mayor.
El aumento de la longevidad hace que puedan aparecer enfermedades que años atrás eran difíciles de ver. Además, estas personas mayores siguen siendo conscientes de su estado de salud y, por tanto, se preocupan y tratan de mejorarlo.
Así, se dan cuenta de cuándo les empieza a fallar la memoria o rinden menos en actividades que antes realizaban con total normalidad. En este sentido, se introdujo el término de deterioro cognitivo leve para hablar de personas de más de 60 años que afirman que su memoria ha empeorado pero aun así pueden seguir llevando una vida independiente.
El problema es que los límites entre el envejecimiento normal y el deterioro cognitivo leve pueden ser muy sutiles, igual que entre el deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer temprana. Esto es debido a la existencia de un solapamiento de estas etapas, de manera que el empeoramiento de un envejecimiento normal puede coincidir con las primeras fases de un deterioro cognitivo leve; y el principio de Alzheimer, con un deterioro cognitivo leve avanzado.
Es importante ser consciente de la etapa en que se encuentra la persona ya que no padecerá de igual manera los efectos de esta enfermedad. Así, una persona con deterioro cognitivo leve posiblemente sufrirá más que una persona con Alzheimer avanzado, ya que la primera es plenamente consciente de su empeoramiento: notan que su memoria no es la que era, pero también que les cuesta más llevar a cabo tareas de la vida diaria que antes realizaban sin ninguna dificultad como moverse por su barrio o ciudad, donde de repente pueden despistarse o perderse; o preparar una receta que llevan toda la vida haciendo.
Estos fallos pueden hacer que el ánimo de la persona afectada decaiga de tal manera que llegue a padecer ansiedad o depresión, trastornos que se han visto claramente ligados al desarrollo de demencias: en estas edades el estado de ánimo puede ser determinante para la evolución del deterioro cognitivo leve a una demencia avanzada.
La persona con Alzheimer avanzado, por el contrario, deja de ser consciente de las cosas que no puede hacer. Ya no son independientes y no se dan cuenta de que necesitan que otra persona cuide de ellos para prácticamente todo. Una persona con Alzheimer difícilmente va a recordar a las personas de su familia, pero tampoco recordará cómo ponerse la ropa, cómo se utiliza el cuchillo o cómo hacer para controlar sus esfínteres. Es duro, sí, pero insisto, ellos no son conscientes y, por lo tanto, no sufren.
Desde el punto de vista del familiar, la peor etapa sería esta última porque su ser querido ya no es capaz de valerse por sí mismo y en muchas ocasiones ni siquiera le recuerda. Mientras que en la etapa del deterioro cognitivo leve, la persona simplemente parece estar despistada pero es capaz de llevar una vida autónoma y de mantener una conversación normal con sus familiares.
Mi pregunta es: mientras se encuentra una solución médica para esta enfermedad, ¿dónde deben centrarse los cuidados de la sociedad hacia este colectivo: en las personas con deterioro cognitivo leve o en las personas con Enfermedad de Alzheimer?
Parece claro que las personas que requieren más cuidados son las que están en una fase más avanzada de la enfermedad, al menos si hablamos de cuidados físicos. Pero lo interesante sería tratar de evitar que lleguen hasta esa situación.
De momento la Enfermedad de Alzheimer no tiene cura pero sí se ha visto que se puede retrasar, de manera que una persona con deterioro cognitivo leve podría: desarrollar alguna demencia, mantenerse con el deterioro cognitivo leve o incluso revertir a un estado cognitivo normal. Si estamos hablando de una enfermedad que se desarrolla en un porcentaje muy alto en personas mayores de 60 años pero que podría tardar unos 10 años en evolucionar a las etapas más avanzadas, y nos centráramos en conseguir retrasar 20 años su desarrollo, podríamos conseguir que muchas personas no llegasen a presentar esta enfermedad en toda su vida. O al menos no en sus peores fases.
Hoy en día la palabra Alzheimer nos da casi tanto miedo como la palabra cáncer. Por suerte, el cáncer en muchos casos tiene remedio. Para el Alzheimer aún no ha llegado ese momento. Cualquier persona puede desarrollar Alzheimer y el mayor temor es sentir que podemos empezar a perder capacidades y que no vamos a poder hacer nada por evitarlo. Pero eso no es cierto del todo. Sí hay cosas que se pueden hacer: es muy importante el envejecimiento activo. Mantener nuestras actividades diarias, tanto las aficiones como las obligaciones, puede ayudar a mantener nuestra mente en forma.
Sabiendo esto, vamos a dirigir nuestros esfuerzos hacia la etapa intermedia entre el funcionamiento cognitivo normal y el Alzheimer, primero para tratar de evitar su desarrollo o retrasarlo lo máximo posible, y segundo y más importante, para que las personas que se encuentran en ella sientan que aún hay algo que hacer y que no es algo que hay que asumir sin más.
Es, por tanto, necesaria más información sobre el deterioro cognitivo leve, no sobre el Alzheimer. Así, podrán ser los familiares quienes detecten un empeoramiento de las funciones cognitivas y los que favorezcan un diagnóstico más temprano de esta enfermedad para comenzar a trabajar por evitar su evolución cuanto antes. De hecho, cuando una persona es diagnosticada con deterioro cognitivo leve o con Alzheimer, debería acudir con sus familiares más directos a una sesión informativa donde los familiares puedan entender qué cuidados necesita la persona en cada etapa y de qué es de lo que hay que estar más pendiente.
Además, como he dicho, el ánimo en la fase de deterioro cognitivo leve es esencial para que este no evolucione a Alzheimer y, en esas edades, el ánimo suele depender sobre todo de la actitud de los hijos, de forma que si estos están informados de lo que les pasa a sus padres y saben cómo deben actuar ante esa situación, no perderán los nervios al ver que no hacen las cosas como antes y no trasladarán su frustración a los que de verdad sufren: los mayores.
Sobre la autora: Almudena Junquera Fernández
Almudena Junquera Fernández es bióloga, graduada por la Universidad Autónoma de Madrid y especializada en neuropsicología con el Máster en Neurociencia de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente está realizando un doctorado en Alzheimer y deterioro cognitivo leve en la Universidad Complutense de Madrid, donde trabaja como ayudante de investigación. Además colabora con la Fundación Europea para el Estudio y Reflexión Ética (Funderética).