Un artículo de
Itxaso Ayesa, Psicóloga en centros de día
Igurco Servicios Sociosanitarios (Grupo IMQ)
Las estrategias para comunicarse con una persona mayor con deterioro cognitivo evolucionan con la enfermedad. Existen distintos recursos que pueden ser de ayuda.
En demencias como la enfermedad de Alzheimer, el avance de la patología conlleva la alteración progresiva de funciones como la atención, la memoria, la comprensión y la expresión verbal. Esta situación de deterioro puede provocar respuestas emocionales diversas (frustración, rabia, tristeza…) tanto en la persona enferma como en su entorno familiar. Las personas con demencia continúan teniendo la necesidad de comunicarse, y el comunicarnos con ellas, les ayuda no sólo a mantener las capacidades cognitivas sino también las afectivas (saben que estamos ahí, que nos preocupamos y que les cuidamos).
Las dificultades de comunicación con estas personas evolucionan con la enfermedad. En las primeras fases de la patología existe dificultad para encontrar las palabras adecuadas (anomia) y son frecuentes las ideas fijas, repetitivas. En fases más avanzadas, el lenguaje es ya muy pobre y generalmente incomprensible, pudiendo aparecer “ecolalia” o repetición de lo que acaban de escuchar.
Finalmente, en la fase de demencia severa, se han perdido tanto la comprensión como la expresión. Lo que ocurre generalmente es que el paso de una fase a otra es muy sutil, y es importante saber que lo que servía ayer, puede no ser útil mañana. Por ello, a veces, es necesario recurrir a la imaginación y a la experiencia que tengamos de nuestro día a día en común, para mantener todo el tiempo que sea posible la comunicación.
Más allá de las palabras
Es importante recordar que la palabra no es la única forma de comunicar. Al perder progresivamente la capacidad de hablar, estas personas son especialmente sensibles a los gestos, al tono de voz y al comportamiento de los que les rodean. Es decir, cobra importancia el lenguaje no verbal.
Cuando la persona mayor con deterioro cognitivo tenga dificultad para encontrar la palabra precisa o confunda una palabra con otra, una forma de solventar estos problemas sería que nos señalase el objeto al que se refiere, a la vez que repetimos la palabra para asegurarnos de que hemos comprendido bien.
Dado que la memoria también falla, es habitual que la persona mayor afectada se detenga a mitad de frase y no sepa continuar porque no recuerda lo que estaba diciendo. Para ayudarle, podemos dejarle un tiempo para que la termine y, si finalmente no la recuerda, podemos repetirle las últimas dos o tres palabras que ha dicho. Si, aun así, no vuelve a coger el hilo de la frase, trataremos de sacar otro tema para evitar que se frustre.
Durante los primeros estadios de la enfermedad, para facilitarle el recuerdo de las cosas es útil usar la escritura junto a la palabra. Por ejemplo, se pueden poner notas recordando dónde está la cena o a qué hora debe tomar la medicación. No obstante, a medida que la enfermedad avanza, será capaz de leer las notas pero no de comprenderlas, de modo que se puede recurrir a los dibujos en vez de la escritura.
Adaptación a su circunstancia
Conviene siempre hablarle lentamente, con frases cortas y pronunciando con claridad las palabras, acompañándolas con gestos y evitando las frases y explicaciones largas. Del mismo modo, cuando le preguntemos algo, conviene que las preguntas sean sencillas, que exijan respuestas simples como un “sí” o un “no”, o que las opciones de respuesta estén contenidas en la pregunta (por ejemplo, “¿quieres la camisa azul o la roja?”).
Cuando su lenguaje sea incoherente, sin sentido, siga escuchándole con atención, tranquilamente, sin decirle que no se le entiende y sin pedirle explicaciones, manteniendo la comunicación no verbal. Quizá alguna de las palabras que diga pueda darle una pista del tema sobre el que trata de hablarte.
Cuando ya no comprenda nuestras palabras (orales o escritas) ni nuestros dibujos, seguirá siendo importante no solo el tono y el volumen de voz que utilicemos, sino las posturas, las miradas, la expresión del rostro, los gestos, etcétera. Si hablamos muy alto o hacemos gestos bruscos, puede interpretarlo como que nos hemos enfadado.
Habrá ocasiones en las que ninguno de estos consejos nos sirva, pero es indispensable recordar que nos queda la sonrisa, la caricia, los mimos… Gestos que, sin duda, nuestro familiar continuará comprendiendo y agradeciendo.
Consejos prácticos
Sí debemos
- Dejarle hablar
- Ayudarle a recordar y señalar
- Utilizar la escritura y dibujos
- Preguntar cosas sencillas
- Emplear un tono suave
- Ayudarnos de caricias y mimos
No debemos
- Interrumpirle
- Emplear frases largas y complejas
- Apresurarle
- Ser impaciente
- Hablar demasiado alto
- Mostrar malos modos