/p>La vista es uno de los sentidos más afectados por el envejecimiento, sufriendo pérdida de agudeza visual, menor visión lateral, sequedad ocular… lo que conlleva una pérdida de información sensorial y afecta a la calidad de vida del mayor.
Por ello, a partir de los 50 años es recomendable una revisión anual con el especialista, tanto para prevenir como para contrarrestar los problemas oculares más habituales asociados a la pérdida de visión asociada la edad. Y es que, tal y como apunta el doctor David Curto, jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores, “no hay que dejar de hacerse una revisión anual de la vista, sobre todo, si el trabajo que se realiza o se realizaba dependía de una buena capacidad visual o si se es mayor de 50 años. Detectar un problema en una etapa precoz es fundamental a la hora de mantener una buena vista o no sufrir una pérdida de la misma”.
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A partir de los 50 años es recomendable una revisión anual con el especialista, tanto para prevenir como para contrarrestar los problemas oculares más habituales asociados a la edad

El efecto de la edad sobre la visión se manifiesta en forma de diversos problemas de carácter leve que pueden ser tratados de forma fácil. Entre ellos, la nitidez de la visión o agudeza visual puede disminuir gradualmente. “En este caso el problema más común es la dificultad para enfocar los ojos en objetos cercanos. Las gafas para leer o lentes bifocales pueden ayudar a corregirlo”, explica el doctor Curto.
Otros efectos habituales de la edad son una menor tolerancia al resplandor; mayor dificultad para diferenciar colores primarios; una reducción de la visión periférica y del campo de visión; sequedad o dificultad para producir lágrimas; y la aparición de partículas pequeñas conocidas como moscas o manchas flotantes. “Estas moscas son uno de los motivos más habituales de consulta y se manifiestan como un conjunto de manchas o puntos móviles que flotan a través de la visión. Aunque no se conocen bien las causas, están muy asociadas a la edad. La mayoría de las personas aprenden a ignorar su presencia”, añade el doctor Curto.
“Mención aparte merecen las enfermedades que pueden derivar en pérdida de visión y ceguera. Al principio, es posible que presenten pocos síntomas”, puntualiza jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores. En este apartado se encuentran las cataratas o nublado del cristalino del ojo; el glaucoma o aumento en la presión del fluido en el ojo; la degeneración macular o enfermedad de la mácula, responsable de la visión central; y retinopatía o enfermedad en la retina provocada por la diabetes o la hipertensión arterial.
En general, los cambios en la visión afectan a la calidad de vida del mayor y pueden incidir en la capacidad de comunicarse, disfrutar las actividades y relacionarse con las personas. Y en los casos más graves, conducir al aislamiento. La pérdida de salud visual es, además, un factor de riesgo en las caídas, más aún si se tiene en cuenta que el proceso de reducción de la agudeza visual es lento y muchas veces imperceptible para la mayoría de las personas.

El glaucoma es la segunda causa más común de ceguera

El glaucoma es una grave enfermedad visual que no da síntomas hasta que ya se ha manifestado e iniciado el proceso de pérdida de visión. La visión perdida no se puede revertir pero sí detener el proceso si se detecta y trata a tiempo. De ahí la importancia de una detección precoz mediante revisiones oftalmológicas, tal y como aconsejan desde el servicio de Oftalmología del Hospital Sanitas CIMA.

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El glaucoma es una grave enfermedad visual que no da síntomas. Por ello es importante la detección precoz mediante revisiones oftalmológicas

“La mayoría de las formas de glaucoma son asintomáticas hasta que la lesión del nervio óptico avanza y se desarrolla la pérdida del campo visual. Por tanto, en muchos casos el paciente acude a consulta cuando un alto porcentaje de fibras nerviosas de la retina ya se han perdido y el defecto en el campo visual ya está avanzado e irreversible. En cambio, otras formas de glaucoma sí producen síntomas tales como visión borrosa o dolor y pueden ser diagnosticadas en fases más precoces”, comenta el Dr. Jesús Téllez Vázquez, experto en glaucoma del Servicio de Oftalmología del Hospital Sanitas CIMA.

Para realizar un correcto diagnóstico del glaucoma es necesario estudiar la forma y color del nervio óptico, el campo visual completo, el espesor corneal y, sobretodo, medir la presión intraocular. Para ello se utilizan distintos equipos tecnológicos: tonómetros, oftalmoscopios, perímetros, retinoscopios, gonioscopios y paquímetros.
“El objetivo del tratamiento consiste en detener o ralentizar la progresión de la afectación glaucomatosa. Para ello establecemos en cada paciente, de forma individualizada y dinámica, la llamada Presión Intraocular Objetivo, que es la presión con la que detenemos la progresión de la enfermedad. Para conseguirlo se empieza por un tratamiento a base de colirios, en algunos casos se colocan válvulas especiales, en otros se utiliza el láser Argón y en los casos más avanzados hay que recurrir a la cirugía que será más o menos invasiva en función del estadio de la enfermedad”, señala el Dr. Téllez.
Uno de los principales problemas que impiden el correcto tratamiento en la fase de terapia tópica es el incumplimiento por parte del paciente, por lo que la labor de concienciación es imprescindible.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el glaucoma es la segunda causa más común de ceguera; afecta a 4,5 millones de personas en el mundo y se prevé que alcance a 11 millones de personas en 2020. La edad, la raza, el grosor corneal, los antecedentes familiares o el grado de miopía son los principales factores de riesgo, siendo la presión intraocular elevada el único factor de riesgo modificable.