Tal y como apuntan los autores del mismo, el aumento de la longevidad ha venido acompañado de una serie de cambios demográficos y sociales que están transformando tanto el perfil de la salud de los adultos mayores, como las oportunidades para mantener y extender la calidad de vida durante la vejez.
Así, mientras la longevidad sigue creciendo, existen evidencias de una disminución del tiempo de vida libre de discapacidad, es decir, de los años disfrutados con salud y sin limitaciones, especialmente entre las mujeres. Y en este contexto se está produciendo un incremento sin precedentes de la población mayor de 65 años. Según las previsiones, la población mayor de 65 años llegará a suponer el 24,9% en 2029 y el 38,7% en 2064.
Así, el acortamiento de los años de vida con salud y la transformación de los patrones de morbimortalidad, sumado a los cambios en la estructura demográfica del país, hacen esperar un aumento de la probabilidad de experimentar algún tipo de discapacidad al llegar la vejez y, en consecuencia, de experimentar situaciones de dependencia y del crecimiento de la demanda de cuidados.
Este estudio analiza, desde una perspectiva sociodemográfica, los condicionantes del estado de salud de la población de 50 o más años en España, y determina que “nos encontramos en un contexto de máxima incertidumbre en el que son esperables recortes en políticas sociales de apoyo a la dependencia, un descenso de la fecundidad que viene repercutiendo en el número de potenciales cuidadores informales o el cambio en la percepción sobre la responsabilidad del cuidado en el ámbito familiar. Un escenario, además, en el que no existe evidencia empírica de que la esperanza de vida haya llegado a su máximo, ni tampoco de que pueda mantenerse una trayectoria ascendente en la mejora de la calidad de vida en la vejez, hecho por el cual es fundamental conocer qué factores condicionan el envejecimiento saludable y cuáles son las tendencias actuales en lo relativo a discapacidad y dependencia de los adultos mayores”.
Los resultados de este estudio permiten situar a España dentro del contexto europeo, concluyendo que se encuentra entre los países con el porcentaje más elevado de personas de 50 o más años que valoran negativamente su estado de salud. El estudio también revela que en lo que respecta a la percepción que la población española tiene sobre su estado de salud, existen variaciones reseñables por sexo y edad. Los hombres evalúan de una forma más positiva sus condiciones físicas y cognitivas que las mujeres, y ambos ofrecen peores valoraciones a medida que la edad avanza.
Por un lado, la mayor longevidad de las mujeres y la mayor propensión de éstas a padecer patologías altamente discapacitantes, como enfermedades osteomusculares y algunas enfermedades mentales y del sistema nervioso, hacen que esa prevalencia de discapacidad entre la población femenina quede reflejada en la valoración que hacen de su estado de salud.
Teniendo en cuenta los roles que se desempeñan dentro de los flujos de cuidado, se constatan importantes diferencias de género en la salud autopercibida de población cuidadora y no cuidadora. Los hombres que cuidan en solitario evalúan su salud de una manera muy similar a las mujeres cuidadoras, independientemente de que cuenten con ayuda adicional de otros cuidadores, es decir, de una manera negativa. En comparación, los hombres que cuidan con ayuda de otras personas perciben un mejor estado de salud.
Los autores de este informe atribuyen esto a las diferentes tareas que asumen hombres y mujeres como cuidadores, ya que son ellas quienes normalmente llevan el peso de la actividad, asumiendo las tareas que exigen mayor dedicación y tiempo, sobre todo en relación al cuidado personal y las rutinas diarias, lo cual incide de una manera más evidente en su estado de salud.
También se observan diferencias por edad en la salud percibida en función del rol que se ocupa en las dinámicas de cuidado. Las personas de 50-64 años al cuidado de algún adulto dependiente perciben peor su salud, sobre todo si son cuidadores en solitario, en comparación con los no cuidadores. Sin embargo, en los grupos de mayor edad el patrón cambia, y son los cuidadores los que perciben mejor su salud que los no cuidadores.
En los grupos de edad donde las enfermedades comienzan a agravarse, se multiplica el número de dolencias y las limitaciones en las actividades de la vida diaria empiezan a notarse, las personas que se hacen cargo del cuidado de otros son aquellas que presentan un mejor perfil sanitario y tienen las capacidades físicas y cognitivas para desarrollar esta tarea. De ahí que su evaluación del estado de salud sea mejor que el de aquellos que no cuidan a ningún adulto dependiente.
Dado que el estado de salud autopercibido se ha demostrado como un excelente indicador de la salud objetiva, al estar estrechamente relacionado con la aparición de impedimentos y dolencias, no es extraño que las tendencias observadas por sexo y edad en la percepción del estado de salud -peor en las mujeres y en las edades avanzadas-, sean las mismas en el caso de las enfermedades crónicas.
Así, el porcentaje de población que presenta multimorbilidad, dos o más enfermedades crónicas diagnosticadas, también aumenta entre las mujeres y a medida que la edad avanza. Por el contrario, la población masculina muestra mayores porcentajes sin ninguna enfermedad crónica diagnosticada. Comparando los datos españoles con los de otros países europeos se han observado porcentajes muy altos de población con más de dos enfermedades crónicas, siempre por encima de la media europea.
El estudio pone de relieve también la importancia de los aspectos emocionales y psicológicos en la salud de las personas. En general, los españoles gozan de una buena salud mental, a pesar que ésta es mejor en los varones, y que las personas cuidadoras no sólo se sienten peor anímicamente sino que también autoperciben un menor apoyo social, y mayor padecimiento de ansiedad o estrés, lo que les resta salud y, por ende, bienestar y calidad de vida.
De este modo, los investigadores de la Fundación Mapfre y de la UNED, destacan que el apoyo social debe concebirse dentro de los determinantes de la salud dadas las diferencias que aglutina en función del sexo y la edad, pero especialmente entre personas cuidadoras y no cuidadoras, dadas las necesarias vinculaciones que las personas cuidadoras, y en especial las que lo hacen solas, precisan del entorno externo y próximo que les aporten mejores niveles de calidad y bienestar de vida.
Los interesados pueden consultar y descargar el estudio ‘Salud en la vida adulta y su relación con el envejecimiento saludable‘ aquí www.fundacionmapfre.org