Un artículo de María José Aguilera Muro,
Psicóloga Sanitaria y Responsable del Dpto. de Estimulación Cognitiva y Envejecimiento Activo de Nosoloarrugas.com
En nuestra sociedad y especialmente en el momento en que vivimos es muy frecuente oír y leer términos como: rejuvenecedor, antienvejecimiento, antiedad o antiaging en multitud de productos de todo tipo. Si nos paramos un momento a pensar sobre ello veremos que estos términos han sido acuñados con los fines propios de una sociedad consumista como la nuestra y, por lo tanto, están dirigidos a obtener de la población un mayor consumo. Por supuesto, su público diana son los adultos mayores.
Estas estrategias comerciales, influyen de forma perniciosa en las actitudes sociales ya que transmiten una idea negativa acerca de lo que es y significa envejecer. El asociar la vejez con el deterioro, los déficits y la dependencia hace que se adopte la idea de que son propios de la edad y por lo tanto inevitables. Crean rechazo a todo lo que significa envejecimiento y con ello se adoptan conductas prejuiciosas e injustas hacia los mayores, las cuales dificultan el envejecer bien y limitan una adecuada integración del adulto mayor en la sociedad, a la vez que nos hace esperar eso mismo para nosotros.
En contraposición a esto, los términos: envejecimiento activo, autonomía, independencia, calidad de vida, esperanza de vida saludable, envejecimiento exitoso, etc. son expresiones que cada vez más, empiezan a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano. Su uso revela un cambio de sensibilidad respecto al envejecimiento y lo muestra como un periodo de oportunidades, una experiencia positiva vinculada al ciclo vital.
No se trata de no envejecer, sino de envejecer de la forma más óptima posible y para conseguir este objetivo, absolutamente legítimo, las herramientas de que disponemos proceden esencialmente del campo de la prevención. Está demostrado que mantener hábitos de vida como practicar ejercicio, cuidar la nutrición, mantener la mente activa, seguir aprendiendo, relacionándose, en definitiva, teniendo proyecto personal de vida, contribuye a alargar la vida, haciéndola más útil y placentera.
Si a esto le añadimos una actitud positiva acerca del proceso de envejecimiento y una participación social activa, estaríamos hablando de lo que se ha dado en llamar “Envejecimiento Activo” (Imserso 2011)
La OMS (2002), define el envejecimiento activo como ”el proceso de optimización de las oportunidades de la salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen; permite a las personas realizar su potencial de bienestar físico, social y mental a lo largo de todo su ciclo vital y participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, mientras que les proporciona protección, seguridad y cuidados adecuados”.
Para potenciar este tipo de envejecimiento propone:
- Prevención y promoción de la salud.
- Mantener la actividad física y realizar ejercicio físico.
- Mantenimiento de la capacidad mental y del aprendizaje.
- Vinculación y participación social.
Así pues, el envejecimiento activo depende de un conjunto de condiciones que podemos agrupar en: contextuales (socio-económicas, culturales, ambientales, sanitarias) y personales (factores individuales y comportamentales) (Fernández-Ballesteros, 2005). Las condiciones contextuales competen y se dan en toda la sociedad en su conjunto: Instituciones, organismos públicos, ámbito familiar… etc. que es responsable y copartícipe. Las condiciones personales (factores individuales y comportamentales) son las que dependen de la propia persona. En esta propuesta nos vamos a centrar en los factores personales.
Prevención y promoción de la salud
Con la edad se incrementa el riesgo de que aparezca malnutrición, no es que ésta sea un efecto secundario inevitable del envejecimiento, sin embargo los cambios que se producen en el organismo bien sea por problemas de salud, por determinados medicamentos, por problemas en el tracto digestivo, problemas de dentición, salivación…etc., pueden propiciar su aparición.
Por ello es fundamental procurar una alimentación equilibrada controlando aporte calórico, grasas, proteínas, hidratos de carbono, minerales y vitaminas (en especial calcio y vitamina D que previenen la osteoporosis). El consumo de ácidos grasos omega-3 y omega-6, y de grasas monoinsaturadas ha demostrado reducir el riesgo de enfermedades coronarias y, probablemente, también el de padecer la enfermedad de Alzheimer. Estos ácidos grasos están presentes en el aceite de oliva virgen, los frutos secos, el aguacate y el salmón.
El agua merece especial mención ya que en el organismo humano es el componente mayoritario. La sensación de sed disminuye con la edad y por eso es importante vigilar su ingesta, 1,5 litros/día sería como mínimo la cantidad adecuada.
Controlar el sobrepeso, ya que algunos autores han encontrado una relación entre obesidad y mayor riesgo de discapacidad. (Lafortune et al., 2007). Disminuir si no suprimir el uso del tabaco y otras drogas, consumo moderado del alcohol, vacunarse, en especial vacunas contra la gripe y vacuna antineumónica, recomendadas en los mayores de 65 años etc. Todas ellas son conductas que van a prevenir la aparición de enfermedades (Imserso, 2011).
Actividad física
Tan importante como llevar una dieta equilibrada es estar físicamente activo. Varios estudios longitudinales con personas mayores han indicado que el ejercicio físico está asociado a un menor declive cognitivo y a un menor riesgo de demencia. Aunque los efectos positivos del ejercicio dependan del tipo de actividad que se realice y el tiempo que se le dedique, es indiscutible que cualquier nivel de ejercicio físico reportará más efectos positivos en la salud mental y física que la absoluta pasividad.
Sin embargo, estos efectos positivos irán disipándose si se abandona la actividad física, de ahí la importancia del mantenimiento. Sea cual sea el tipo de ejercicio que decida realizarse, es muy importante que resulte atractivo y que encaje en las posibilidades e intereses de la persona sin olvidar que se debe solicitar orientación médica antes de iniciar cualquier programa de actividad física.
El ejercicio físico se ha de contemplar como algo esencial para nuestro bienestar, al igual que la nutrición o el descanso, y que por lo tanto, debe formar parte de nuestro estilo de vida.Si solo es considerado como un hobby, probablemente no tendrá la regularidad necesaria ni reportará todos los beneficios que de él pueden esperarse.
Vinculación y participación social
Es cierto que existen algunos factores, como la jubilación o la pérdida de amigos y familiares, que pueden inducir a menor actividad y contacto social, pero podemos y debemos encontrar las formas de seguir manteniendo relaciones sociales y vínculos familiares. El aislamiento y la soledad son factores de riesgo para el deterioro cognitivo.
Cada persona debe afrontar su propio proceso de envejecimiento desde un papel activo y sin desconectarse o aislarse de la sociedad. La participación en actividades sociales y en actividades cognitivamente estimulantes ha sido asociada a una reducción de la enfermedad de Alzheimer. (WilsonR.S.et al.2002) y (Lindstrom H.A. et al.2005). Las formas de participación social son múltiples y diversas como lo son las personas, por ejemplo a través de asociaciones que realizan actividades de ocio, de formación, voluntariado organizado etc.
Además las personas mayores poseen una valiosa experiencia vital insustituible que debe contribuir a la propia evolución de las sociedades.
Mantenimiento de la capacidad mental y del aprendizaje
La actividad mental es uno de los pilares fundamentales del envejecimiento activo, pero que debe complementarse con la participación social, el ejercicio físico y una adecuada nutrición, todo ello de forma equilibrada. Este equilibrio también debe buscarse dentro de la propia actividad mental, alternando las formas de estimulación.
Es decir, aunque un tipo de ejercicio nos resulte especialmente atractivo, lo ideal es combinarlos. Del mismo modo que para llevar una dieta saludable debemos ingerir alimentos de distintos grupos nutricionales, aunque unos nos resulten más apetecibles que otros, la óptima estimulación cognitiva es aquella que procura la ejercitación de las distintas capacidades mentales.
Estar implicado en actividades cognitivas como leer, participar en juegos de mesa o juegos informatizados, realizar manualidades y la formación permanente en la madurez o en edades más avanzadas suponen un factor protector del deterioro cognitivo así como comprometerse en actividades cognitivamente estimulantes (estilo de vida activo, actividades novedosas e intelectualmente desafiantes) está asociado a una mayor capacidad verbal y de memoria, en comparación con personas menos comprometidas.
Beneficios de las prácticas de ocio en el adulto mayor
Culturalmente se nos ha transmitido una idea desvalorizada del ocio a la vez que el trabajo ha sido colocado en un lugar preponderante, esto ha hecho que las personas tiendan a considerarlo como algo secundario, superfluo y prescindible. Algo que se tiene que dejar para cuando no hay cosas “más importantes” que hacer o bien para “matar” el tiempo; sin embargo, el ocio cumple una importante función preventiva y rehabilitadora a cualquier edad.
A partir de los datos de la literatura científica respecto a los beneficios que el ocio aporta a las personas mayores, se sabe que la práctica de actividades recreativas:
- Optimiza los niveles de bienestar subjetivo.
- Disminuye los sentimientos de soledad.
- Mejora el estado de ánimo y la motivación interna.
- Incrementa la capacidad de afrontamiento en situaciones de estrés.
- Aumenta la autoeficacia social percibida.
- Facilita la adaptación a la jubilación.
- Amplía los niveles de satisfacción vital.
- Mejora las habilidades comunicativas.
- Potencia la percepción sensorial.
- Ejercita las habilidades cognitivas.
- Incrementa la autoestima.
- Mejora el mantenimiento de hábitos saludables.
- Disminuye significativamente los niveles de enfermedad y depresión.
- Facilita la adaptación al entorno.
- Aumenta la percepción de competencia.
Entre las distintas opciones que podamos tener para practicar el ocio, una que nos ofrece un gran abanico de ventajas, es sin duda alguna los juegos de mesa. Por sus cualidades y manejabilidad, se convierten en un instrumento idóneo para los adultos. Esto es así porque no sólo son un material con el que encontrar diversión sino que son, como ningún otro, un material para estimular el desarrollo cognitivo.
Al jugar, el adulto se ve obligado a manejar mentalmente distintos tipos de información: resolver problemas, comprender cambios que surgen durante el desarrollo del juego adaptándose a los mismos (flexibilidad de pensamiento), a tomar decisiones, hacer análisis, mantener la concentración, aplicar estrategias, lo cual conlleva imaginar distintas posibilidades de acción por parte de sus compañeros o compañeras de juego, coordinar su pensamiento con la ejecución. Y según el juego, también a interpretar las expresiones faciales de sus compañeros… a contar, calcular, recordar, memorizar reglas, etc.
- Los juegos de preguntas y respuestas, y aquellos que requieren atención y concentración, contribuyen a la activación de la memoria.
- Los juegos de palabras y letras, o los de cálculo, ayudan a practicar algunos hábitos necesarios para el desarrollo de las actividades de la vida cotidiana. Además potencian y mejoran el uso del lenguaje
- Mejoran la movilidad y la agilidad: Los juegos que requieren coordinar movimientos, movilizar articulaciones o realizar estiramientos contribuyen al mantenimiento de las habilidades sensoriales y motoras.
- Estimulan la percepción sensorial: Cualquier actividad lúdica, al ser fuente de motivación, incrementa la atención y mejora la percepción y estimulación de los sentidos.
- Potencian el contacto social y la comunicación: El juego compartido fomenta las relaciones sociales y la comunicación, a la vez que estimula la satisfacción emocional y la seguridad.
Es posible mejorar la función cognitiva y la eficiencia cerebral mediante algunos cambios en nuestro día a día. Las elecciones que hacemos con respecto a nuestro estilo de vida y nuestras actitudes influyen en la forma en que envejecemos.
Bibliografía:
- Pérez Serrano, G.; Montejos Carrasco P.; Montenegro Peña M.; Pérez de Guzmán Puya V.: (2006): Intervención y desarrollo integral en personas mayores. Madrid: Editorial Universitas, S.A.
- Pérez Serrano G.; Limón Mendizábal R.; De Miguel Badesa S. :(2004): ¿Cómo intervenir en personas mayores? Madrid: Editorial Dykinson, S.L.
- Vive el envejecimiento activo. Memoria y otros retos cotidianos. Barcelona: Fundación “La Caixa” (2010).
- El libro blanco sobre el envejecimiento activo. Madrid: IMSERSO (2011).
Sobre la autora: Mª José Aguilera
Mª José Aguilera es Responsable del Dpto. de Estimulación Cognitiva y Envejecimiento Activo de Nosoloarrugas.com. Psicóloga sanitaria, licenciada por la Universidad Nacional a Distancia y experta en “Intervención en Calidad de Vida de Personas Mayores”. Tiene formación en Psicogeriatría, Alzheimer y otras demencias, y ha llevado a cabo en distintas asociaciones de adultos mayores el programa de Envejecimiento Activo “Añade más vida a tus años y no más años a tu vida” del cual es autora.
Actualmente trabaja con personas mayores, realizando intervenciones psicológicas individuales y en grupo en el ámbito de la estimulación cognitiva y el entrenamiento mental. Forma parte del equipo profesional de nosoloarrugas.com como especialista en estimulación cognitiva y adultos mayores.
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