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Un artículo de Sara González Blázquez
Directora Médico de Grupo Amavir

Dos enfermedades silenciosas y de rápida evolución que atacan a un órgano común, el cerebro. El Alzheimer y el Parkinson afectan en total a casi 1,3 millones de familias españolas y las sumergen en una lucha diaria para combatir los síntomas de la enfermedad que comienzan a manifestarse en alguno de sus familiares.
En la actualidad, los diversos estudios realizados sobre ambas patologías siguen sin hallar una respuesta que permita su curación, por lo que los investigadores centran sus esfuerzos en buscar métodos paliativos que permitan mejorar la calidad de vida de los enfermos.
Una investigación realizada recientemente por la Universidad de Emory y publicada en la revista de divulgación científica Biología Molecular y Estructural Natural revela que ambas enfermedades presentan en el plano bioquímico una enzima común en sus orígenes, la AEP. Tanto el Alzheimer como el Parkinson son originados por formas tóxicas de proteínas que se adhieren a las células cerebrales.
Sin embargo, la evolución de las enfermedades no debe ser únicamente el centro de atención de investigadores, sino que, a otra escala, es necesario la implicación de familiares y cuidadores que garanticen el máximo retraso en la aparición de la sintomatología y los mejores cuidados durante el desarrollo de la enfermedad. Para ello es necesario conocer estas dos enfermedades y sus fases, lo que permite ayudar en la comprensión de la enfermedad y facilita la toma de decisiones a consecuencia del avance de la sintomatología.
Al entrar en la tercera edad aparecen una serie de cambios físicos y psicológicos propios del proceso de envejecimiento y, en numerosas ocasiones, estos traen consigo deterioro cognitivo asociado a la vejez, con sintomatología como la pérdida de memoria inmediata y reciente. Esta pérdida de memoria puede ser un rasgo indicativo, aunque no necesariamente definitivo, del Alzheimer.

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La pérdida de memoria puede ser un rasgo indicativo, aunque no necesariamente definitivo, del Alzheimer

Por lo general, se diferencian a lo largo del desarrollo de esta enfermedad tres niveles, desencadenantes de nuevos síntomas y nuevas disfunciones.
En un primer momento, nos encontraríamos con la Fase I cuya duración oscila entre 1 a 3 años. Ésta se caracteriza por la alteración en el aprendizaje, la memoria remota levemente alterada, la desorientación o empobrecimiento de las habilidades constructivas, la dificultad en la generación de listas de palabras y dificultad para encontrarlas durante el diálogo, indiferencia, irritabilidad ocasional, preservación de la actividad motora, y aparición de episodios de depresión y tristeza.
La Fase II se presenta a través de deterioro de la memoria reciente y remota, la desorientación espacial, la afectación del lenguaje y del cálculo matemático, la indiferencia o irritabilidad, las alucinaciones y la inquietud psicomotriz.
Las manifestaciones del último punto, la definida como Fase III, quizás el más crítico de la enfermedad, son el deterioro severo de las funciones intelectuales, la rigidez o las posturas en flexión y la incontinencia urinaria y fecal.
Con el diagnóstico de esta enfermedad es necesario determinar las necesidades de cada paciente y establecer un modelo de actuación personalizado. Por ello es recomendable realizar una buena valoración geriátrica integral multidisciplinar, como la que realizamos de forma individualizada a cada uno de los mayores en nuestros centros Amavir. Posteriormente, tras identificar las necesidades específicas, ubicamos a la persona en la unidad de convivencia más adecuada que le garantice la mejor atención y la mayor calidad de vida.
El Parkinson es también una enfermedad neurodegenerativa cuya sintomatología tiene relación fundamentalmente con la coordinación de movimientos, que se traduce en temblores, rigidez, lentitud y trastornos de la marcha.
Se manifiesta en el 70% de los casos en personas mayores de 65 años y suele ser mucho más común en hombres que en mujeres. La aparición de los síntomas no suele ser ni conjunta ni inmediata. Por regla general, el diagnóstico tarda entre 1 y 5 años en considerarse definitivo ya que no existe como tal un examen determinante para esta enfermedad, sino que los doctores usan el historial del paciente y pruebas neurológicas para diagnosticarlo.
Es una enfermedad muy individualizada y cada paciente requiere un plan de tratamiento único. Cuidar a un paciente con esta patología en un estado avanzado, implica un tratamiento integral, que incluye además de cuidados médicos y farmacológicos paliativos, fisioterapeutas que dirijan el ejercicio imprescindible, terapeutas ocupacionales que ayuden a mantener las funciones cognitivas, psicólogos que puedan tener una valoración de su estado psíquico y emocional y, si es necesario, un logopeda.
Grupo Amavir es consciente de la necesidad de atención especializada de estos mayores. Por eso, tanto nuestras residencias, como nuestros centros de día, cuentan con módulos de convivencia reducida, que ofrecen la oportunidad de combinar la rutina de las personas afectadas con horarios marcados para tomar su medicación y la realización de terapias complementarias.
Los centros pertenecientes al Grupo Amavir cuentan en su totalidad con profesionales altamente cualificados para ofrecer las mejores atenciones a los residentes que presenten estas patologías, y, además, disponen de servicio médico las 24 horas, un elemento muy importante en el cuidado y atención de las enfermedades de Parkinson y Alzheimer.