Se trata de un pequeño ensayo en el que se ha examinado la seguridad, tolerabilidad y viabilidad de administrar plasma sanguíneo de donantes jóvenes a pacientes con enfermedad de Alzheimer en fase leve o moderada, mostrando alguna evidencia de mejoría.
Los resultados del ensayo PLASMA (abreviatura de Plasma for Alzheimer’s Symptom Amelioration), se presentaron en la 10ª Conferencia Clínica anual sobre la enfermedad de Alzheimer en Boston por parte de la profesora Sharon Sha, investigadora principal.
El hallazgo de seguridad no era sorprendente, dado que las infusiones de plasma sanguíneo se han utilizado durante mucho tiempo para otras indicaciones y se consideran extremadamente seguras, pero si resultó más sorprendente los indicios de mejoría de los pacientes en su capacidad funcional a la hora de realizar tareas básicas esenciales para la vida diaria independiente, como recordar tomar medicamentos, poder pagar facturas o preparar sus propias comidas.
Se trata de un paso más en una investigación iniciada por Tony Wyss-Coray, profesor de neurología y ciencias neurológicas de Stanford, quién ya demostró que componentes presentes en la sangre de ratones jóvenes puede rejuvenecer el tejido cerebral y mejorar el rendimiento cognitivo en ratones viejos. No obstante, la profesora Sharon Sha advierte que se trata de un primer paso basado en evaluaciones de los informes de los cuidadores y que el número de participantes en el estudio era pequeño, por lo que se necesitarán más estudios sobre un mayor número de participantes antes de poder llegar a conclusiones sobre la eficacia de las transfusiones de plasma sanguíneo.
El ensayo, que se llevó a cabo en el Hospital de Stanford, se desarrolló en dos etapas. En la primera, nueve participantes con enfermedad de Alzheimer leve a moderada recibieron cuatro infusiones semanales de plasma, la parte líquida de la sangre libre de células, obtenida de donantes de 18-30 años o de placebo (una solución salina). Ni los participantes ni los que administraban las infusiones sabían cuál de las dos infusiones estaba recibiendo un participante determinado. Luego, después de un período de seis semanas, los regímenes se revirtieron: los que inicialmente recibieron plasma recibieron cuatro infusiones semanales de placebo, y viceversa.
Los participantes realizaron múltiples pruebas y cuestionarios para determinar el estado de ánimo, la cognición y la capacidad funcional antes y después del primer período de infusión de cuatro semanas, y nuevamente antes y después del segundo período de infusión de otras cuatro semanas. El tiempo total transcurrido entre la primera visita y la visita final de un participante, incluido un examen preliminar y una visita final, se acercó a los seis meses.
No obstante, como los participantes debían realizar casi una docena de viajes de ida y vuelta a Stanford acompañados por sus cuidadores, para reducir la carga de viaje, los investigadores decidieron modificar el diseño para su próximo grupo de nueve participantes, que recibieron transfusiones de plasma de donantes jóvenes, siendo conocedores tanto ellos como sus cuidadores y administradores. Este cambio de procedimiento logró reducir el tiempo entre la primera y la última visita a 10-12 semanas para el segundo grupo de participantes, y requirió un número de viajes en proporción menor. Estos participantes, como el primer grupo, recibieron la batería completa de evaluaciones de estado de ánimo, cognición y capacidad funcional.
Un análisis de las evaluaciones, una vez que todos los participantes habían sido tratados, no mostró cambios significativos en el estado de ánimo de los participantes o su desempeño en las pruebas de cognición que implican tareas como memorizar listas o recordar eventos recientes. Este tipo de cambios típicamente se observan solo en ensayos clínicos que duran más de un año, tal y como indica la profesora Sharon Sha, por lo que la ausencia de un efecto no fue inesperada.
Pero en dos de cada tres evaluaciones diferentes de la capacidad funcional los participantes mostraron una mejoría estadísticamente significativa, a pesar del pequeño tamaño de la prueba, algo sorprendente para el equipo investigador. Al principio, los investigadores sospecharon que el informe de las mejoras en la capacidad funcional podría haber sido debido a que el segundo grupo de participantes, sus cuidadores y los propios investigadores sabían que estaban recibiendo plasma, lo que podía predisponer a los cuidadores a un informe optimista.
Pero el examen de los datos indicó que, por el contrario, fue el primer grupo de participantes, que no sabía si estaban recibiendo plasma o placebo, quienes mostraron la mayor mejoría en la capacidad funcional después de recibir infusiones de plasma. «Nuestro entusiasmo con respecto a estos hallazgos debe ser atemperado por el hecho de que este fue un pequeño ensayo», afirma la investigadora, «y estos resultados ciertamente requieren más estudios».
De confirmase estos resultados se podría avanzar en el desarrollo clínico de productos derivados de plasma de nueva generación para el tratamiento del Alzheimer leve a moderado. Más información sobre este estudio aquí.