Consciente de ello, la Washington University School of Medicine está desarrollando el estudio a largo plazo Adult Children Study que tiene como objetivo definir quién es probable que desarrolle la enfermedad y cuándo, y establecer un cronograma de la rapidez con que progresará la enfermedad.
En este ambicioso el estudio, que comenzó en 2005 y se extenderá cinco años más, están participando voluntarios de entre 45 y 74 años (la mayoría de los cuales tienen un riesgo elevado de desarrollar Alzheimer porque uno o ambos progenitores tienen o tuvieron la enfermedad), para ayudar a detectar los primeros signos o marcadores de enfermedades como el Alzheimer, y ya ha ayudado a identificar algunos de los cambios moleculares y estructurales en el cerebro que ocurren en las décadas previas a que una persona sea diagnosticada con esta enfermedad neurodegenerativa.
Los casos de Alzheimer de carácter hereditario, que son minoritarios, tienen a menudo las mismas características que los casos de aparición esporádica de la enfermedad y «nuestros participantes quieren saber si experimentarán síntomas como la pérdida de memoria y esperamos que los próximos cinco años podamos comenzar a darle una respuesta», comenta el reconocido neurólogo y director de este estudio John C. Morris, que está al frente del Charles F. and Joanne Knight Alzheimer’s Disease Research Center de la Washington University School of Medicine.
El estudio mide la memoria y las habilidades de pensamiento de los participantes, además de realizar escaneos de sus cerebros y medir los niveles de las principales proteínas de Alzheimer y compara los resultados con personas sin antecedente familiares de demencia.
Los participantes del estudio acuden regularmente al Centro Knight de la Washington University School of Medicine para someterse a pruebas de memoria y cognición. Una vez cada tres años, los participantes se someten a escáneres cerebrales para determinar el tamaño, grosor y conexiones entre las diferentes partes de sus cerebros, y para localizar grupos de proteínas tóxicas de Alzheimer.
Los participantes también se someten a una punción lumbar para medir los niveles de beta amiloide y tau en el líquido cefalorraquídeo, así como los niveles de otras proteínas asociadas con daño neurológico e inflamación. Ahora, los investigadores van a iniciar una nueva fase de la investigación consistente en evaluar si dos nuevos compuestos de imágenes pueden detectar con mayor precisión las proteínas de Alzheimer tau y beta amiloide.
El siguiente vídeo muestra el testimonio de Barbara Schlatter una de las participantes en este estudio de la Washington University School of Medicine:
Y es que predecir el inicio y la trayectoria de la enfermedad requiere una comprensión detallada de los cambios que ocurren durante los 15 a 20 años antes de que se acumule suficiente daño cerebral como para causar síntomas. Los investigadores planean seleccionar una larga lista de criterios para encontrar los más útiles para la predicción y, con estos criterios en la mano, diseñar mejor los ensayos clínicos para prevenir o retrasar la enfermedad.
Tal y como afirma Tammie Benzinger, profesora asociada de radiología que dirige los estudios de imagen en el Centro Knight, «si supiera que estaba en alto riesgo de desarrollar demencia por Alzheimer en los próximos años el paciente podría hacer algunos cambios en su vida. Puede elegir mudarse a un entorno de vida independiente pero que también le brinde cuidados de enfermería, acercarse a sus hijos, etc.»
Por otra parte, las personas que actualmente están sanas pero tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer representan una población ideal para probar las terapias preventivas. En este sentido, los investigadores destaca que es posible que los medicamentos no hayan demostrado beneficio en el pasado porque se probaron en personas que ya tenían un diagnóstico de Alzheimer. Estas personas con síntomas suficientemente severos para el diagnóstico ya habrían sufrido un daño profundo en sus cerebros.
«Para cuando los síntomas llevan a las personas a la clínica, sus cerebros ya están atrofiados», comenta Anne Fagan, profesora de neurología que encabeza la parte de los biomarcadores del estudio. «Es muy poco probable que cualquier tipo de intervención vaya a recuperar neuronas que hayan muerto, pero si podemos identificar a las personas con patología subyacente mientras sus habilidades de pensamiento permanecen intactas, podemos incluirlo en ensayos clínicos para tratar de detener, o incluso revertir, el proceso de la enfermedad«.
El objetivo final es «interceptar» a las personas en su camino hacia el Alzheimer e intervenir para que nunca lleguen allí, al igual que ya ocurre con los médicos que miden los niveles de colesterol en la sangre y, si es necesario, recetan medicamentos para reducir el colesterol y evitar un posible ataque al corazón.
Los interesados pueden obtener más información sobre este estudio aquí.