Las personas con enfermedad de Parkinson precisan de una atención integral y personalizada dirigida a abordar los múltiples síntomas motores y no motores propios de esta patología, con el fin de conseguir mayor autonomía y bienestar físico, psíquico y emocional, comentan los especialistas de Grupo ORPEA.
Y es que el Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, después del Alzheimer, y en España se estima que afecta a entre 120.000 y 150.000 personas, diagnosticándose 10.000 nuevos casos cada año. A pesar de que no se trata de una enfermedad exclusiva de las personas mayores, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), el 70% de las personas diagnosticadas de Parkinson en nuestro país tienen más de 65 años; y de esa cifra, el 2% son mayores de 65 años y el 4%, mayores de 85 años.
Los principales síntomas son motores, como temblores, rigidez, lentitud de movimientos e inestabilidad postural, pero también desarrollan otros trastornos que no están relacionados con la motricidad como depresión, problemas de sueño, estreñimiento, disfagia (dificultad para tragar) y deterioro cognitivo en distintos grados.
La doctora Silvia Lores Torres, de ORPEA Aravaca, que trabaja con varios residentes con Parkinson, subraya que cada usuario es diferente y tiene unas necesidades específicas, por lo que el abordaje debe ser integral y personalizado.
En este sentido, afirma que, cuando un nuevo residente llega al centro, un equipo multidisciplinar (médico, enfermera, terapeuta ocupacional, psicólogo, fisioterapeuta…) le realiza una valoración y, tras la puesta en común de los profesionales, se establecen unos objetivos sobre los que trabajar de manera coordinada.
En general, la intervención de los profesionales se centra en estimular las capacidades funcionales, tanto físicas como cognitivas, para mantener la autonomía el máximo tiempo posible y retrasar la discapacidad y la dependencia. En este sentido, la terapia ocupacional y la fisioterapia juegan un papel fundamental. En el área de fisioterapia trabaja los temblores, la rigidez y los problemas de la marcha con masajes, mesoterapia, gerontogimnasia, movilizaciones pasivas, etc. De este modo, se mejora la movilidad corporal y se evita la atrofia. En opinión de la doctora Lores, “si el residente no tuviera este tipo de terapia empeoraría funcionalmente mucho más rápido y tendría un peor pronóstico y calidad de vida”.
Además de mejorar la autonomía, la fisioterapia y las actividades de terapia ocupacional y animación sociocultural que se realizan en los centros ORPEA ayudan a aumentar su autoestima y retardan el progreso de la enfermedad. Así lo refiere la doctora Lores: “Estos pacientes, en ocasiones, ingresan con un estado de ánimo bajo e, incluso, en alguno caso, deprimido, pero hemos observado un cambio positivo del estado de humor cuando participan en las actividades organizadas, ya que se socializan, comparten y se integran en el grupo”.
La rigidez es el síntoma más incapacitante
La doctora Lores destaca que la rigidez es el síntoma más incapacitante, “porque afecta a la movilidad, pero también compromete la deglución, provocando problemas de disfagia”. Los centros ORPEA cuentan con la colaboración de logopedas que se encargan, junto con los médicos del centro, de diagnosticar y establecer el tratamiento apropiado de la disfagia, así como rehabilitar los trastornos del habla.
En los centros se trabaja la función deglutoria con el fin de mantener la funcionalidad pero, en aquellos casos en los que la dificultad para tragar es más acusada, ORPEA ha innovado en el concepto de comida texturizada, que permite una alimentación adecuada y segura sin perder la esencia del gusto por la comida. Para ello, cuenta con cocina propia, liderada por un chef, que presenta los platos atractivos a la vista, manteniendo las propiedades organolépticas y estimulando la sensación olfativa.
Por otra parte, los pacientes de Parkinson pueden padecer deterioro cognitivo, sobre todo en las fases avanzadas de la enfermedad. En función del estadio y deterioro cognitivo que tenga la persona, se aplicarán unas determinadas terapias. La doctora Silvia Lores Torres concreta que, en casos leves, la estimulación será cognitiva y se llevará a cabo mediante actividades instrumentales, puzles, manualidades, talles de pintura y de cocina, actividades de ocio y culturales… “Todas aquellas actividades ocupaciones que les gusten y en las que puedan ejecutar movimientos manuales precisos. Además, al tratarse de tareas grupales, se fomentan las relaciones sociales, un factor muy importante para mejorar la cognición en este tipo de residentes”, apunta esta especialista.
En personas con deterioro cognitivo severo, la estimulación será sensorial, a través de la música, el tacto, los colores, los aromas y sabores. Las salas Snoezelen de las que dispone ORPEA son un interesante recurso, porque permiten la estimulación multisensorial (auditiva, tacto, olfato, visual…). Con ellas, “se busca llevar al residente a un estado de relajación, comodidad y de construcción de sensaciones agradables que le permite estimular los sentidos”, destaca la especialista. También los profesionales de estos centros utilizan otras alternativas muy efectivas para estas personas como la reminiscencia o terapia con animales. En lo que respecta a esta última, esta médico sostiene que “logra una respuesta emocional y afectiva espectacular. Afloran sentimientos insólitos”.