Un artículo de la Dra. Mª Carmen Cervera Díaz,
Geriatra del Hospital Clínico de Valladolid
y de la Residencia Casa de Beneficencia
El progresivo envejecimiento de la población y los cambios en las estructuras sociales de los últimos años, han hecho que cada vez sean más los ancianos que pasan los últimos años de su vida en una residencia.
La valoración y detección de la desnutrición es un aspecto clave en los centros residenciales para personas mayores. El objetivo es detectar precozmente estados de déficit nutricional y adoptar el plan de intervención necesario para su tratamiento, ya que, la prevalencia de desnutrición en estas personas alcanza en algunos estudios hasta el 60%. Hay unos 113.000 ancianos desnutridos en las residencias españolas.
El perfil del mayor que vive en una residencia dista mucho del que habita en su hogar. Suelen ser más frágiles, con necesidades muy distintas y una media de edad que se aproxima a los 90 años. Y además no comparten características homogéneas, por lo que la planificación de una dieta debería ser individualizada, adaptada a las necesidades nutricionales, situaciones clínicas y gustos de cada paciente… ¡Obvia decir que poner sopas de ajo a un andaluz, puede ser tan poco exitoso como salmorejo a un gallego!
Anécdotas aparte, los ancianos tienen unas necesidades nutricionales diferentes al adulto mayor y unos cambios fisiológicos que los hacen ser un colectivo particular. Además, con frecuencia están sometidos a dietas restrictivas por sus comorbilidades, lo que favorece la aparición de déficits nutricionales.
La complejidad clínica de los mayores condiciona su estado nutricional. Los fármacos influyen mucho en la alimentación, ya que hacen que la comida se absorba peor, además de quitar apetito o hacer que tenga mal sabor; la deglución es peor por los diferentes problemas de masticación lo que puede conllevar a una alteración del peristaltismo o motilidad intestinal.
Según el modelo sanitario de las personas ingresadas en centros residenciales (elaborado por Edad y Vida), el 54,5% de los mayores padece desnutrición o están en riesgo de padecerla al comenzar a vivir en una institución. Habitualmente, para evaluar el estado nutricional del anciano, se lleva a cabo un estudio en los primeros días que llega a la residencia, el MNA (Mini Nutritional Assessment).
Idealmente, el MNA debería realizarse de forma obligatoria cuando llegan a la residencia y, como mínimo, repetirlo cada tres meses para llevar un adecuado control nutricional en los mayores. El gran vacío de muchas residencias españolas es no llevar a cabo este seguimiento periódico que determine el estado nutricional del anciano e identifique los pacientes mayores desnutridos o en riesgo de desnutrición que tienen. Igual de importante es que haya un especialista por institución que supervise los menús y detecte los requerimientos nutricionales de cada persona.
Con la edad se suele producir una disminución de la actividad física y por lo tanto las necesidades energéticas también disminuyen, siendo las necesidades calóricas aproximadamente de 1.600-1700 Kcal en la mujer y 2000-2100 Kcal en el varón. No olvidar que dietas inferiores a 1500 Kcal podrían ser deficitarias en algunos nutrientes. La distribución de la ingesta a lo largo del día debería ser: 25-30% en el desayuno, 5% a media mañana, 35-40% en la comida, 5-10% en la merienda y 20-25% en la cena. Muy interesante, a nivel residencial sería poder, además, modificar los horarios (se desayuna a las 9:00 y se cena a las 20:00, 13 horas en ayuno), lo que contribuiría a una mejor distribución de los nutrientes y mayor calidad de la atención.
Y tener siempre en cuenta que las necesidades nutricionales han de calcularse con el factor corrector según la actividad y las posibles patologías agudas del anciano.
El grueso de las necesidades calóricas debe ser cubierto por los hidratos de carbono (50-60% de la ingesta diaria), sobre todo complejos (almidones). Las grasas deben aportar 30-35% del índice energético global, no olvidar la importancia de este macronutriente porque van a darle sabor y palatabilidad a las diferentes comidas, en una población donde la ageusia, anosmia y anorexia hacen necesario que los platos sean especialmente sabrosos. Deben ser ácidos grasos poliinsaturados y con alto contenido en omega 3, el aceite de oliva y pescados como salmón y atún serían de elección.
Las proteínas deben suponer un 12-15% del aporte calórico total. En los ancianos sanos cada vez son más los autores que aconsejan ingestas basales entre 1-1.5 g/kg/día, siendo su papel fundamental aportar aminoácidos esenciales para la síntesis muscular, por lo tanto, hemos de garantizar que la energía se obtenga de lípidos e hidratos de carbono para que las proteínas se destinen a este fin.
En relación con los micronutrientes, las necesidades son similares a las del adulto, salvo en casos especiales. Una mención específica merece el calcio y la vitamina D, y en cierta medida, el hierro y la vitamina B12, cuyos niveles hay que controlar y suplementar si es preciso.
No olvidar tampoco la importancia de la fibra en la regulación del tránsito intestinal y de la absorción de algunos nutrientes. Y el aporte de agua (1000-1500 ml/día) tan difícil de garantizar en el anciano que tiene disminuida la sensación de sed.
El papel de los suplementos nutricionales
En muchos casos, la ingesta de la dieta habitual no garantiza que se cubran los requerimientos nutricionales y hemos de recurrir a la suplementación. Los criterios para indicar suplementación son:
- IMC<22 kg/m2
- Ingesta menor de 50-75% requerimientos
- MNA < 23 puntos
- Albúmina <3 g/dl o proteínas totales <6 g/dl
- Otros factores como presencia úlceras por presión…
El uso de suplementos nutricionales adaptados a las necesidades, patologías y gustos del paciente debe valorarse siempre que ocurre algo de lo anterior, ya que, aunque parezca que el paciente come bien, no se cubren sus necesidades nutricionales.
Los suplementos hiperproteicos, garantizan la ingesta de aminoácidos esenciales necesarios en la síntesis de proteína muscular, lo que implica en muchos casos una mejora de la capacidad funcional. Asimismo, los suplementos nutricionales contribuyen favorablemente a mejorar el estado nutricional de los mayores debido a la presencia en proporciones adecuadas de proteínas, lípidos, hidratos de carbono, fibra y micronutrientes.
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