geriatricarea Rebeca Valera Igurco desnutricionUn artículo de la  Dra. Rebeca Valera,
de
Igurco Servicios Sociosanitarios – Grupo IMQ

 
La desnutrición es un signo de enfermedad, producido por un déficit en el aporte de nutrientes, incapaz de cubrir las necesidades del individuo. Este déficit puede deberse tanto a una dieta inapropiada como a una utilización defectuosa de los nutrientes por el organismo. Se trata de uno de los síndromes geriátricos más frecuentes.

La importancia de la desnutrición en las personas mayores viene dada por su elevada prevalencia (16,6- 47,3% según el nivel asistencial) y por las múltiples complicaciones que presenta, siendo responsable de procesos infecciosos, úlceras por presión, mayor dependencia física, fragilidad, mayor gasto sanitario por estancias hospitalarias más prolongadas, menor respuesta a la medicación y aumento de los efectos secundarios, así como un aumento en la tasa de mortalidad.

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La desnutrición es responsable de procesos infecciosos, úlceras por presión, mayor dependencia física, fragilidad, mayor gasto sanitario, menor respuesta a la medicación y aumento de los efectos secundarios, así como un aumento en la tasa de mortalidad


Diagnóstico

Por ello es fundamental la detección precoz de cara a identificar situaciones de riesgo nutricional, presencia de desnutrición, así como los requerimientos nutricionales en las personas mayores. Una valoración del estado nutricional comprende la valoración de la talla y del peso, la cuantificación de las pérdidas involuntarias de peso, los hábitos alimenticios y las ingestas habituales (cantidad de comida que ingiere).

Además, existen diferentes herramientas o test para identificar de una forma rápida a personas mayores en riesgo de desnutrición.
En el ámbito domiciliario, el cuestionario DETERMINE, autoaplicable, valora ítems como la cantidad y tipo de alimentos, limitaciones en la compra o preparación de los mismos, consumo de fármacos y pérdida de peso en un tiempo determinado.

En función del resultado, se recomienda una valoración nutricional completa, que incluye una valoración social, una historia clínica con exploración física y realización de analítica completa que comprenda parámetros nutricionales y análisis de datos antropométricos (pérdida de peso, talla, índice de masa corporal…) para determinar la causa de la desnutrición e instaurar un tratamiento.

Tratamiento

La intervención nutricional individual tiene como objetivo proporcionar los nutrientes necesarios en cantidades adecuadas para mantener un buen estado nutricional. Comprende medidas generales como la educación nutricional -recomendando una dieta saludable y equilibrada-, la corrección de hábitos erróneos, la evitación de dietas restrictivas en la medida de lo posible, la ingestión adecuada de líquidos, la detección de la necesidad de ayudas técnicas o de personal auxiliar durante las comidas y la invitación a que las comidas se realicen en compañía y en lugares agradables, con presentación atractiva de los platos. También es necesario mantener una buena higiene bucodental, asegurando de forma periódica el buen estado de las prótesis dentales.

Además de estas medidas generales, la intervención nutricional incluye medidas específicas como la dieta adaptada, que incluiría cambios en la consistencia de los alimentos (por ejemplo: dietas blandas en pacientes con alteraciones en la masticación o dietas trituradas en pacientes con disfagia) o modificadores de textura o productos de textura modificada para asegurar la hidratación (espesantes, gelatinas, aguas gelificadas), pero también dietas enriquecidas que aumenten el contenido calórico, proteico o vitamínico sin aumentar el volumen de los alimentos (aceite de oliva virgen, leche en polvo, clara de huevo cocida, zumos…).

Más ayuda

Cuando, a pesar de todas estas indicaciones no se consigue cubrir las necesidades nutricionales en las personas mayores o cuando se precisa un mayor aporte nutricional como en situaciones de enfermedad o tras intervenciones quirúrgicas, será necesaria la utilización de suplementos nutricionales, que son fórmulas saborizadas formadas por uno o más nutrientes que se administran por vía oral. La elección del tipo de alimentación se basará en el estado nutricional de la persona, en su capacidad para alimentarse de manera independiente, en las patologías que presente, en el grado de discapacidad y en la necesidad de ayudas técnicas o de personal auxiliar, garantizando siempre el respeto por los deseos y preferencias de la persona mayor.

Envejecimiento y nutrición

El envejecimiento conlleva una serie de cambios que influyen en el estado nutricional: la afectación del gusto y del olfato, una menor secreción de saliva, el deterioro o la falta de la dentadura, la disminución de la secreción gástrica, la menor sensación de apetito y de sed, etc. En los mayores disminuye la cantidad de comida que ingieren, y en su dieta hay menos proteínas y más hidratos de carbono; además, beben menos líquidos.

También influyen en el estado nutricional otros factores como la dificultad para comprar, preparar o servirse la comida o el uso de los cubiertos (en caso de artritis, o artrosis deformantes de las manos, hemiplejías, etc.), dependencia física, sensorial, psíquica o social, junto con factores sociales como el lugar donde se come o la compañía; se ha visto que los ancianos que comen solos, ingieren menos que los que lo hacen en compañía.

Sin olvidarnos de la alta prevalencia en los mayores de enfermedades crónicas, generadoras de desnutrición o que condicionan, en ocasiones, restricciones dietéticas (demencia, cáncer, ictus, diabetes, insuficiencia renal, sarcopenia) y además conllevan un elevado consumo de medicamentos, algunos de ellos con efectos secundarios como alteración del gusto, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento.