La soledad fomenta el deterioro de la salud al elevar los niveles de las hormonas del estrés, puede incrementar el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o de desarrollar artritis, diabetes tipo 2 o demencia senil, entre otras patologías.
Esto cobra una especial importancia teniendo en cuenta que se prevé que en los próximos 15 años los hogares en los que vive una sola persona aumenten casi un 20%. Según datos del INE de 2017, en España hay ya 4,63 millones de hogares unipersonales, en cuatro de cada diez casos se trata de mayores de 65 años.
La soledad y el aislamiento social aumentan el riesgo de padecer enfermedades, desde las cardiovasculares hasta los resfriados comunes.
Tal y como afirma Conchita García, médico de la Dirección Asistencial de Sanitas Mayores, “este fenómeno se debe tanto al aumento de los hábitos no saludables como a los cambios biológicos provocados por la misma soledad o por el aislamiento social. En general, la soledad deteriora la salud al elevar los niveles de las hormonas del estrés; puede incrementar el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o de desarrollar artritis, diabetes tipo 2, demencia senil”.
Además, según la doctora “el riesgo de mortalidad prematura aumenta un 26% en personas que sienten soledad, un 29% en personas con aislamiento social y un 32% en las que viven solas”.
Son varias las investigaciones que recogen las consecuencias de vivir en soledad, como el estudio titulado “Loneliness, depression and cognitive function in older U.S. adults”, que relaciona la depresión, la soledad y el deterioro cognitivo. Mientras que otro informe, titulado “Hacia una Neurología de la Soledad”, de Steve Cole de la Universidad de California, demuestra que ésta tiene efectos fisiológicos en nuestro organismo y que el aislamiento es uno de los grandes riesgos de la salud de la época actual.
Por perfil de población, existen diferencias en función del sexo. Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid aseguran que es más fuerte en hombres que en mujeres. «Las mujeres tienden a admitir más fácilmente el sentimiento de soledad, mientras que los hombres reconocen sentirse solos cuando esta situación se da de forma más severa», afirma Conchita García. Y es que llevar una vida social activa reporta muchos beneficios, como por ejemplo:
- Aumento de la esperanza de vida: según estudios realizados por Diane Papalia (2005), las personas mayores que tienen poco o nulo contacto social, tienen más posibilidades de morir en el corto plazo, mientras que para quienes mantienen una vida social activa, su esperanza de vida es mayor.
- Disminuye el sentimiento de soledad: el hecho de hacer amigos y fomentar la socialización hace que este sentimiento se reduzca. Al forjar relaciones interpersonales con otros adultos mayores comparten experiencias y se dan cuenta de que no son los únicos viviendo en esta etapa.
- Mantenimiento de una mente activa.
- Mejora del bienestar, tanto físico como emocional: la socialización tiene efectos positivos en patologías relacionadas con dolores articulares y en el control de ciertas enfermedades crónicas como la hipertensión arterial y la diabetes. Además, previene ciertas patologías como la ansiedad y la depresión.
- Mejora general de la calidad de vida.
En este sentido, desde Sanitas Mayores se recuerda que acudir a los centros de día beneficia la salud de los mayores y evita el aislamiento social. En estos centros se realizan terapias cognitivas y físicas que ayudan a disminuir la soledad. “Al encontrarse más activos, tanto física como cognitivamente, y fomentando las relaciones sociales, se disminuye el aislamiento, lo que mejora de esta forma su calidad de vida”, explica la doctora.
El hecho de sociabilizar, jugar a juegos de mesa, poder aconsejar a amigos y opinar con ellos sobre distintos temas, promueve su mente activa y hace que se sientan parte de la sociedad. Además, compartir recuerdos, experiencias, intereses y diversión con sus iguales favorece su autoestima.